La magistrada presidenta del TEPJF, María del Carmen AlanísFoto Cristina Rodríguez
Alonso Urrutia
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ordenó al Instituto Federal Electoral sancionar al Partido Acción Nacional (PAN) por la publicidad en Internet donde se incluye la frase si pierde el gobierno, perdemos los mexicanos
, por considerar que emplea los programas del gobierno federal para inducir el voto ilegalmente. Por estrecho margen de cuatro votos a tres se estimó ilegal el uso este mensaje que afecta la equidad de la contienda.
Quien fue más enfática en condenar la propaganda panista fue la magistrada presidenta del TEPJF, María del Carmen Alanís, quien sostuvo: pareciera que se está invitando a la relección del Presidente de la República; que se está invitando a votar por el gobierno y que, efectivamente, si no gana este partido, pues todo esto [los programas sociales] pudieran estar en riesgo de [no] continuar beneficiando a las poblaciones
.
En una larga intervención, Alanís fustigó los términos en que AN se publicita con dicha frase. Dijo no tener dudas de que el impacto real de esta propaganda en el electorado es inducirlo a pensar que “si no votan por un partido, están condicionando el beneficio de dichos programas al respaldo o apoyo de las propuestas de este partido. Está diciendo: ‘estas son las propuestas de mi partido, si no votas por el partido puedes perder’”.
Destacó que la sola referencia a los programas sociales no implica en sí misma una violación a la ley, pues se puede aludir como plataforma de gobierno, pero no sugerir el condicionamiento del voto para preservarlos, pues esto sí afecta la equidad de la contienda y el voto libre y razonado de la ciudadanía
, como se ha citado ya en la jurisprudencia del TEPJF.
El respeto al voto razonado –añadió– entraña la imposibilidad jurídica de quienes intervienen en los comicios de manipular los programas sociales para emitir el voto en determinado sentido.
Coincidió con el magistrado Manuel González Oropeza en que se incluyen en la propaganda el emblema del partido y la frase México, preparado para crecer
, mencionándose que el presidente Felipe Calderón está tomando acciones para enfrentar la crisis financiera mundial.
Estas dos se enmarcan en el encabezado de la propaganda y se destaca de manera uniforme con el mismo color, como si se tratara de un solo elemento, es decir, es lo mismo el partido político que el gobierno o el Ejecutivo federal. El mensaje hace ver que son una misma cosa
, todo ello asociado con los diversos programas sociales que tiene el actual gobierno.
Alanís criticó que en la misma propaganda se haga referencia a que Calderón envió al Congreso un conjunto de medidas, señalando que es tiempo de que exijamos a nuestros gobernantes que se olviden de siglas de partido y no le apuesten al fracaso del gobierno, porque si pierde el gobierno, perdemos todos los mexicanos. Únete a lo que queremos, lo mejor para México
, según reza la propaganda.
Para Alanís, ese mensaje da la idea del riesgo o peligro para la eficacia de la acción del gobierno y el beneficio social; se incluye el verbo perder, da a entender que, ante la falta de acción de los ciudadanos, el gobierno sucumbiría en los propósitos públicos; incidiriría negativamente en la sociedad, en los beneficios de los programas de desarrollo social que se han implementado; se pone en riesgo su continuidad y su aplicación
.
Largo fue el desglose de Alanís sobre los alcances del promocional en que se asocia la derrota del gobierno a la derrota de los mexicanos. El mensaje se traduce en la afirmación de que si no se obtiene el apoyo que se pide, quien pierde en realidad son los gobernados beneficiarios de los programas sociales
.
Con Alanís, respaldaron la sanción al PAN los magistrados Flavio Galván, González Oropeza y Pedro Penagos. En sentido contrario, Alejandro Luna Ramos –quien presentó el proyecto que exoneraba al PAN–, Constancio Carrasco y Salvador Nava reivindicaron la libertad de expresión y la posibilidad de los partidos de exaltar los programas sociales que instrumentan en el gobierno. Subrayaron que la propaganda en Internet implica que el individuo busque expresamente el sitio web del PAN y revise esa información, lo cual no se puede traducir en una inducción al voto, pues es el ciudadano quien acude a ese medio.
