martes, noviembre 21, 2006

"Acaba una etapa y comienza otra; no hubo tanto grito": adeptos de AMLO
El gabinete del "presidente legítimo" empieza a perfilar su agenda de trabajo
ARTURO CANO


Asistentes a la toma de posesión de López Obrador Foto: María Luisa Severiano
El "gobierno legítimo" vive, la lucha sigue. La consigna no suena pero la plaza y el discurso la sugieren, y más si se habla con quienes esta tarde han venido a cerrar la ceremonia con el grito: "¡Que viva Andrés, mi presidente es!"
Y ya, ese era el sentido de la ceremonia de hoy, cumplir un resolutivo de la convención nacional democrática (CND) y hacer de Andrés Manuel López Obrador "presidente legítimo de México".
Sin embargo, Refugio Martínez Torres, profesor de escuela primaria, vino de Querétaro, acompañado de su esposa e hija, con algo más en la cabeza: "No sería correcto que sabiendo que ganamos nos quedemos con el golpe. Si López Obrador siguiera sólo como líder del movimiento opositor significaría que aquí no ha pasado nada, y eso no lo podemos permitir".
"Venimos a ver qué sigue", dice Agustín Pereyra, integrante de un grupo de jóvenes arquitectos, dos hombres y dos mujeres, habitantes del multifamiliar Juárez en la demarcación del mismo nombre ("un lunar en esa zona", definen, dado el voto panista mayoritario en la Colonia del Valle).
Pereyra y sus amigos encontraron datos y líneas novedosas en el discurso de López Obrador y se van satisfechos porque hallaron lo que buscaban.
"Su propuesta es que todos tenemos que estar con las pilas puestas, todos, y esa postura lo separa incluso del partido político al que está ligado."
Amanda Ruiz es más claridosa: "Sí, nos queda claro qué sigue, porque todos podemos ser representantes del gobierno legítimo y porque ahora López Obrador mencionó con sus nombres a muchas empresas. A Telmex ni la había tocado".
Se pregunta a los jóvenes cómo vieron este acto comparado con otros, especialmente las protestas tras los comicios del 2 de julio: "Pues frío", dice Pereyra, y todos sueltan la risa, armados, como todos los asistentes, de sus chamarras más gruesas, bufandas y guantes (los que tienen tales prendas).
"Aquí vemos que se acaba una etapa y comienza otra ­explica Pereyra­; no hubo tantos gritos y la gente vino con sus carteles viejos, remendados para la ocasión."
Y sí, al menos hasta el 16 de septiembre las marchas y concentraciones fueron avalanchas de consignas, de carteles hechos a mano, de mantas y monigotes improvisados, todas expresiones de la indignación, respuestas al agravio electoral.
Contrastes
El ánimo de esta tarde es distinto. Se puede permanecer en la esquina de Uruguay y Pino Suárez 10 minutos, viendo el masivo desfile, sin escuchar una sola consigna.
Lo que sí hay son banderas nuevas. Los marchantes las ofrecen a 10 pesos en todas las bocacalles, cerca de las estaciones del Metro. Guillermo Cruz, empleado federal y vecino de Tláhuac, compró una bandera blanca con la imagen del águila juarista elegida por López Obrador como emblema de su nueva apuesta política. La carga su esposa, la portan sus dos pequeñas hijas. "Escogimos la blanca porque no somos perredistas."
La otra bandera a la venta era una amarilla, con la foto de López Obrador y el símbolo del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Es la que no quiso Guillermo Cruz. Para él, son los gobernantes emanados del sol azteca los que pueden dar al traste con la idea de un "gobierno legítimo".
"Ellos quieren un movimiento de resistencia, pero de lo que se trata es de ejercer el poder, de hacer programas sociales desde los gobiernos perredistas con imaginación, con creatividad, como dice Andrés Manuel."
Así se habla por acá abajo de la delgada línea roja resistencia-gobierno, o como le quieran decir, que anda en boca de todos los perredistas.
Basilisa Aguilar Cortés, delegada de un hospital del Seguro Social en Acapulco, es aún más directa. Llegó desde el viernes y vino nomás "para apoyar a Andrés Manuel". Porque para ella el gobernador Zeferino Torreblanca "es un ratero" y Félix Salgado Macedonio, alcalde acapulqueño, "simplemente un pendejo".
"No, no somos del PRD, pero para la izquierda es lo que hay ahorita", dicen, sin espíritu costeño, los jóvenes arquitectos.
El gabinete vive, la lucha empieza
"No tengo ambiciones políticas, conozco el asunto y esto es importantísimo", afirma sosegado, como siempre a punto de la risa, Luis Linares Zapata, uno de los 12 integrantes, seis hombres y seis mujeres, del gabinete de López Obrador.
