viernes, marzo 21, 2008

La polarización
Porfirio Muñoz Ledo
21 de marzo de 2008

Se atribuye a Talleyrand haber sentenciado a Napoleón cuando se empeñaba en tejer una alianza definitoria entre Rusia y Francia: “Importan poco las razones, lo que cuentan son los cañones”. Bonaparte abrigaba serias dudas sobre las intenciones últimas del zar, pero tomó la apuesta por imperativos tácticos, que más tarde perdería en un cambio dramático de la correlación de fuerzas europeas.

Las dos caras de ese sucedido histórico sirven a los estrategas para destacar que cuando las confrontaciones son mayores e irreductibles se hacen necesarias amplias coaliciones, pero también aliados confiables. De otro modo, la debilidad del flanco se convierte en penetración del adversario. La lealtad a una causa es a la postre la mejor garantía de fortaleza.

Desde la perspectiva irrenunciable de la democracia todos lamentamos las irregularidades en las prácticas de los partidos. Nos preocupa que se haya diferido nuevamente la adopción de una ley de la materia, que regule sus procesos internos y determine la intervención de un IFE imparcial en la elección de sus dirigencias, como debiera hacerlo también en los sindicatos.

Afirma Alberto Aziz Nassif que los comicios celebrados en el PRD “mostraron una vez más las complicaciones para organizar elecciones en México”. Añade: “La insistencia de ese partido en sostener comicios abiertos ha generado conflictos desde la década pasada, en donde se han tenido que reponer procesos y se ha llegado a tener dirigentes interinos”. Pero, a diferencia de otros comentaristas, subraya la oposición frontal de los proyectos que se diputaron la dirigencia del partido.

Otros han insistido en la injerencia inusitada de los gobiernos federal y locales en la confrontación y alguno ha sugerido que, de confirmarse las tendencias anunciadas, Calderón sería el verdadero perdedor de las elecciones. No cabe duda de que éste hubiese preferido un desenlace distinto y de que los círculos del poder oficial harán todavía lo que esté en su mano por consumar la división del adversario.

La coincidencia en una misma semana de elecciones cruciales con el aniversario del 18 de marzo ayuda a esclarecer el conjunto. Más allá de la renovación estatutaria del comité nacional de un partido, lo que está en juego es la definición y articulación de los bandos en contienda. Se aproxima, no lo olvidemos, la madre de todas las batallas.

Dos son los parámetros que determinan hoy en México la definición de la izquierda. Uno es la vigencia de la transición democrática y otro la superación del ciclo neoliberal. En 2006 se puso de manifiesto la determinación del gobierno de retener el poder al margen de la ley. El fracaso redundante de la administración anterior y el continuismo servil de la actual evidencian a su vez el agotamiento implacable de un modelo económico.

Alejandro Encinas insistió a lo largo de su campaña en que “no existen condiciones para construir un espacio de entendimiento entre ilegitimidad y democracia”. Explicó que “no podemos avanzar en un diálogo como concesión, ni menos en un diálogo como cooptación”, y reiteró el riesgo de extraviarse en acomodos con la alianza que “pretende perpetuar el proyecto de la derecha neoliberal y eliminar el referente más importante que haya construido la izquierda mexicana”.

Ha sostenido: “Los partidos y corrientes progresistas deben entender que resistir a un poder ilegítimo y contrario a los intereses de la mayoría es no sólo un derecho, sino una obligación ética”. Nunca han sido más sospechosos los medias tintas. La polarización que enfrenta al país no es fruto de un radicalismo convenenciero, sino de una genuina disputa por la nación que se libra en las conciencias.

Es indispensable colocar en el centro del proyecto el desarrollo “de una cultura democrática que reivindique, junto con las demandas sociales, los intereses de cada ciudadano”. Eliminar el reparto de canonjías, el cultivo de burocracias escalafonarias y el clientelismo reptante como soportes de la acción política. Edificar un frente independiente de los poderes públicos y fácticos, regido por principios y valores y con vocación de cambio profundo.

A todas luces se está consolidando un bloque histórico cuya expresión multitudinaria acabamos de confirmar. Está integrado por ciudadanos indignados y participativos que demandan espacios efectivos de inclusión. A él debieran concurrir los trabajadores, los campesinos y sus organizaciones democráticas, las expresiones de la sociedad civil y en particular los jóvenes. Una amplia red de alianzas de la que los partidos sean instrumentales.

Es llegada la hora de la imaginación política, la claridad programática y el coraje a toda prueba. Nuestros avances electorales sólo tienen sentido si se insertan en un proyecto global y se sostienen en la victoria social. En la cuestión petrolera yacen las coordenadas del futuro. Demos la pelea con la suma de todas nuestras fuerzas.

bitarep@gmail.com

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