HACEN TANTAS COCHINADAS, QUE YA NO SABEMOS QUIEN ES QUIEN:
A ESTAS ALTURAS DEL PARTIDO, ¿SE PUEDE DISTINGIR LA DIFERENCIA ENTRE UNOS Y OTROS?

Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Los escándalos en los calderos de la política mexicana se están convirtiendo en asunto cotidiano, incluso están perdiendo impacto mediático.Los noticieros del duopolio televisivo hicieron caso omiso del campanazo que Miguel de la Madrid, ex presidente de México, propinó a su colega e inmediato sucesor, Carlos Salinas de Gortari, mediante el cual reconoció que, por carecer de información suficiente, se equivocó al entregarle la banda presidencial.
Ante la valiente entrevista que le hizo la periodista Carmen Aristegui, que fue divulgada en su programa radial, reconoció que la familia de su sucesor medró exageradamente durante ese sexenio; cosa sabida. Pero lo más contundente de sus respuestas fue la confesión de que la justicia es un estorbo a la gobernabilidad y que la impunidad es funcional al sistema político; ejemplificó con el contubernio entre el gobierno y los sindicatos oficiales, mediante el cual mutuamente se perdonan los errores y las malversaciones. Todo lo dicho es conocido por la gente, pero en boca de un vocero tan involucrado se convierten en dinamita pura.
De menor envergadura los desgarramientos editoriales de Roberto Madrazo y de Carlos Ahumada, en los que ambos se autoabsuelven de todo pecado y rajan leña contra todos los demás.La campaña electoral para la renovación de la cámara de diputados, cada vez más instalada en el estilo yanqui de la política, en el que lo que cuenta es salir lo menos dañado de la guerra sucia, contribuye de manera eficaz al desenmascaramiento de la podredumbre del sistema político.
Es de antonomasia un mensaje en los pendones propagandísticos del PRI, en el que dice, refiriéndose a los panistas: “Váyanse con los bolsillos llenos, pero ya váyanse”, lo cual constituye un altar a la impunidad y una clara aceptación de que la alternancia, para ellos, no es más que un quítate que ahí te voy, para hacer lo mismo. Es el cinismo que llegó para quedarse entre la clase política en el poder.Mientras en la zahúrda de la política se reparte mierda al por mayor, la crisis permanente y las espontáneas, hacen mella en la condición de vida de la mayoría de la población.
Ninguno de esos partidos hace la menor referencia a ellas; ni el PRI ni el PAN argumentan sobre la forma de resolverlas. El PAN dice que se requiere apoyar al tal Calderón, que está haciendo las cosas bien, en tanto que el PRI le achaca su incapacidad para gobernar. Hasta ahí. Por lo demás, que sean la compra del voto por la dádiva y el derroche de recursos propagandísticos los que definan al ganador, no sin dejar de utilizar la cosmética hollywoodense para impactar en el gusto del electorado, mediante candidatos “bonitos” que pretenden pasar por buenos.
En su debacle, la clase política tradicional se empeña en creer que aquí no pasa nada; que los millones de desempleados se quedarán tranquilos en sus casas esperando la salida natural de las crisis; que las mujeres se mantendrán sumisas mientras las cosas se resuelven; que .los campesinos se acomodarán a dormir al pie del huizache para dormir la siesta de su infortunio; que los pequeños empresarios y comerciantes quedarán conformes con bajar las cortinas de sus negocios sin protestar; que la juventud vea canceladas sus expectativas de estudio y empleo digno, o que los agravios de cada quien permanecerán guardados en el cajón del olvido individualista.
Cuentan con la eficacia adormiladota de la televisión para asegurar que cada quien rumie su desgracia en casa.Así suele suceder en la antesala de la tormenta: no pasa nada… hasta que pasa. Cada nuevo escándalo sirve de sacudida a la, de por sí, dañada estructura y agrega una nueva grieta. También suele suceder que se dan las voces de alarma y la elite, encerrada en su laberinto, hace oídos sordos a la inminencia de la catástrofe. Con el mayor sentido de la responsabilidad patriótica, López Obrador advierte que, de no renovarse la institucionalidad mexicana, no quedará otra alternativa que la debacle.