Aquí andan todos, una hora antes de la llegada del tabasqueño, deslizando sus encomiendas, chacoteando con los reporteros con los que se llevan de a cuartos, aguantando el desorden que trae vueltos locos a los responsables de la seguridad.
Cada uno en su tema, adelantan, deslizan sus encomiendas y los paquetotes que tienen enfrente. Linares, por ejemplo, habla de la libre importación de maíz y frijol que "les va a dar la puntilla a 4 millones de productores, además de los 5 mi-llones que ya mandó al carajo o de migrantes a Estados Unidos".
Laura Itzel Castillo saca cuentas y al vuelo dictamina que el gobierno federal foxista gastó 5 mil millones de pesos en operación y 2 mil millones en viviendas, "lo mismo que nosotros en el Distrito Federal, por su esquema, que beneficia a las inmobiliarias". Martha Pérez Bejarano habla de la iniciativa para elevar a rango constitucional el Estado de bienestar.
El gabinete vive, su lucha empieza. "Uy, mi agenda es vastísima", expresa Claudia Sheinbaum, feliz de que esta tarde se haya juntado, "con todo y frío, más gente que el 16 de septiembre".
Entre todos se pasea, nervioso, Rafael Hernández, a punto de sus tres minutos ante el Zócalo repleto, pues le corresponde dar lectura al acuerdo, votado a mano alzada, de venir de nuevo a esta plaza el 1º de diciembre a las siete de la mañana, día de la toma de posesión de Felipe Calderón Hinojosa, día de pronóstico reservado o de sainetes mal montados, según se le vea, pero que, como se le vea, ha tenido ocupadísimas a las clases políticas de todos los colores en las últimas semanas (¿San Lázaro o el Auditorio Nacional? ¿Fox o no Fox? ¿Debe o no debe ir el presidente electo? ¿Alcanzará la Policía Federal Preventiva para Oaxaca, la avenida Congreso de la Unión, más las narcoejecuciones que se acumulen en los próximos días?, con todos sus etcéteras).
Aunque las cuerdas se revienten
Para haber causado tanta expectación, el ritual dura muy poco.
López Obrador pone un pie en la escalera, se amarra una agujeta y acto seguido recibe un pliego con el resolutivo que lo declara presidente electo según acuerdo de la CND, el emblema del águila juarista en metal y la banda presidencial de manos de la senadora Rosario Ibarra de Piedra, quien en el pecho porta el retrato de su hijo desaparecido.
En el templete sólo hay 13 sillas, para los 12 integrantes del gabinete y López Obrador. El camina hasta el podio y rinde protesta a su cargo.
Abajo están los dirigentes del Frente Amplio Progresista, las autoridades en funciones y electas del Gobierno del Distrito Federal, así como centenares de reporteros y fotógrafos.
Viene el discurso. Andrés Manuel López Obrador agradece a los asistentes, habla de los medios, del aniversario de la Revolución Mexicana, de las fórmulas de organización que vienen, de cómo funcionara su gobierno.
También defiende su estrategia: "A pesar del coraje, la tristeza y los avatares del conflicto poselectoral, hemos sabido interpretar los acontecimientos y tomar decisiones de fondo".
Y matiza: "Me han atacado sin tregua porque dije: '¡Al diablo con sus instituciones!' Pero no fuimos nosotros quienes las echaron a perder. Quizá debí ser más preciso y decir: '¡Al diablo con las ruinas de instituciones que nos quieren imponer luego de envilecerlas y desmantelarlas!'"
Eso, el matiz y la respuesta que muchos vinieron a buscar, el viejo ¿qué hacer? López Obrador habla de una red, de un directorio de millones, y de la convocatoria para cuando llegue la hora de parar "una injusticia", de evitar la consumación de "un acto impopular o entreguista".
Líneas atrás, López Obrador lee las "veinte medidas del gobierno del pueblo". La enumeración no termina cuando la memoria sesentera de un izquierdista define: "Es un programa de lucha".
Silvio Rodríguez, el cantautor cubano (¿sabrá que Felipe Calderón canta sus canciones?), saluda a López Obrador con una mano. Con la otra sostiene una guitarra prestada. Se le rompe una cuerda. No hay repuesto. Le ponen la cuerda de una jarana. Silvio termina recitando: "Te doy una canción", la que cierra aquel verso de "como doy el amor".
No hay mejor metáfora que las cuerdas. El "gobierno legítimo" vive, sí, la lucha sigue. Enfrente hay una orquesta sinfónica, así sea de puros metales preciosos. Pero aquí, en la fría noche del Zócalo, hay muchos dispuestos a rascarle a una lira sin cuerdas.

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