Critica el doble discurso de Washington al condenar la violencia y vender armas sin control
López Obrador iniciará en Morelia el 28 de abril un nuevo recorrido por todo el país
Ernesto Martínez Elorriaga
Morelia, Mich., 10 de marzo. El intervencionismo estadunidense es culpa de la mafia que impuso a Felipe Calderón Hinojosa como presidente, afirmó Andrés Manuel López Obrador, quien criticó el doble discurso de las autoridades del país vecino, pues por un lado dicen estar preocupadas por la violencia en México y por otro lado venden las armas para generar la violencia en el país
.
De ese modo el ex candidato presidencial opinó en torno al operativo Rápido y furioso, que consistió en el paso de miles de armas de Estados Unidos a México dirigidas al crimen organizado, con la anuencia de autoridades federales estadunidenses.
Ante la información difundida por La Jornada a partir de los cables de Wikileaks, de que Estados Unidos considera que los esfuerzos de Felipe Calderón en la frontera norte de México han fracasado, López Obrador solicitó al gobierno de Barack Obama: no abuse de la debilidad de Felipe Calderón
y que no piense que eso le va a permitir intervenir en nuestro país, porque México es una nación libre y soberana, no queremos ser una colonia
.
El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal se reunió con más de mil militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en el salón Xangari de la capital del estado, donde anunció que el 28 de abril iniciará en el centro histórico de Morelia un recorrido por todo el país. Será en este lugar por los michoacanos que nos han dejado lecciones de dignidad, historia y enseñanza de cómo luchar por la libertad y la justicia
, argumentó.
A partir de entonces, anunció, estas reuniones, hasta hoy celebradas en lugares cerrados, se llevarán a cabo en las plazas públicas.
Interrogado acerca de su relación con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, el presidente legítimo
contestó que su relación va muy bien, bastante bien y somos muy amigos
. Negó que haya una rivalidad entre los dos y subrayó: se van a quedar con las ganas nuestros adversarios que quieren vernos divididos
.
Dijo que en el estado de México “estamos buscando que Alejandro Encinas sea el candidato a gobernador de los partidos de la Revolución Democrática (PRD), del Trabajo (PT) y Convergencia. En eso andamos, vamos a seguir insistiendo para que no le cierren la puerta a Alejandro y que él sea nuestro candidato, porque queremos ganarle a Enrique Peña Nieto, candidato de la mafia del poder para 2012
, enfatizó.
Pero si el PRD se va en fusión
con el PAN, “nosotros vamos a postular una candidatura del Morena, utilizando el registro, si así lo deciden, de PT y Convergencia. Lo ideal sería que el candidato fuera Alejandro Encinas, pero él lo está reflexionando, porque de lo que está seguro es que no sería candidato de la alianza PRD-PAN.
Respecto de Michoacán, López Obrador señaló que apoyará a los candidatos de PRD, PT y Convergencia que contenderán el 13 de noviembre por la gubernatura, 40 diputaciones locales y 113 alcaldías.
Comentó que habrá una buena relación con el nuevo dirigente estatal del PRD, Víctor Báez Ceja, porque tomó una decisión importante al no ir en alianza ni con el PRI ni con el PAN. Yo no puedo tener relación con dirigentes del PRD si van en alianza con el PAN o con el PRI
, manifestó.
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La gasolina Magna, la de mayor utilización en México, aumenta 8 centavos por litro; la Premium 4 centavos y el diesel 8 centavos por litro.
La Amegas, encabezada por Pablo González, precisó que a partir de mañana sábado la gasolina Magna pasa de 8.92 pesos por litro a 9 pesos; la Premium de 10.18 a 10.22 pesos y el diesel eleva su precio de 9.28 a 9.36 pesos por litro.
Solamente durante 2010, el precio de los combustibles tuvo un acumulado de 12.4 por ciento, es decir, tres veces más que la inflación del año pasado.
