martes, septiembre 12, 2006

Una pequeña muestra de cómo piensa el dueño de la Cerillera La Central (no es de extrañar que haya patrocinado la campaña fecalense)

Tomado de Letra S (5 de mayo de 1998)


Las sesudas conclusiones del experto Barroso
Antonio R. Cabral

Son del dominio público las razones por las cuales las personas que padecen el síndrome de inmuno deficiencia adquirida (sida) han sido estigmatizadas. La enfermedad, se decía, es un mal que llegó para castigar la promiscuidad y las conductas sexuales de algunos grupos desenfrenados. No faltó quien dijera que el sida fue un castigo de Dios para aquietar a los hijos descarriados. Con el paso del tiempo, y quizás como resultado del mejor conocimiento de la enfermedad, del mayor número de enfermos fuera de la comunidad homosexual y de la mejor información, el sida ha ocupado gradualmente el lugar que debió tener desde el comienzo: un problema no de moral sino de salud pública. Sin embargo, las recientes declaraciones del señor José Barroso Chávez --presidente vitalicio de la Cruz Roja Mexicana--, tienen barruntos de que tanto la ignorancia como la intolerancia son también, como en el medioevo, problemas de salud pública o de insalubridad política.



Acorde con Barroso: ``es mentira que el uso del condón sirva para evitar el contagio del sida, porque los estudios científicos a nivel internacional han demostrado que falla hasta 40 por ciento''1. Evidencias científicas han mostrado precisamente, ahora que la transmisión sanguínea está prácticamente eliminada, que la satanizada bolsita, bien usada, protege contra el sida a casi 100 por ciento de sus usuarios, tal protección sólo la supera el impopular celibato. Si fueran a título personal o no tuviera el puesto que ocupa, las declaraciones de Barroso Chávez no debieran tener mayor importancia, empero, llama la atención que no sean congruentes con la política de la benemérita institución que él dirige, pues información que difunde la American Red Cross en su llamado Hispanic SIDA Program no sólo dice que ``los condones evitan que una persona que tenga el HIV lo pase a otra que no lo tiene'' o que ``el uso efectivo del condón es una de las mejores formas de protección contra el virus. Usar condón puede salvarle la vida'', sino que el folleto explica claramente cómo usarlo, qué características debe tener, en dónde comprarlos, instruye cómo colocárselo e incluso recomienda, por si acaso, que se tenga uno disponible en la cartera, en el buró o en el baño.


En esa misma conferencia de prensa, por cierto convocada para informar sobre la misa que oficiaría el cardenal electo, Norberto Rivera, con motivo de la celebración de la cuarta Jornada Mundial del Enfermo el pasado 11 de febrero, Barroso, además de declarar que la Cruz Roja es apolítica y que no promueve ninguna religión (sic), dijo: ``nosotros tenemos otras muchas necesidades y si se mueren 10 mil personas del sida, pero hay un millón que están enfermas de males respiratorios o digestivos, yo creo que es mucho más importante ayudar al millón que a 10 mil''. Esto en buen español se llama establecer prioridades, pero la afirmación no sólo va en contra de los principios bioéticos universales de no maleficencia y justicia, sino que contradice formalmente lo que la Cruz Roja Mexicana define como su misión: ``Institución con carácter voluntario y no lucrativo que auxilia, sin distinción de raza, religión, condición económica o credo político, a todo ser humano cuya vida y salud se encuentre en riesgo, rigiéndose bajo los principios que nos distinguen de otra institución'' (el subrayado es mío).


En su intervención, don José también exhortó nuestro deber moral para detener la propagación del sida después de argumentar que su propagación continúa a pesar de los esfuerzos del Conasida; al hablar, Barroso aplica su opinión y olvida que son otras las razones por las que en los países subdesarrollados la propagación del sida no se ha logrado abatir: intolerancia religiosa, desinformación, recursos insuficientes. Las sobredichas declaraciones de don José también pasan por alto que en aquellas naciones en las que los programas de prevención e información llevan más de cinco años, la diseminación del VIH ya empezó a declinar. Dicho de otro modo, si queremos que el sida no desaparezca de nuestros países o que ni siquiera podamos aspirar a que se contenga, sigamos las indicaciones de Barroso Chávez: ignoremos las verdades científicas, dediquémonos a hablar de moral y no de salud pública, y apliquemos nuestras opiniones individuales a troche moche y sin principios éticos que tomen en cuenta los intereses de todas aquellas personas afectadas por nuestras decisiones. Todo a pesar de que la mortalidad por sida en México siga creciendo exponencialmente, que sea una de las 20 primeras causas de mortalidad general y la sexta causa de muerte en hombres mexicanos de 25 a 44 años.

Médico.1 El 18 de febrero el señor José Barroso Chávez reiteró al Conasida nuevamente esa cifra por escrito. Este punto amerita un análisis más profundo y será el tema de un texto próximo.

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