Jacobo Zabludovsky
Bucareli
06 de octubre de 2008
Crítica demoledora
El jueves pasado se publicó la más valiente, justa, acertada y abrumadora crítica contra el presidente Felipe Calderón por el fracaso del propósito básico de su gobierno, el del combate al crimen organizado.
Se carece, dice la acusación, de un sistema nacional de seguridad pública articulado en una estrategia nacional, la cual ha sido una misión largamente postergada y sustituida en ocasiones por el discurso. Existe una desorganización de las capacidades del Estado para hacer frente al fenómeno delictivo y el fortalecimiento del flagelo criminal.
El documento que copio textual de EL UNIVERSAL, no deja lugar a dudas, continúa implacable al señalar falta de coordinación y rivalidad entre los cuerpos policiales. Se llega al extremo de no compartir la información de inteligencia para el combate al crimen y hay errónea fragmentación del mando policiaco.
Esa dispersión orgánica implica duplicidad de funciones y dualidad de gasto, sin mencionar la pérdida gradual de la capacidad de garantizar un adecuado esquema de control de confianza, así como una total carencia de coordinación, congruencia y homogeneidad de protocolos, sistemas, formas de organización, grados y atribuciones policiales.
Contra lo que hoy tenemos, el Estado requiere de órganos de dirección pulcros, que puedan permitir, incluso, el regreso del Ejército a sus cuarteles, pues son las instancias de procuración de justicia las responsables de la seguridad de los ciudadanos.
Nunca habíamos visto un examen tan franco. Sigue: la experiencia ha demostrado que el narcotráfico es, frecuentemente, sólo parte de las operaciones de las empresas criminales. Y que en muchos de los casos de ilícitos, el arresto de los perpetradores de un solo crimen puede no llegar a tener un gran impacto sobre la asociación delictiva en cuestión, pues inclusive podría tratarse de un costo que resulte aceptable para los jefes de dichas organizaciones.
Junto a la crítica, el estudio sugiere soluciones: la actual estructura policiaca obsoleta debe ser sustituida por una nueva que tendría cuatro ejes de liderazgo: comisarios, inspectores, oficiales y escala básica; en este último nivel estarían cuatro tipos de policías.
Así, todos aquellos que trabajen para una institución de procuración de justicia y seguridad, deben tener un certificado, que se renovará cada tres o cinco años —según sus funciones— acreditando formación académica, policiaca, de desempeño y confianza.
Por ejemplo, un policía que sea dado de baja de una corporación, no podrá reincorporarse a ninguna institución en el ramo, aun cuando éste comprobara que su despido fue injustificado. De ser el caso, el gobierno lo indemnizará. Cinco órganos de dirección garantizarán el control de instituciones policiacas en todos sus niveles con la participación de los gobiernos federal y estatales.
Para los policías se sugiere un nuevo formato salarial, que incluya su grado de riesgo en funciones, resultados y disciplina, con prestaciones sociales que les garanticen una vida cómoda, y un retiro digno.
El ingreso a la policía debe dejar de concebirse como un recurso inmediato para tener empleo, por tanto, se precisa de la formación de una verdadera doctrina de servicio público, respaldada por un adecuado sistema de formación, desarrollo, empleo y retiro.
Luego de eso, habría que despedir a los culpables, nadie le había dicho antes tantas verdades crueles al señor Calderón, tal vez porque el autor de la denuncia se llama Felipe Calderón y despacha en Los Pinos. Es el proyecto de decreto de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública enviado por Calderón a la Cámara de Diputados. Plantea también la creación del Sistema Único de Información Criminal, registros nacionales de personal de seguridad pública, de armamento y equipo, de estadística, detenciones, mandamientos judiciales y ministeriales.
Quiere decir que la primera decisión de su gobierno, declarar la guerra al crimen organizado, carecía de preparación. Fuimos al combate sin plan, sin fusil, sin saber el tamaño del enemigo. Dos años después enterramos a nuestros muertos y anunciamos una estrategia. Pasó la inútil y teatral reunión del salón de la Tesorería con sus 74 vaciladas que hoy forman parte del museo de las incoherencias, pasaron los secuestros con asesinatos como el de joven Martí, las decapitaciones masivas, los fusilamientos de La Marquesa y las bombas en Morelia la noche del grito.
Ahora rogamos a los legisladores se apresuren, dispensen trámites y voten sí pronto. Unos días más y no quedará títere con cabeza para ejecutar (poco queda pendiente de ser ejecutado) el novedoso proyecto.