La historia enseña con claridad que no hay pueblo que aguante tal acumulación de agravios y que sólo basta una chispa para encender un incendio de carácter incontrolable. Hay quienes apuestan al estallido, como prerrequisito para la revolución; ignoran que en la violencia podrá ganar quien quiera, menos el pueblo. Es preciso seguir apostando a la revolución pacífica por la vía electoral.Las cosas tendrán que suceder, ojalá que sean para bien. De nosotros depende.
Marcelo Colussi
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.Augusto Monterroso“Las luchas de clases no pasaron de moda”. Es quizá inusual titular así un artículo de opinión. Inusual, o tal vez irrespetuoso. Pero necesario. ¿Por qué?.En el desarrollo del pensamiento occidental va surgiendo desde hace tiempo, antes de Marx incluso, una corriente que toma lo social como objeto de reflexión. Con distintas lecturas y con diferentes objetivos perseguidos, muchos autores van haciendo del todo social un campo de estudio. Lo investigan, lo desmenuzan, ponen sobre él el ojo crítico transformándolo así en un nuevo sector del saber; antes aún de llamar a eso “ciencias sociales” (ya entrado el siglo XX), va ganando solidez y profundidad el pensamiento en torno a ese problema novedoso en la historia, apareciendo así líneas de desarrollo con autonomía y pretensión de mayoría de edad en el campo de los saberes.
Surgen entonces la economía política, la sociología, la ciencia política como proyectos epistemológicos independientes. En ese movimiento, desde distintos referentes teóricos (filósofos como Hegel, economistas como Adam Smith o humanistas varios que vienen desde el Iluminismo francés en adelante), en todos los casos sin el más mínimo ánimo de transformación social, aparecen conceptos novedosos en la historia del pensamiento: explotación del trabajo, plusvalía, conflicto social, dialéctica del amo y del esclavo, gobierno del pueblo. Fue Carlos Marx quien da un salto y propone una línea de acción política definida para cambiar el estado de cosas a partir de esos conceptos, fundando lo que él llamó materialismo histórico. Pero todo ese fermento de cambio ya estaba en el pensamiento de su época.
La idea de lucha de clases, se expresara abiertamente o no, es algo que recorre buena parte del pensamiento político-filosófico occidental moderno.Más allá del ámbito académico o intelectual en sentido amplio, la idea de lucha de clases es algo desde siempre conocido por los poderes, por las clases dominantes. Parafraseando a Hegel podría decirse que “el amo tiembla aterrorizado ante el esclavo, porque sabe que tiene los días contados”, lo cual no expresa sino la estructura más íntima de las relaciones de clases: quienes detentan el poder saben que lo hacen a base de un forzamiento, y que para ello necesitan día a día estar renovando ese estado de explotación. Como justamente saben que hay una inequidad no natural en juego –mantenida a base de fuerza (el engaño de la ideología, y cuando es necesario: la represión con fuerza bruta)– la cuerda en tensión puede romperse en cualquier momento.
La explotación de clase se mantiene en un equilibrio inestable, pues siempre los explotados pueden rebelarse.Esa tensión perpetua que rige todo el edificio social es lo que mantiene en vilo a las clases explotadoras; si no, no serían necesarias fuerzas armadas de seguridad ni todo el dispositivo que día a día invisibiliza la explotación, manteniéndola. Como el amo sabe que alguna vez el esclavo puede abrir los ojos y levantarse, día a día debe renovar sus mecanismos de seguridad para la defensa de sus privilegios, pero sabiendo siempre que eso no puede ser eterno. De ahí que, aunque mantiene altanero sus prerrogativas, tiembla porque sabe que alguna vez puede perderlas. La historia de la humanidad no es sino una continua lucha donde los detentadores del poder defienden a muerte sus beneficios de clase social contra los que no las tienen, por miedo a que se las arrebaten.Esto es viejo como la humanidad. O, al menos, viejo como la humanidad desde que existen clases sociales, cuando el trabajo empezó a generar excedentes y alguien (el más fuerte, el más astuto, el más aprovechado…) se los apropió.
