“Es una vuelta al Porfiriato”,
MEXICO, DF, 12 de abril / Con el conjunto de iniciativas que envió al Congreso el martes 8, Felipe Calderón pretende, junto con sus patrocinadores del sector privado y sus aliados priistas, concluir la “larga marcha” de la derecha mexicana contra la principal herencia de la Revolución y de Lázaro Cárdenas: La nacionalización de la industria petrolera.
“Es una vuelta al Porfiriato”, advierte el historiador Lorenzo Meyer, quien afirma que el proyecto privatizador de Calderón, materializado en las iniciativas de reforma petrolera, forma parte de una “sistemática ofensiva contra los valores del cardenismo”, entre ellos el ejido y el combate a la desigualdad.
“Lo que ahora vemos no es más que la conclusión de una larga marcha que comenzó con el surgimiento del Partido Acción Nacional (PAN), en 1939, y ahora está queriéndole arrancar al cardenismo la joya de la corona”, expone el investigador, al dar dimensión histórica a la decisión de Calderón.
Meyer, autor de libros imprescindibles sobre la industria petrolera –como México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942), editado por El Colegio de México en 1968, y Petróleo y nación (1900-1987). La política petrolera en México, escrito junto con Isidro Morales y editado, en 1990, por el Fondo de Cultura Económica (FCE)–, tiene la certeza de que las iniciativas serán aprobadas con el apoyo de los legisladores del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Nadie puede hacerse el tonto. Si la propuesta está es porque ya se negoció con el PRI. Si no se hubiera negociado, no envía esa propuesta. Hubieran hecho el ridículo y no esperan hacer el ridículo”, puntualiza el historiador, quien censura a Calderón por haber ensalzado, en su mensaje en cadena nacional, a Cárdenas y “destruir lo último que, de manera material, queda” de él.
“El hecho de que Felipe Calderón haya hablado de Lázaro Cárdenas es un homenaje del vicio a la virtud”, juzga el historiador, quien advierte de la repercusión histórica de la apertura al sector privado: Con cierta frivolidad o estupidez no se le da mayor importancia, pero esto es un negocio redondo. Los recursos que se van a obtener ahora abriendo la puerta al capital externo es a costa del futuro.”
En ese mismo sentido Rolando Cordera concluye, después de revisar las iniciativas enviadas por Calderón al Congreso, que efectivamente se pretende permitir la participación del sector privado en áreas que el artículo 27 constitucional reserva al Estado.
Autor junto con Carlos Tello de La disputa por la nación –un libro que, en 1981, planteó la confrontación entre los proyectos nacionalista y neoliberal– y El auge del petróleo: De la euforia al desencanto, editado en 1989, el economista disiente del historiador en cuanto a la aprobación segura de las iniciativas apoyadas por la derecha encabezada por Calderón.
“Hay una larga marcha de la derecha mexicana en la que se ha involucrado el panismo, en algunos casos incluso renegando de sus postulados, pero esa larga marcha no ha terminado ni creo que termine con una victoria que le sea útil al propio proyecto económico y social de la derecha.
“Da la impresión de que aquí había demasiada prisa porque la coalición de negociantes que apoyó al PAN y a Calderón, y antes a Vicente Fox, estaban ya hartos de tanta posposición. Pero les hicieron caso y se aventaron con esto, pero no significa que vayan a ganar. Yo, al contrario de Lorenzo, pienso que la moneda sigue en el aire en esta materia”, sostiene Cordera.
Participante junto con Meyer en el grupo de intelectuales que le exigen al gobierno de Calderón honrar su palabra de convocar a un amplio debate en la sociedad sobre la reforma energética, el economista cree que es posible evitar la aprobación.
Regreso al siglo XIX
En entrevistas por separado Meyer y Cordera examinan las repercusiones históricas y económicas de las iniciativas enviadas por Calderón al Congreso, el martes 8, que contradicen el compromiso gubernamental de concitar un debate previo, tal como lo plantearon la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y el director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Jesús Reyes Heroles.
De hecho, fue a partir de esta convocatoria que un grupo de intelectuales decidió conformar un comité en defensa del petróleo, anunciado por Andrés Manuel López Obrador, el pasado 25 de marzo, en el Zócalo, que comenzó a reunirse para exigirle al gobierno “formas y métodos del debate”, tal como lo expusieron en su “Carta 1¿Qué es la privatización?”, firmada por 25 de ellos, que se han reunido en los domicilios del diplomático José María Pérez Gay y de la escritora Laura Esquivel.
El historiador Lorenzo Meyer, investigador de El Colegio de México y autor de Su majestad británica contra la Revolución Mexicana, 1900-1950. El fin de un imperio informal, es poco optimista en evitar la privatización del petróleo, pero es preciso, aclara, “dejar testimonio de que esto es una infamia”.
