CRISIS PARTIDARIA
La contextualidad que desencadena la crisis de los partidos políticos, en particular del Pri, es producto de luchas intestinas, de facciones retrógradas que se niegan a reconocer la creciente politización del pueblo que manifiesta su inconformidad en múltiples expresiones, por la actuación violenta, antidemocrática y autoritaria de algunos de sus principales dirigentes.
Esta forma de gobernar está entrando en una etapa decadente, sus bases campesina, obrera y popular, están en shock, y lo más doloroso para ese partido, es que los movimientos sociales vienen de dentro de sus propias filas, por la crisis política que viene arrastrando al perder el control corporativo, cuando es relevado del poder presidencial en el 2000.
El shock retomó fuerza en el 2006 al quedar como tercer lugar en la Cámara de Diputados, los desprendimientos de hombres y mujeres que salieron para engrosar las filas del resto de los partidos, en busca de otras oportunidades que en su propio partido ( PRI ) les negaron. Todo esto propicia parte del endurecimiento en el quehacer político de los que aún “gobiernan”, para mantener su exiguo poder oficial, porque la mayoría votó por otra alternativa, es el caso de Oaxaca, como el de otros estados, municipios y juntas auxiliares.
Tener el poder en esas nuevas condiciones tan adversas para gobernar, implicaría tener una gran capacidad negociadora que atienda los principales problemas sociales y carencias económicas de los gobernados, más aún cuando el modelo económico que comparten con el Pan, está dejando en la pobreza a más de 40 millones de mexicanos.
El sistema para gobernar está haciendo agua, la nave del país se está hundiendo, se necesita achicar el agua, que significa en otras palabras sustituir a hombres y mujeres por otros que garanticen la libertad de opinión, de credo, de partido, que resuelvan las demandas del pueblo mediante consenso y de acuerdo a las nuevas condiciones que nos han marcado los ciudadanos mexicanos. Usar la violencia no sólo aleja a cualquier partido de sus simpatizantes, sino que debe ser castigado con el retiro total o parcial de su participación en procesos electorales subsiguientes, de otra manera, estaremos avalando como lo hacen ahora lo que queda de sus huestes, el asesinato, la persecución, la tortura, la intolerancia.
El Pueblo consciente no es su enemigo, son nuevos adversarios que van a dirigir los nuevos rumbos de México.
La contextualidad que desencadena la crisis de los partidos políticos, en particular del Pri, es producto de luchas intestinas, de facciones retrógradas que se niegan a reconocer la creciente politización del pueblo que manifiesta su inconformidad en múltiples expresiones, por la actuación violenta, antidemocrática y autoritaria de algunos de sus principales dirigentes.
Esta forma de gobernar está entrando en una etapa decadente, sus bases campesina, obrera y popular, están en shock, y lo más doloroso para ese partido, es que los movimientos sociales vienen de dentro de sus propias filas, por la crisis política que viene arrastrando al perder el control corporativo, cuando es relevado del poder presidencial en el 2000.
El shock retomó fuerza en el 2006 al quedar como tercer lugar en la Cámara de Diputados, los desprendimientos de hombres y mujeres que salieron para engrosar las filas del resto de los partidos, en busca de otras oportunidades que en su propio partido ( PRI ) les negaron. Todo esto propicia parte del endurecimiento en el quehacer político de los que aún “gobiernan”, para mantener su exiguo poder oficial, porque la mayoría votó por otra alternativa, es el caso de Oaxaca, como el de otros estados, municipios y juntas auxiliares.
Tener el poder en esas nuevas condiciones tan adversas para gobernar, implicaría tener una gran capacidad negociadora que atienda los principales problemas sociales y carencias económicas de los gobernados, más aún cuando el modelo económico que comparten con el Pan, está dejando en la pobreza a más de 40 millones de mexicanos.
El sistema para gobernar está haciendo agua, la nave del país se está hundiendo, se necesita achicar el agua, que significa en otras palabras sustituir a hombres y mujeres por otros que garanticen la libertad de opinión, de credo, de partido, que resuelvan las demandas del pueblo mediante consenso y de acuerdo a las nuevas condiciones que nos han marcado los ciudadanos mexicanos. Usar la violencia no sólo aleja a cualquier partido de sus simpatizantes, sino que debe ser castigado con el retiro total o parcial de su participación en procesos electorales subsiguientes, de otra manera, estaremos avalando como lo hacen ahora lo que queda de sus huestes, el asesinato, la persecución, la tortura, la intolerancia.
El Pueblo consciente no es su enemigo, son nuevos adversarios que van a dirigir los nuevos rumbos de México.