domingo, septiembre 05, 2010

Si la empresa no funciona, corres al gerente, no a los trabajadores

Justifican la extinción de LFC con una falacia, dice Taibo II

Del podrido corazón de la tv emerge la campaña contra el SME

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Humberto Montes de Oca, Paco Ignacio Taibo II y Martín Esparza, durante el foro internacional de la cuarta Conferencia Sindical en el auditorio del SMEFoto Yazmín Ortega Cortés
Carolina Gómez Mena
Periódico La Jornada
Domingo 5 de septiembre de 2010, p. 7

El Ejecutivo federal ha intentado justificar la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC) con base en una de las falacias gubernamentales más hijas de la chingada que se han planteado en México, porque si tú tienes una empresa que consideras que no funciona, corres al gerente, no a 44 mil trabajadores, destacó el escritor e historiador Paco Ignacio Taibo II, quien refirió que la lucha que ha dado el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) es admirable.

Entrevistado al concluir su ponencia El magonismo ayer y hoy, realizada durante el segundo día de trabajos del foro internacional de la cuarta Conferencia Sindical, organizado por el Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS), el novelista criticó el cinismo del gobierno en la destrucción de un pilar del sindicalismo democrático en nombre de la ineficiencia de una empresa, ¡eso es increíble!

Lamentó la campaña televisiva y mediática desplegada para descalificar a los trabajadores electricistas y señaló que esto emerge del fondo de su pinche podrido corazón. Subrayó que detrás de la extinción de la paraestatal hay intereses comerciales. A los hechos me remito, están entregando toda la estructura de la fibra óptica y las innovaciones eléctricas a compañías trasnacionales.

Precisó que ante la ofensiva gubernamental contra el sindicalismo, la opción es librarnos del gobierno calderonista, tenemos que abrir un inmenso y amplio frente que permita la reconstrucción de las libertades y el sindicalismo democráticos.

Más muertos que en Irak

Para esto es “fundamental la unión de los trabajadores, los lecheros, los que van caminando, los desposeídos, los madreados, los ninguneados, las clases medias ilustradas y cuanto güey quiera colaborar. Ha llegado el momento en que las diferencias no importan y lo que verdaderamente cuenta es lo que nos unifica; vivimos en un país que es llevado al desastre y a la locura; la guerra contra el narco de Calderón es un momento de delirio que vive la nación y que ha costado más muertos que la guerra de Irak”.

Minutos antes, durante su ponencia remarcó la necesidad de fomentar un elemento primordial del magonismo: la organización desde las bases. Luego de hacer un repaso histórico del magonismo y sus protagonistas, de la CGT y el anarcosindicalismo, llamó a retomar las experiencias históricas del movimiento obrero mexicano.

Vengo a invitarlos a que le entremos, ya es hora de que Ricardo (Flores Magón) regrese para el diseño de un nuevo país, para que salgamos del pestífero charco de mierda en el que estamos.

Comentó que la historia, sus protagonistas e ideales siempre acompañan las luchas por mejores condiciones. Cuando caminamos en la lucha política no lo hacemos solos, estamos rodeados de sombras que nos fortalecen. Cuando salgo a la calle en la mañana, mi general Pancho Villa me está esperando en la puerta, y me dice ¡qué pinches horas son éstas de levantarte!, si no, estaría solo frente al Fondo Monetario Internacional y sus mamadas.

Paco Ignacio Taiblo II habló también de la importancia de la formación intelectual de la clase obrera; como lo consideraba el magonismo que planteaba que obrero que no lee, no merece ser llamado obrero, y el escritor le agregó: tal vez merece ser obrero, pero de fábrica pinche, con sindicato pinche y patrón culero.

Martín Esparza Flores, líder del SME, insistió en que LFC no estaba en números rojos. En el mundo, ninguna empresa eléctrica quiebra, nadie puede prescindir de la electricidad.

Agregó que en el país todos los organismos públicos descentralizados están administrados por una junta de gobierno para evitar que quiebren, porque son estratégicos, y sólo cuando esto no funciona interviene el Ejecutivo, pero todo eso se lo saltaron, nunca hubo una reunión de la junta para decir que estaba quebrada.

Denunció también que esto no puede haber sucedido porque el acuerdo de productividad se había cumplido al 93.5 por ciento y criticó que los documentos del diagnóstico financiero de LFC estén reservados por 12 años.

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Un error, precarizar condiciones laborales
Carolina Gómez Mena

Fotografía: SINTRAINTABACO (Colombia)







Sindicalistas latinoamericanos y europeos llamaron a la unidad del movimiento obrero y a darle mayor importancia a las bases, antes que a las dirigencias, y criticaron que la estrategia elegida por los gobiernos para superar la crisis económica sea precarizar mediante cambios legales las condiciones laborales de los trabajadores, cuando son justamente éstos los que pueden contribuir a remontar los desastres.

En el segundo día de trabajo del foro internacional de la cuarta Conferencia Sindical, organizado por el CILAS, Iván González, coordinador político de la Confederación Sindical de Trabajadores de las Américas, indicó que en la mayor parte del mundo el movimiento sindical enfrenta la tercera ola de reformas laborales lesivas para los trabajadores.

Recordó que hace 20 años comenzó a aplicarse la primera de ellas y agregó que la actual supuestamente es un mecanismo para dar respuesta a la crisis, pero sólo buscan precarizar más el trabajo y favorecer la inversión sobre la base de que la economía necesita liberarse de las trabas de la normativa para ello.