En el caso de 2011, de continuar la tendencia de incrementar el precio uno por ciento al mes, el aumento de precios será de nuevo del orden de 12 por ciento anual, otra vez por encima de la inflación calculada por el Banco de México de 3 por ciento más/ menos un punto porcentual para este año.
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Las armas
Estado fallidoy poder controlar mejor el aparato estatal de nuestro país, para lograr apoderarse por completo del petróleo y de otras riquezas estratégicas.
1. El gobierno panista de Felipe Calderón Hinojosa no ha sido ajeno a esta estrategia, que ha respaldado plenamente, tanto por afinidades ideológicas (por el odio que profesa al Estado surgido de la Revolución Mexicana) como en el objetivo de poder quedarse con el poder en 2006 tras el fraude electoral, para lo que necesitaba el apoyo de Washington, como lo han estado confirmando los papeles de Wikileaks difundidos por La Jornada, y así asumió como suyas estas políticas entreguistas que se le impusieron y que evidencian no nada más su corrupción sino su indudable traición a México.
2. La estrategia desarrollada para nuestro país luego de 2006 prosiguió y ahondó el esquema político neoliberal concebido en los años 60, impulsado por Ronald Reagan en los 70 como Plan México
y redefinido en su versión política más delirante en el nuevo siglo por la grave crisis financiera, económica y moral por la que ha atravesado Estados Unidos durante las administraciones de George W. Bush y de Barack Obama, bajo el rubro de Iniciativa Mérida
. Y ya se sabe que en lo político pretende subvertir el antiguo orden institucional mexicano, dejando la Constitución de 1917 como letra muerta, tornando inoperantes las principales leyes federales, y en especial las que consagran los derechos de la nación y las garantías sociales, entregar el control de la economía a los organismos financieros internacionales subordinados a Washington, intervenir de manera directa en el control de fronteras y costas, destruir al Ejército Mexicano y terminar con el pluralismo político, haciendo de México un territorio donde las multinacionales tengan vía libre para saquearlo.
3. La llamada guerra contra el narcotráfico
de Calderón fue en tal esquema el eje articulador de dichas políticas, como lo fueron en su momento las guerras de invasión en Afganistán y en Irak y ahora pretende serlo la de Libia. Esta guerra fue impuesta al débil, abrumado e inseguro panista Felipe Calderón, como lo calificaron desde 2006 los funcionarios estadunidenses, de nuevo también según los documentos del Departamento de Estado revelados por Wikileaks y La Jornada, y con ella se buscó crear un clima generalizado de terror, destruir la solidaridad colectiva y criminalizar la inconformidad social, pero también reordenar en provecho de Estados Unidos el negocio del narco, para lo cual se buscó apoyar a unos cárteles y combatir a otros, o dividirlos, para lo cual era menester un clima desbordado de violencia y se requerían las armas.
4. El nuevo escándalo estalló luego de que el policía federal estadunidense John Dodson, integrante de la Agencia Federal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, que tenía como misión impedir desde Phoenix (Arizona) el flujo de armamento al sur de la frontera, reveló el jueves 3 –mismo día del encuentro Obama-Calderón en la Casa Blanca–, durante el programa de televisión de CBS News, que a principios de 2010 se le ordenó permitir el paso de cargamentos de armas de Estados Unidos a México en el marco del operativo Rápido y furioso, aprobado por el Departamento de Justicia, para supuestamente seguirles el camino y detectar a los cárteles, con lo que miles de rifles AK-47 llegaron a México (en el marco de este plan) poco antes de marzo de 2010, mes en el que hubo 958 homicidios, y de que en diciembre se asesinara al agente Brian Ferry de la Patrulla Fronteriza, con una de esas armas, pero no obstante la gravedad de lo acontecido, tanto allá como acá, se ha buscado en estos días tergiversar los hechos, pretendiéndose que tanto Washington como México ignoraban la dimensión de lo acontecido.
