jueves, enero 08, 2009

TENDAJÓN MIXTO

¡Larga vida a los insensatos de la resistencia pacífica!





JAIME ORNELAS DELGADO

Después de unas no tan merecidas pero sí necesarias vacaciones, nos asomamos de nuevo a la realidad y volvemos a indignarnos de lo que pasa y a irritarnos por la inmovilidad y pasmo de las autoridades ante el deterioro real de la vida social y personal de los mexicanos provocado por la terquedad de sostener que el mercado sigue sendo la solución a los problemas que su propio funcionamiento provoca. Buena parte de la población comparte ya la idea de que el mercado no es la solución sino el problema, excepto que los señores que manejan la economía del país no se convencen de la necesidad de cambiar el modelo, “no somos suicidas” dirán, puesto que son usufructuarios de los beneficios que el neoliberalismo permite a unos cuantos privilegiados a costa del creciente sacrificio de las masas trabajadoras.

Sin duda, aunque Calderón y sus colaboradores lo nieguen, el panorama nacional luce sombrío: apenas un tercio de la población económicamente activa tiene un empleo en la economía formal; el resto sobrevive en condiciones laborales que empeoran día con día; el desempleo cunde como epidemia en todo el país, y a los trabajadores que tienen un empleo se les paga un salario que no alcanza para satisfacer las necesidades básicas de la familia y los salarios mínimos si no fueran trágicos matarían de risa, tanto como de hambre; el tipo de cambio se encarece, y con ello se elevan los costos de producción, dado el alto contenido de insumos importados que tiene la planta productiva nacional; como resultado de esto, la inflación –cuyo control era el orgullo del Banco de México– supera los seis puntos y es una de las más elevadas de los últimos años; las fuentes de recursos externos se agotan, la mezcla mexicana de petróleo encuentra precios cada vez más bajos en el mercado internacional, y las remesas familiares tienden a la baja debido al desempleo que afecta nuestros paisanos que han emigrado; a su vez, la tasa de interés en el país se ubica a un nivel (8.7 por ciento) incapaz de alentar a la inversión; el campo, que tan descuidado ha sido por los gobiernos neoliberales, languidece sin alternativas de solución a sus ancestrales problemas agudizados por la destrucción de las organizaciones ejidales y colectivas de producción y la privatización del sistema de acopio y distribución de los productos agropecuarios, así como por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que somete a los productores nacionales a una competencia desigual por los subsidios que otorga el gobierno estadounidense a los agricultores de ese país; las gasolinas subieron 33 veces el año pasado, y los primeros en protestar airadamente son los pescadores, agobiados por el alto precio del diesel; en fin, tenemos un modelo económico que ha nunca ha funcionado y que muchos países han comenzado a cambiar dejándonos a la zaga de las transformaciones que es necesario emprender.

Políticamente el modelo también está en crisis. La democracia electiva ya resulta insuficiente para un pueblo decidido a participar de manera creciente en las decisiones que le competen. Hoy, muchos mexicanos quieren tomar el futuro en sus manos, y no rechazan que otros tomen, en su nombre, decisiones que les afectan. Se trata de construir una nueva democracia, donde no sólo se elija sino que socialmente se construyan las opciones estratégicas que se han de seguir en el corto y mediano plazos.

Una propuesta económica alternativa a la neoliberal, acompañada de la oferta de construir una nueva forma de organización democrática, puede ser la opción del movimiento social frente a las próximas elecciones federales, que en julio de este año habrán de permitir la renovación del Congreso.

Para la izquierda no hay de otra si quiere superar sus debilidades y remontar el daño que la izquierda “moderna y colaboracionista” ha pretendido hacerle a quienes han sostenido la lucha por reivindicar la soberanía popular, que se mantiene junto con Andrés Manuel López Obrador en la resistencia pacífica que tanto molesta a los sensatos epígonos del régimen, que de plano no conciben ni la honestidad ni el caminar sin claudicar, pese a todas las asechanzas, de los insensatos brigadistas que están ciertos de construir con su esfuerzo ese México donde quepamos todas y todos.

Por eso hoy el debate debe responder a qué hacer en el proceso electoral que se avecina. Qué deberá hacer el movimiento social sin someterse a las rígidas formas de organización partidaria y para mantener la frescura, la alegría y el desborde de imaginación de los ciudadanos que hacen política desde abajo para cambiar el mundo, sin baladronadas, ni rabias, sino con trabajo político y esfuerzo constante de organización popular que sustente al movimiento hasta la victoria final.

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