Que Ana Teresa Aranda pierde ante el Yunque
CUITLATLAN
La culpa fue de los asesores del gobierno
Fermín Alejandro García
Hasta hace algunos meses o semanas podía haber existido una salida al Lydiagate que tal vez hubiera evitado que se llegará al extremo de que esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tenga que determinar si procede o no un juicio político contra el gobernador Mario Marín Torres; pero los asesores jurídicos no hicieron caso de quienes hicieron esa sugerencia y ahora de nueva cuenta este asunto está socavando la imagen del jefe del Poder Ejecutivo estatal.
Esa propuesta era sencilla: la procuradora de Justicia, Blanca Laura Villeda Martínez, y el titular del Poder Judicial en el estado, Guillermo Pacheco Pulido, podían haber renunciado a sus cargos y admitir que existió una mala actuación en el caso la escritora Lydia Cacho, pero los responsables eran funcionarios menores que debían ser investigados y sancionados.
De esa manera en la Corte no habrían tenido elementos para señalar que hubo una confabulación para detener indebidamente a Cacho, y tal vez habrían recomendado que órganos administrativos en Puebla acabaran determinando la sanción contra los responsables. Y fin del asunto.
Pero desde febrero de 2006 –fecha en que estalló el escándalo del Lydiagate– la posición del Ejecutivo y el Poder Judicial ha sido la de morirse en la raya sosteniendo que la actuación de todos los servidores públicos de Puebla que intervinieron en este asunto fue correcta, apegada a la ley. Eso ha sido un craso error, ya que la detención y encarcelamiento de la periodista estuvo plagada de anomalías y violaciones al orden constitucional.
En especial, que Villeda y Pacheco hubieran sostenido que todo lo actuado fue correcto constituyó para el ministro que elaboró el proyecto de la resolución –que será presentado al pleno de la SCJN– la aplicación de la máxima de que “confesión de partes, relevo de pruebas”. Pues si en especial la procuradora se la ha pasado diciendo que todo estuvo bien, pues es evidente que el Poder Ejecutivo estuvo de acuerdo con las irregularidades del proceso penal que se la abrió a Cacho en Puebla, el cual nunca debió proceder.
La dinámica que ha privado es que los asesores jurídicos del lado del gobierno parecen no escuchar opiniones y cometen dislates, como el hecho en que en un par de ocasiones –como ahora por el asunto del supuesto espionaje telefónico que ordenó un ministro contra servidores públicos poblanos– han dicho que presentaran recursos de inconformidad o quejas contra la actuación de la SCJN.
Hasta un alumno de derecho sabe que contra la SCJN no se puede hacer nada. Que no existen esos recursos. Que hasta ahora nadie ha propuesto una reforma legal para que eso sea posible.
Por eso, si el caso Cacho–Marín sirviera como una especie de examen de habilidades yo creo que podrían perder la cédula profesional como abogados algunos altos funcionarios de la Consejería Jurídica del gobierno del estado.Y por supuesto, de la Secretaría de Gobernación.
A propósito de lo que viene en la SCJN, este fin de semana uno de los asesores jurídicos protagonizó una borrachera fenomenal. ¿Eso será un mensaje de lo que viene?
Los tres factores del fracaso de Aranda
El escenario que se prefigura para el próximo domingo es que Antonio Sánchez Díaz de Rivera va a ganar la candidatura del PAN a edil de Puebla. Tal posibilidad se puede explicar, entre otros factores, por el derrumbe del liderazgo que antes gozaba el otro contrincante de la contienda albiazul, Ana Teresa Aranda Orozco, quien perdió su capital por tres factores: su desdén por las panistas de Puebla, su incapacidad para construir nuevas alianzas y sus fallidas estrategias para intentar descarrilar el proceso interno del Partido Acción Nacional.
Lo cálculos más conservadores estiman que Sánchez se llevará los votos del 60 por ciento de los militantes que acudirán a la asamblea de Acción Nacional; mientras que la valoración más extrema señala que el actual diputado federal ganaría en una proporción de siete a tres, cuando hace apenas unos meses se consideraba que su popularidad no crecería y sería alcanzado por la señora Aranda.