5. La pregunta más sencilla no hace sin embargo más que exhibir a la “guerra contra el narco” de Calderón como lo que es: una guerra contra el pueblo de México. ¿Podrían haberse llevado a cabo estos operativos en la frontera más vigilada del planeta –porque el de Fast and furious no es el primero– sin que Washington ignorase sus alcances y sin que en Los Pinos nadie se enterase, como pretende el equipo de Calderón?
6. El nuevo escándalo han buscado minimizarlo tanto allá como acá, por la sencilla razón de que puso de manifiesto una vez más que la violencia que ha ensangrentado a nuestro país ha sido inducida y fomentada por los gobiernos tanto de Estados Unidos como de México, en el marco de una estrategia perversa que busca hacer entrar en descomposición al Estado mexicano como vía para desmantelar a la nación y someter a los mexicanos. El escándalo ha sido acallado en el mismo Congreso estadunidense porque los legisladores saben que el armamento que circula en territorio mexicano no proviene de alguno otro de los principales países exportadores de armas (Gran Bretaña, Francia, Rusia o Alemania) sino de Estados Unidos, donde no se combate a los cárteles locales y donde el gobierno sabe con precisión qué armas han sido vendidas y a quiénes.
7. La introducción de las armas estadunidenses a México, decidida por Washington y tolerada por Calderón, fue también una burla a las fuerzas armadas mexicanas, de ahí la simulación del espurio panista tras su visita a Washington de estar agraviado por la difusión de los cables de la embajada estadunidense a través de Wikileaks y La Jornada, que le dolieron por lo que de él se dice, presentándolo como sumiso, incompetente e inseguro, y no por la caracterización crítica que se hace en los mismos del Ejército Mexicano, porque él desde 2006 pactó con Washington esas políticas tendientes a descalificarlo como un requisito para entregar las tareas de seguridad a otros cuerpos armados sometidos más directamente a Washington.
8. La supuesta guerra “contra el narco”, que ha sido el eje de las políticas del actual gobierno panista, y que ha cobrado la vida de más de 30 mil mexicanos, está logrando sus objetivos: Calderón se ha mantenido en la silla presidencial con el respaldo en todos los órdenes de Estados Unidos y anda ahora desaforado pretendiendo que un panista lo va a suceder en 2012, y a su vez Washington ha logrado ir imponiendo la tesis de que México es un Estado fallido
y, en contra de lo que prevé la Constitución, se ha ido apoderando de los espacios y recursos estratégicos de la nación.
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Un buen ejemplo es la actitud hacia la revuelta árabe y, muy en particular, el caso de Libia. Hay amplios sectores antisistémicos –o que dicen serlo– que simpatizan con Kadafi, observan la revuelta en su contra como una maniobra occidental y no dan mayor importancia a la masacre que el régimen está haciendo contra su propio pueblo. Una parte de este sector, y no me refiero sólo a algunos gobernantes, siguió con simpatía las revueltas triunfantes en Túnez y en Egipto, pero no así en aquellos países cuyos gobiernos tienen algún grado de enfrentamiento con Estados Unidos. Una hipotética revuelta popular en Irán, o en China, por ejemplo, no sería acompañada por amplios sectores que se entusiasman con revueltas similares en otros países.
Esta es apenas una de las múltiples contradicciones que atraviesan el campo anti imperial-capitalista. Todo indica que a medida que la crisis se vaya profundizando y las contradicciones se hagan más virulentas y complejas, las diferencias se harán mayores. Sin pretender agotar el tema sino apenas abrir un debate, parece necesario abordar cuatro aspectos en los que hoy se manifiestan hondas diferencias.