Las luchas entre grupos sociales diferenciados no es un invento moderno. Pero sí lo es, sin dudas, su tematización como objeto de estudio, como referencia en el discurso. En la historia de nuestra especie no fue necesario en ningún momento que emperador alguno, rey o señor feudal, en cualquier faz del planeta, escribiera o hiciera escribir qué son las luchas de clases. Simplemente se limitó a ejercer su poderío, explotación mediante, dando por supuesto que el mundo está estratificado, que “la chusma” trabaja y que los poderosos usufructúan el producto de ese trabajo.
Cuando ese mecanismo íntimo de las sociedades comienza a ser puesto como un objeto de estudio, surge un pensamiento político novedoso, pero que no necesariamente lleva a la proclama transformadora de la sociedad. Cuando Hegel, por ejemplo, formula la “dialéctica del amo y del esclavo” en el capítulo IV de la “Fenomenología del Espíritu”, en 1807, tocando el núcleo de las relaciones de poder entre los seres humanos, no está haciendo un llamado a revolucionar esas relaciones. Fue Carlos Marx el que lo hace, pero no porque descubriera que “las luchas de clases son el motor de la historia” sino porque ese conocimiento lo toma como punto de partida para un proyecto político, novedoso en su momento, un proyecto que es más que científico.Decíamos que puede resultar absurdo afirmar que las luchas de clases “no han pasado de moda”. Obviamente no pasaron de moda, claro está.
¿Por qué esta aseveración entonces, rayana casi en lo ridículo? Por cierto, tiene un sentido el día de hoy: de lo que se trata es de recordar que ellas salieron del campo del discurso, no se las menciona, se las invisibiliza como asunto a discutir. Y lo que no se menciona, no existe.Por supuesto que las luchas de clases siguen siendo el motor de la historia. ¿Alguien en su sano juicio podría negarlo? Lo importante a destacar –y esa es la razón de un título que, además de absurdo, pretende ser provocativo– es que hoy día, caídas las primeras experiencias socialistas del siglo XX y con un aparente triunfo absoluto del capitalismo, las ciencias sociales y la práctica política se han “amansado”. Al decretarse el presunto fin de las ideologías algunos años atrás, todas las ciencias contestatarias, aquellas que hacían de la denuncia social su razón de ser, quedaron algo huérfanas, sin referentes, perdidas.
Fue así que en el campo de las ideas, en el ámbito del pensamiento crítico, en la academia, la noción de lucha de clases pareció opacarse. Hijos del pensamiento mágico-animista como seguimos siendo en algunos aspectos, la ilusión generalizada es que al no mencionar algo, no existe. Falacia insostenible a todas luces, pero lo humano no se rige sólo por la racionalidad. Si no, no podrían entenderse innumerables actitudes y comportamientos, totalmente irracionales vistos con la vara de la razón, que es la razón moderna, occidental, científico-técnica (que, además, es de tez blanca y en versión siempre varonil).Por cierto que es irracional, desde el punto de vista del desarrollo de las ciencias sociales, abandonar el concepto de lucha de clases. Pero vemos que eso es lo que ha estado sucediendo en las últimas décadas del pasado siglo. Ahora bien: ¿irracional, o tendenciosamente manipulado, producto de los tiempos políticos que corren?Caído el muro de Berlín, y con esa caída todo lo que ello significó –esperanzas y valores de justicia también caídos– el discurso de la derecha se sintió triunfal. En un sentido, claro está, lo fue.
Aunque el capitalismo como sistema sigue sin ofrecer salidas para la totalidad de la humanidad –no sólo porque no quiere, sino porque no puede–, y aunque ahora, ya hacia fines de la primera década del siglo XXI vuelve a empantanarse de una manera fatal con todas las consecuencias monstruosas que ello podrá acarrear (¿una tercera guerra mundial quizá?), el discurso dominante, la cultura, el campo del quehacer académico sigue aún imbuido de las modas intelectuales dominantes en estos últimos años. Y en esa agenda adoradora del libre mercado, individualista, irresponsablemente consumista, salió de circulación aquello de “lucha de clases”.Salió de circulación del mundillo académico, de los programas de estudio, del decir de las ciencias sociales, de muchos actores políticos inclusive. Pero ahí sigue estando.