Para Meyer no hay duda: Se trata de liquidar la principal herencia de la Revolución y del cardenismo.
“En 1939 era imposible, pero con el paso del tiempo cada vez más la derecha pudo darle golpes a la herencia cardenista. Si tomamos como derecha al (priista) Miguel Alemán, que auque no era panista parecía, tenemos entonces los ‘contratos riesgo’ de 1949-1951; luego la lucha constante contra el ejido y la creación de un México en donde la desigualdad volviera a privar, porque quizá es con Cárdenas cuando la desigualdad social recibe el golpe más duro, pero luego se vuelve a constituir en el hecho central de México. Así, hay una especie de ofensiva sistemática contra los valores que representó el general Cárdenas y el cardenismo.”
Dice Meyer: “Desde la derecha quieren darle un golpe más, no el ultimo, porque todavía tendrían que cambiar el artículo 27 constitucional. Todavía no se atreven a tanto, no tienen la estatura para llegar a eso, pero están haciendo la labor de zapa.”
Por eso insiste en que Calderón ya pactó con el PRI: “Que quede alguien con el espíritu cardenista es poco importante, porque lo que pueden hacer desde dentro los militantes es nada, porque las cúpulas son las que cuentan. Y yo no veo a Manlio Fabio Beltrones como heredero del cardenismo.”
Por eso no queda mucho que hacer, ni siquiera desde el ámbito del grupo de intelectuales del que Meyer forma parte: “Nosotros no tenemos ningún poder político formal. Este grupo es, en última instancia, depositario de una idea de México, pero si el resto de México no la considera apropiada, qué cosa va a hacer uno, excepto expresar el rechazo y listo. Que quede por lo menos constancia histórica de que no todos los mexicanos fueron indiferentes, que no se tragaron el anzuelo o de plano iban abiertamente a contrariar esa que era la mejor herencia de la Revolución Mexicana.”
–En ese sentido, ¿hay una asunción de una derrota ante la derecha? –se le pregunta.
–Ese es mi caso. No puedo hacerme tonto. Es decir, la derecha ganó las elecciones de 2000, ganó las elecciones de 2006, tiene a todos los poderes fácticos, a todas las grandes concentraciones de capital, tiene a la mayoría de los medios de difusión, tiene a la Iglesia católica, tiene al Ejército Mexicano. ¿Qué más quiere? Tiene, desde luego, el apoyo exterior. Ya nada más falta que Dios venga y abiertamente les dé su apoyo.
Después de que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) “se suicidó”, por el inacabado conflicto de su elección interna, Meyer afirma que lo único que queda es el movimiento que encabeza López Obrador.
“Todas las instituciones, incluyendo a los partidos –unos porque se han suicidado, otros porque están a la venta al mejor postor y otros porque son abiertamente de derecha– están yendo en una dirección y el movimiento social es lo único que queda. Y la guerrilla, pero también es francamente más simbólica que real.”
En ese sentido, dice, “toda la responsabilidad” está en López Obrador y en el movimiento que encabeza. “Es el único líder carismático en México, el único líder de izquierda capaz de mover masas, el único que mueve masas, porque, desde luego, la derecha mueve intereses, pero no masas. Y las masas sólo en muy contados momentos tienen importancia en la historia de México.
–¿Cuál es la dimensión histórica de la privatización de Calderón?
–Es una vuelta al porfiriato, a la situación original. El arranque de la privatización del petróleo es Manuel González, en 1884, pero la consolidación es responsabilidad, ciento por ciento, de Porfirio Díaz. Son sus leyes mineras y petroleras que culminan en la de 1909, en donde le dan la propiedad absoluta de la riqueza petrolera a los dueños de la superficie sin que haya ninguna obligación, nada en contraparte.
“Esa fue la primera privatización. Luego vino la segunda, con Miguel Alemán, con los contratos de riesgo; viene la tercera cuando ya se hacen los contratos de servicios múltiples, y esta vendría a ser la cuarta privatización.
–¿Faltaría una quinta: la reforma al artículo 27?
–Sí, faltaría la quinta. Pero no creo que les haga mucha falta. Que Pemex saque el petróleo que pueda y, a partir de ahí, el interés privado hace todo lo demás: lo vende al exterior, lo refina, lo convierte en lo que sea y la renta petrolera se les va a ellos, dándole una parte al Estado para que éste no se moleste en hacer la reforma fiscal, no sea que se vayan a incomodar Telmex, Bimbo, Cemex o el montón de millones de mexicanos que viven en la economía informal y que no pagan nada de impuestos.
Las iniciativas de Calderón, advierte, ni siquiera tocan la voracidad de la élite administrativa y la corrupción del sindicato: “Es el corporativismo priista reciclado a favor del corporativismo panista. Y no los líderes petroleros, sino Elba Esther Gordillo. El PAN, en teoría, estaba comprometido en una lucha frontal contra el corporativismo, en la práctica es exactamente lo opuesto: Son cómplices.”