El sindicalista venezolano lamentó que en el caso de América Latina se quiera desmantelar lo poco que queda de los beneficios para la clase trabajadora y apuntó que ahora la embestida también va contra los trabajadores europeos, que no habían sido afectados. Para ellos parecen más agresivas porque habían conquistado durante 50 años condiciones laborales muy buenas.

Añadió que las medidas son muy radicales y parten de la visión de que los trabajadores son una carga, en lugar de aliados en el desarrollo; es una lógica que sólo se centra en las salidas del mercado. El trabajo es la salida a la crisis, hay que estimular el empleo decente. En Argentina y Brasil la fórmula para superar sus crisis fue generar más empleos.



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y en eso llegó FIDEL¡...

DISCURSO DE FIDEL ANTE ESTUDIANTES CUBANOS

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El infierno
Carlos Bonfil
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Escena de la cinta de Luis Estrada

¿Qué es el optimismo? Es la obstinación de pensar que todo está bien, cuando todo está mal.

(Voltaire). Esta obstinación, comprensible en un hombre político atrapado en las contradicciones de su discurso o en la torpeza de sus acciones, sería inconsecuente en un artista mínimamente crítico.

A diferencia de muchos creadores de cine que en México abordan los temas políticos con pusilanimidad o con oportunismo, Luis Estrada se ha distinguido en los últimos años, en particular desde La ley de Herodes (1999), por la manera directa y mordaz con que presenta los vicios de la clase política en el poder. A un año de la transición política del 2000, a la mayor escuela de corrupción nacional le colocó de modo muy visible las siglas del partido gobernante, y retomó de paso una sentencia válida hasta nuestros días (El que no transa no avanza).

Diez años después, ayuno de ilusiones, el director de El infierno señala la decadencia total de la derecha política en el poder y ofrece el inventario de daños que día a día contempla la nación: la corrupción endémica, la guerra inútil contra una delincuencia organizada que la población apenas distingue de la delincuencia de cuello blanco que dice combatirla, la ineptitud y el descrédito moral de la clase gobernante, la impunidad y la hipocresía de los poderes fácticos, el hartazgo colectivo y el desánimo; en pocas palabras, una situación de caos que Luis Estrada no vacila en calificar de infernal y que exhibe con lenguaje de gran guiñol, farsa y humor negro, por ser las formas expresivas más idóneas para lidiar con lo grotesco.

Si todo lo anterior funciona muy bien con amplios sectores del público, no deja de ser síntoma preocupante que el cine mexicano no tenga aún la capacidad de abordar estos temas o elaborar una denuncia política, sin recurrir obligadamente a formas de entretenimiento previsibles y gastadas: humor grueso y lenguaje procaz, solicitación complaciente de los reflejos más elementales del público, indignación visceral por encima de una reflexión sostenida, connivencia en la ramplonería en lugar de una verdadera complicidad crítica.

El problema no es que el cine comercial mexicano de denuncia política utilice los recursos de la comedia, algo perfectamente válido, sino que para poder expresarse y conquistar un público deba depender exclusivamente de ellos, en detrimento de toda profundidad o sutileza expresivas. Atrapada en este determinismo mercadotécnico, la película El infierno maneja la misma situación arquetípica del hombre común, un nuevo Varguitas (La ley de Herodes), llamado ahora Benjamín García (formidable Damián Alcázar), víctima de la espiral de corrupción que prevalece en el país. Para evitar el maniqueísmo de buenos y malos en el nuevo western político, Estrada sube el tono catastrofista y presenta hoy la división de malos y aún peores. De igual manera, el escaparate de actos de corrupción se acompaña de una violencia muy gráfica (mochaorejas, cortalenguas, torturadores, delatores, narcos pozoleros, estela de cadáveres, decapitaciones, etcétera), hasta culminar, literalmente, en un fuego de artificio de revancha violenta.

La red de complicidades es señalada con lujo de detalles: en fotografías en el domicilio de un narco, el delincuente aparece recibido y festejado lo mismo en Los Pinos de Vicente Fox que en el Vaticano de Juan Pablo II. El escepticismo concluye: nada hay que celebrar en este México 2010. Y en eso sólo podemos estar de acuerdo. Pero mirando detenidamente la película habría que añadir que tampoco hay mucho que celebrar en las inercias expresivas del cine mexicano actual, dispuesto a transformar en espectáculo la misma miseria política que denuncia, y a transformar el rencor social en un último depósito de la picaresca mexicana. ¿Acaso sirve de algo la involución expresiva de este cine? ¿El regreso a los mecanismos de identificación primitiva de Mecánica nacional (Luis Alcoriza, 1971 –¿De veras somos así los mexicanos?, rezaba su publicidad), o el tremendismo falsamente crítico de México, México, ra-ra-ra, de Gustavo Alatriste, 1975? Tres décadas después, cabría esperar alguna evolución en la forma de exponer y cuestionar los viejos problemas crónicos.

Luis Estrada posee, sin duda, una gran destreza para manejar a sus actores (en el reparto destacan, además de Alcázar, Joaquín Cosío y Ernesto Gómez Cruz), y para recrear atmósferas; ese talento de director podría también servir en el futuro para romper, de una vez por todas, con los esquemas obsoletos de la comedia fílmica en México, con las facilidades del humor grueso, y así de paso con las exigencias de rentabilidad comercial en el círculo de la exhibición, esa máquina trituradora de las ambiciones artísticas más genuinas.

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