Aunque parezca tonto insistir en ello, es necesario, imprescindible agregaríamos, porque la tendencia actual la ha ido desdibujando a punto de intentar hacerla pasar al museo como rareza del pasado. Hoy día la línea dominante, cuando no es abiertamente neoliberal y apologista de la empresa privada, es complaciente con el sistema económico. Y es en esa lógica que se van inscribiendo las nuevas tendencias, las nuevas modas intelectuales. Ciencias sociales que no denuncian, que sólo sonríen al poder.Sin negar en absoluto la pertinencia de nuevos sujetos teóricos y prácticos en el campo de las ciencias sociales como son todo tipo de exclusión (léase: discriminación de género, discriminación étnica), pareciera que estos nuevos campos dominan todo habiendo esfumado el tema de clases.
¿Es que acaso se resolvieron las contradicciones de clase?Decir esto no pretende sino mantener viva la problemática que define todo el edificio social: las contradicciones de clases económicas siguen siendo el motor de la historia. De todos modos hoy, dadas las actuales circunstancias de agotamiento de los primeros modelos socialistas y aparente triunfo de la libre empresa (¡aparente!, por supuesto, porque tres cuartas partes de la humanidad siguen viviendo en condiciones de precariedad, aunque sean hijas de la economía de mercado), las contradicciones de clases han salido del discurso, no se las nombra, se las busca olvidar.Desde hace algunos años, justamente desde que fue proclamado el “fin de la historia” con el grito triunfal de la globalización capitalista neoliberal, los conflictos sociales se ven con desconfianza (al menos, los poderes los ven así). Sin hacer una apología de la violencia, no deja de tener algo de ingenuidad el furioso llamado que se hace a la “resolución pacífica de los conflictos”. ¿Está fuera de moda hablar de lucha de clases entonces? ¿Es de mal gusto?
Esa pareciera ser la tónica dominante: de Marx (Carlos Enrique, el pensador alemán fundador del socialismo científico, 1818-1883, ese judío de nacimiento que vivió buena parte de su vida en Londres) hemos ido a parar a marc’s (métodos alternativos de resolución de conflictos). ¿Y cómo se “resuelven” alternativamente las contradicciones de clase? ¿Alguien podrá decirlo con visos de seriedad? ¿O de eso no se habla?Por supuesto, sin ningún lugar a dudas, la cuestión de género y la cuestión étnica tienen una importancia mayúscula. Incluso, en honor a la verdad, es sano tener en cuenta que el marxismo clásico tuvo estos puntos como asignaturas pendientes, que hay ahí una deuda histórica desde las izquierdas. Pero que todo se va a solucionar atacando estos factores, como mínimo es ingenuo. Solidario de eso es la visión de la pobreza como “cuerpo extraño”, como mal en sí mismo que habría que atacar. Pero la lucha ¿será contra la pobreza... o contra la injusticia?
No se puede arreglar la primera sin resolver la segunda.El visceral odio de clase de los explotadores, los que juegan golf y viajan en jets privados, los que viven de la explotación del trabajo de las grandes mayorías y no se lavan la ropa interior ni cocinan lo que comen, ¿acaso terminó? O más aún –esto es el nudo gordiano del asunto– el miedo estructural de las clases poseedoras, miedo a que alguna vez el “pobrerío” levante la voz, no ha terminado. “El amo tiembla aterrorizado ante el esclavo porque sabe que tiene sus días contados”. Mientras haya clases sociales, mientras haya propiedad privada de los medios de producción que defender, ese miedo seguirá presente. Y ello aunque haya quien diga que seguir pensando en lucha de clases sea algo del pasado.Entonces, simplemente eso: recordémoslo, no olvidemos cómo está hecho el mundo y la causa de buena parte de nuestras desventuras.
Que las modas intelectuales no terminen siendo eso: modas que se imponen. Mantengamos viva la esperanza en un mundo mejor, aunque para ello lamentablemente tengamos que seguir recordando que para llegar ahí hay que superar la sociedad de clases, lo cual implica lucha, mucha lucha. Porque, definitivamente, aquellos que siguen jugando golf y viajando en jets privados, aunque seamos civilizados e intentemos arreglar pacíficamente los conflictos, no cederán un milímetro de sus privilegios de buena gana. Al contrario, reaccionarán como siempre lo han hecho cada vez que se les cuestione. Lo cual, para concluir, no hace sino recordarnos que las clases siguen ahí.