El primero es la actitud hacia el Estado. En el seno de los antisistémicos hay por lo menos dos posiciones contrapuestas: convertirse en Estado o rechazar ese camino para construir algo diferente. Parece evidente que la mayor parte de los movimientos están a favor de la primera opción, para la cual trabajan de modo consistente ya sea por la vía electoral o por la insurreccional o, más frecuentemente, combinando las dos. A medida que se profundiza la descomposición del sistema, parece crecer la oposición interna a los gobiernos progresistas y los alineados con el socialismo del siglo XXI, lo que tiende a reabrir un debate que iniciaron los zapatistas y algunos intelectuales en la década de 1990.
Los problemas que presenta este camino son evidentes y en esa coyuntura se hacen aún más nítidos. El riesgo de legitimar el orden mundial y de usar el aparato estatal para lo que realmente ha sido creado: controlar y reprimir a los de abajo.
La segunda cuestión ha sido planteada semanas atrás por Immanuel Wallerstein al destacar las diferencias entre quienes optan por el desarrollo y la modernidad y quienes llaman a un cambio civilizatorio, sobre todo los movimientos indígenas que apelan al buen vivir
. Es cierto que este es un asunto crucial del cual depende el modo como se vaya a resolver la crisis sistémica, pero no está en absoluto separado de la primera opción.
Si las fuerzas que buscan cambiar el mundo optan por el camino estatal, esa lógica impone sostener el Estado del que se han hecho cargo y, en consecuencia, deben asumir el desarrollo y profundizarlo. Es lo que están haciendo los gobiernos sudamericanos a través del extractivismo. Los estados necesitan recursos urgentes e ingentes que sólo pueden conseguir cediendo territorios a la acumulación por desposesión, lo que inevitablemente choca con la resistencia de los pueblos indígenas, con campesinos y pobres urbanos.
En teoría, se puede argumentar, habría otros caminos desde el Estado. Pero los hechos dicen lo contrario. El resultado es una creciente polarización social y política, inherente al extractivismo, que hace que el Estado sea cada vez más Estado y las resistencias cada vez más porfiadas. Por el contrario, los que rechazan el camino estatal se han abocado a construir formas de poder rotativas, territoriales o no, que ya no responden a la familia de los estados-naciones.
El tercer problema se relaciona también con estas opciones. Las fuerzas antisistémicas pertenecen a dos grandes familias culturales: las que responden a la forma-Estado, como los partidos, y las que anclan su potencia en las diversas formas que asumen las comunidades. Éstas pueden ser las tradicionales comunidades indígenas renovadas y democratizadas, o bien comunidades urbanas y campesinas, pero siempre responden a otra forma de construcción.
En las coordinaciones entre estas fuerzas, por más flexibles y horizontales que sean, la cultura de la representación y la de la democracia directa suelen chocar y los entendimientos no son sencillos. Pero tienden a ser las organizaciones estadocéntricas –desde los partidos y las grandes centrales sindicales hasta las ONG– las que terminan apoderándose de los espacios comunes, monopolizando la palabra y convirtiéndose en representantes de la diversidad que, mal que nos pese, queda marginada.
No niego que en este terreno se ha avanzado bastante, que se ha conseguido construir espacios colectivos donde el respeto a la palabra y la identidad de los otros es incomparablemente mayor que antaño. Sin embargo, estamos ante una dificultad que debe ser debatida y no ocultada.
En cuarto lugar, está la cuestión de la ética. ¿Es posible compatibilizar Estado y ética? Para ser más preciso: ¿cómo se puede llevar ética a un tipo de relación, como la estatal, que separa rigurosamente medios y fines? El Estado es una relación instrumental, racional, vertical, una herramienta adecuada para mandar mandando que no puede mandar obedeciendo porque entraría en implosión, si es que su propio modo de hacer no lo impide por la fuerza.
En estos momentos tan cargados de esperanza que vivimos, asumir estos debates con serenidad supone aceptar los límites de ambas estrategias. Quienes apostamos a un camino no estatal sabemos que no estamos en condiciones, por el momento, de ir más allá de experiencias locales y regionales. Unos y otros nos necesitamos y podemos hacer juntos, a condición de colocar la honestidad y la ética en el timón de mando.