Por eso, dice que la responsabilidad de López Obrador es gigantesca: “El tiene una gran confianza en el movimiento social, pero la prueba que le viene encima es enorme. ¿Cómo se va a oponer ese movimiento social a la brutalidad de la fuerza del Ejército, de la Policía Federal Preventiva, del México oficial armado? Al final de cuentas, detrás de toda decisión política, está la fuerza y en este caso es más claro que nunca. Toda decisión gubernamental tiene la fuerza como última razón, pero en esta es más evidente.
“Ya tomaron una decisión desde el momento del desafuero. Ese es el arranque. Ahí quedó claro: La evolución política de México no pasa por entregar, aunque sea como parte de un juego de alternancia, nada a la izquierda, a la izquierda real, claro, a esa cosa que queda ahorita en las estructuras del PRD sí, también puede negociar con ella, pero la de a deveras, no.”
Ante el panorama que aprecia adverso, Meyer aclara: “Nunca nada es definitivo, es el único consuelo que me queda. No fue definitiva la expropiación petrolera, no será definitiva su privatización.”
Calderón “se pasa de listo”
Por su parte, a Rolando Cordera no le queda duda de que las iniciativas pretenden burlar el artículo 27 constitucional: “Están destinadas a ir abriendo puertas para una mayor participación de la empresa privada en diferentes actividades de la industria, sin que se justifique ni técnica ni analíticamente, y me atrevería a decir que ni constitucionalmente”.
Añade: “Lo que me preocupa es que el gobierno se haya obstinado en una práctica que, sobre todo los panistas, decían querer erradicar de la arena política mexicana: Es la táctica del engaño y del juego del gallo y la gallina”
Recuerda que Calderón, Kessel y Reyes Heroles convocaron a un diálogo nacional, previo a enviar una iniciativa, pero después el coordinador de los senadores panistas, Santiago Creel, dice que será el PAN el que la presente y luego, sin aviso, finalmente sí la envía el Ejecutivo
“Calderón se quiso pasar de listo con todos nosotros. Vuelve a las mismas jugarretas a las que ya estábamos acostumbrados con el PRI”, censura Cordera. “Quién sabe a quién quiso engañar o sorprender, pero fue una falta de respeto a sus propios términos de gobierno por la vía de la discusión y la deliberación, que es de todos los gobiernos democráticos.
–Pero esto acredita que van con todo.
–Yo no creo que estemos en México para eso y pienso que el propio debate que se va a tener que abrir se demostrará que no se pueden aprobar así las cosas. Y por otro lado, suponiendo que haya uso de la fuerza, sería una victoria muy costosa y casi me atrevería a decir que pírrica, porque tendría un efecto boomerang que negaría, de tajo, todas las promesas de los diferentes tesoros que andan por ahí sembrados.
“Va a haber una reacción de grupos muy grandes en el país, de diferente tipo, y esto va a crear condiciones de poca estabilidad y consecuentemente poco propicias para atraer la inversión del exterior que supuestamente están buscando con estas reformas.”
Inclusive, anota, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya recomendó que haya consenso: “Fíjese nada más cómo cambia el mundo. Saben que las disputas prácticamente en todo el planeta y particularmente en América Latina, es por el uso, disposición y control de los recursos naturales y particularmente los recursos que tienen que ver con la energía. Pensar que aquí podemos hacer caso omiso de lo que está ocurriendo en el resto del continente y en el resto del mundo es una ingenuidad autodestructiva.”
Cordera, catedrático de la Facultad de Economía de la UNAM, recuerda también que en el mundo hay una crítica con implicaciones prácticas a lo que se denominó la revolución neoliberal o “la revolución de los ricos”, y eso debe tomarlo en cuenta el gobierno.
“Empeñarse en la versión más pueril, casi diría banal, del consenso de Washington y del canon neoliberal, es ir –aquí sí– contra los tiempos de la historia presente. A lo mejor imponen, porque sería imponer, estas iniciativas, pero no se corresponde a lo que está ocurriendo en buena parte del planeta y con el compromiso esencial que todos tenemos para dirimir nuestros proyectos.
“No. El código democrático supone deliberación y discusión, y no imposición ni jugarretas legislativas. Eso se daría si se da una operación fast track en esta materia. No está tan sencillo que lo logren, pero si lo logran será una victoria terriblemente costosa para quienes participen en ella.”
Por eso, insiste, no hay nada escrito en la aprobación de las iniciativas privatizadoras, que materializarían la victoria del PAN: “Esto aun cuando ha avanzado mucho la derecha que incluso ha cantado himnos de victoria, como su supuesta victoria cultural. No hay ninguna victoria cultural y menos de ellos. Es verdaderamente ridículo.”