Una ironía del actual proceso electoral interno del PAN, es que Aranda llegó al cargo de directora nacional del DIF, en el gobierno de Vicente Fox, gracias a que fue una propuesta por su actual rival, Antonio Sánchez Díaz de Rivera.
El legislador, antes de que iniciara el gobierno de Fox, recibió la encomienda de Josefina Vázquez Mota de hablar con Aranda para que ella propusiera a qué cargo podía ser ubicada y fue Antonio Sánchez, quien antes y después de dialogar con la panista, determinó que el espacio idóneo era la dirección del DIF.
Eso lejos de que afianzara una amistad o alianza política entre Sánchez y Aranda creó un distanciamiento de la segunda con el primero.
Y es que la ex presidente del PAN estatal se ensoberbeció con los dos puestos que tuvo en la gestión foxista, creyó que se quedaría siempre en cargos de primer nivel y que no recitaba acercarse a los grupos del PAN en Puebla. Vio a la capital poblana como un rancho al que no iba a regresar.
Una prueba de ello es que cuando llegó a ser la titular de la Secretaría de Desarrollo Social mandó a correr a unos 100 panistas que laboraban en esa dependencia y se identificaban con Francisco Fraile. Por ello ahora los frailistas una vez que su líder decidió no inscribirse en la competencia por la candidatura a edil de Puebla, con los ojos cerrados optaron por irse al bando de Antonio Sánchez.
Al iniciar el gobierno de Felipe Calderón, la panista se enfrentó con la ruda realidad de que no encajó en ningún cargo importante. Entonces echó mano de algunos apoyos, como el de la ex primera dama, Marta Sahagún, para buscar un puesto de elección popular en Puebla.
Creyó que tenía el camino allanado, por su popularidad y el supuesto espaldarazo que le dio el presidente nacional del PAN, Manuel Espino.
Sin embargo esos amarres no incluyeron a grupos de Puebla, con quienes nunca logró concretar alianzas. Por eso quienes la apoyan son los mismos panistas que siempre han estado con ella. Y eso no le alcanzó para ganar asambleístas.
Hace tres años todavía había un importante segmento de panistas que estaban dispuestos a sumarse a sus proyectos políticos, pero los decepcionó el desaire que recibieron de su parte cuando no quiso aceptar en ese entonces ser candidata a la alcaldía de Puebla, pese a que con ella el PAN tenía garantías de triunfo. No quiso dejar el gobierno federal y vio con desdén la posibilidad de regresar al estado.
Ese trato se sumó a otros maltratos que en el pasado Aranda hizo contra militantes de Acción Nacional. A eso se debe que le estén cobrando viejos agravios.
Dicen que la última carta que estaría buscando es descarrilar el proceso interno del PAN. Que su gente está ideando algunas estrategias. Lo que estaría buscando es que el CEN sea el que decida quién debe ser el candidato.
Pero el tiempo ya se agotó. Solamente algo extraordinario podría cambiar las cosas. La gente de Antonio Sánchez ya está preparando para contestar cada una de los ataques de los seguidores de Aranda, quienes al parecer ya se han quedado sin municiones.
Miedo en el SNTE 23
Este día habrá un movimiento inusual en las oficinas de la sección 23 del SNTE. El secretario general de esa organización, Jorge Rodríguez, mandó a citar a todos los miembros del Comité Ejecutivo, a los representantes de zona y los miembros de otros cargos intermedios. El objetivo es repeler una marcha de docentes inconformes con la nueva Ley del ISSSTE.
Pues se dice que esta marcha llegará este día a la sede del SNTE 23 y sus participantes buscarían tomar el inmueble. Eso es lo que se rumora. Eso explica las órdenes de Jorge Rodríguez, quien quiere tener gente de su lado para repeler a los inconformes.
Se haga o no esta marcha, quienes conocen a Jorge Rodríguez dicen que su carácter cada vez se vuelve más inestable.
Que parece que los resultados negativos de su gestión lo están empezando a causar problemas de personalidad.
Que no acepta escuchar voces críticas.
Que en todos lados ve intentos de conspiraciones en su contra.
Es obvio lo que le pasa. Es el poder que ya lo enfermó