jueves, marzo 20, 2008

Este chico de la Ibero esta molesto con Fecal por tonto

Agenda del debate
José Carreño Carlón
20 de marzo de 2008

La pasión de Calderón y la resurrección de AMLO

Juego presidencial defensivo frente al juego ofensivo del ‘legítimo’ en todas las canchas

Sin tregua de Semana Santa, sigue la caza de Mouriño y la meta de inmovilizar al gobierno

El jueves pasado, víspera del Viernes de Dolores, anticipábamos que el presidente Felipe Calderón llegaba a estos días de guardar con nuevos frentes abiertos, dentro y fuera del país. Nos reservábamos, sin embargo, la expectativa de que las cosas no fueran tan lejos ante la inminencia de la tradicional tregua de Semana Santa.

Ahora comprobamos que esta Semana Santa le tocó al presidente Calderón representar la Pasión de Cristo en forma de sacrificios en las expectativas de su gobierno, sólo que sin que sea previsible la gloria de la resurrección al tercer día.

Y podemos comprobar igualmente que, en cambio, ese milagro —el de la resurrección— lo protagoniza anticipadamente Andrés Manuel López Obrador: la resurrección de la viabilidad de su proyecto, con un resurgimiento de su presencia pública que ya apunta a una suerte de vida eterna en la política mexicana.

Si pasamos de las metáforas religiosas a las futboleras, tendríamos que decir que los partidos de la semana dejan ver a un equipo de Los Pinos estancado en una estrategia defensiva que en estos días lo ha llevado a perder la delantera alcanzada en el primer año de gobierno.

Sacó algo menos que un empate —de hecho cedió bastante más de lo que se hubiera esperado tras los publicitados y aparatosos preparativos de logística y comunicación— ante la prueba de fuerza a que lo sometió el domingo pasado el amago de huelga del sindicato de electricistas.

Y ahora las explicaciones incluso más elaboradas para procesar de la manera más indulgente este marcador pueden resultar tan poco sólidas como las del vapuleado Hugo Sánchez. Por ejemplo, que el gobierno no se empeñó a fondo para resolver los problemas de una empobrecida compañía de Luz y Fuerza en manos de un voraz y enriquecido sindicato, por no polarizar la situación en perjuicio de los supuestos avances en una reforma energética de mayor magnitud. O que se evitó la huelga electricista —a altos costos fiscales, políticos, sociales y de productividad nacional— para impedir que AMLO radicalizara con una bandera más su posición ante la reforma en su anunciada concentración del 18 de marzo en el Zócalo.

Dos estrategias frente a frente

En contraste con este juego defensivo llevado hasta una aparente parálisis del gobierno federal, la estrategia a la ofensiva de López Obrador lo llevó el mismo domingo a dar un golpe fulminante en la cancha de uno de sus partidos. Poco importa el espectáculo autodenigratorio de un proceso irremediablemente corrupto y abusivo en la elección del nuevo presidente del PRD. Y poco importa a quién se declare ganador. Lo importante es el resultado que se manejó en las percepciones públicas dominantes, en el momento en que era importante hacerlo. Y AMLO logró construir el domingo una imagen de fuerza según la cual él impuso al nuevo dirigente del PRD. Y fue así como pudo aparecer el 18 de marzo en su cancha del movimiento nacional contra la reforma energética, con el control absoluto que venía detentando sobre el principal partido de la izquierda mexicana (cualquier cosa que eso quiera decir).

Para el siguiente partido, el del 18 de marzo, se confirmaron las estrategias de uno y otro bando.

A la defensiva, en una cancha de Tabasco a la que se le quisieron dar forzados simbolismos, Calderón se apertrechó en su portería para apaciguar la ofensiva contraria con la frase de que Pemex no será privatizado y con su llamado a dialogar de manera abierta, objetiva y serena. Por otra parte, a partir de su instrucción a la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y al director de Pemex, Jesús Reyes Heroles, para iniciar cuanto antes los estudios de factibilidad técnica que lleven a la construcción de una nueva refinería, Calderón pareció decidir una discutible realineación de sus defensas, ahora con los piquetes presentes del sindicato petrolero, quienes —a la vieja usanza— ovacionaron al Presidente tras el anuncio. Antes, en otra jugada acaso más burdamente defensiva, el líder de dicho sindicato le había asegurado a Calderón que de lo que menos necesitan los petroleros es de “redentores de ocasión o de nostálgicos del poder o de los reflectores” (en obvia referencia a AMLO). Luego vino un remate defensivo igualmente anacrónico e ineficaz: “Donde haya un trabajador petrolero encontrará una mano fresca y amiga dispuesta a respaldarlo, señor Presidente”, le dijo el mismísimo Carlos Romero Deschamps con su Pemexgate a cuestas.

A la inmovilización del gobierno

Mientras tanto, a la ofensiva, en el Zócalo, sitio que no requiere forzar interpretaciones simbólicas, AMLO pudo adelantar que en una nueva concentración el martes 25 de marzo, dará a conocer la iniciativa que mantiene oculta el gobierno para privatizar Pemex. Enseguida amenazó con el hasta ahora eficaz petate de que “el despojo del petróleo dejaría latente el riesgo de una confrontación violenta”. Y en su nombre, Claudia Sheinbaum anunció una serie de movilizaciones y acciones de fuerza para impedir que siquiera llegue al Congreso la iniciativa de reforma energética. Cercos tanto en San Lázaro como en diferentes puntos estratégicos del país: aeropuertos, carreteras, instalaciones financieras y de Pemex fueron algunas de las operaciones “civiles” programadas.

Con su astucia de viejo priísta, en su discurso del jueves AMLO le dio calculada tregua ¿o convenida con alguien? a su victimado secretario de Gobernación. López Obrador no lo mencionó por su nombre en el mitin del Zócalo, según un cálculo socorrido de que quitarle la presión pública a la demanda de la separación de un funcionario, en este caso Juan Camilo Mouriño, es facilitar la decisión presidencial de removerlo. Ya habrá tiempo de cobrar esa víctima con el señuelo de que el cambio le quitaría obstáculos a los acuerdos para alcanzar la reforma energética. Y, una vez cobradas las nuevas facturas y reducido el gobierno a una posición defensiva crónica, ya llegará también el tiempo de clausurar toda posibilidad de iniciativa gubernamental y de imponerle el cerrojazo a todo proyecto de reforma.

Son las ventajas de quien lleva la estrategia ofensiva frente al que opta por la defensiva.

jose.carreno@uia.mx

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