jueves, enero 14, 2010

JAIME ORNELAS DELGADO, SUSANA Y MÁS

TENDAJÓN MIXTO

Ni PRI ni PAN: alianza democrática de las izquierdas
JAIME ORNELAS DELGADO
Por más que se busquen no se encuentran, porque no existen, razones históricas, sociales, políticas o éticas que puedan justificar la alianza electoral entre el PRD y Acción Nacional. En todo caso, el enemigo no es solamente el PRI sino la derecha en su conjunto, es decir, el PRI y el PAN representantes hoy de la reacción, a la cual ha combatido y vencido, más de una vez, el pueblo de México.
¿Cuál sería el significado de esa alianza contra natura? ¿Cómo podrán los perredistas pedirle a los ciudadanos votar por un partido como el PAN que, con todo cinismo, en alianza estrecha con los monopolios televisivos y el sector empresarial, se robó la presidencia de la República? ¿Podrán decirle a los ciudadanos: voten por el partido que emprendió la guerra sucia más inmunda contra el propio candidato del PRD? ¿Cómo ir a la Sierra Norte y decirles a los trabajadores de Nuevo Necaxa, anden olviden todo y voten por el partido cuyo gobierno asaltó las instalaciones de LFC, lanzó al desempleo, en un solo día, a 44 mil trabajadores y pretende acabar con el SME? O decirles a los desempleados: voten por el partido cuyo candidato ha sido incapaz de crear los empleos que prometió y ha hecho que hoy existan más de tres millones de trabajadores sin empleo y 54 millones de mexicanos vivan en condiciones de pobreza y pobreza extrema; que, además, ha sacado de los cuarteles a las fuerzas armadas y ha hecho de México uno de los países más violentos e inseguros del mundo y el primero en criminalización, persecución y ejecución de luchadores sociales, defensores de derechos humanos y periodistas; un partido que desde el gobierno ha protegido y mantiene impunes a los responsables del incendio en la guardería de Hermosillo donde murieron 49 niños; el partido de un gobierno cuya política económica ha provocado el desplome del 7 por ciento en el crecimiento económico y que aprobó, junto con el PRI, una ley de ingresos que elevó de 28 a 30 por ciento del impuesto sobre la renta y de 15 a 16 por ciento el IVA, incrementó las tarifas eléctricas y el precio de las gasolinas, que ha sido incompetente para evitar el aumento del costo de la canasta básica; o que permite a los concesionarios de autopistas cobrar tarifas tan elevadas que viajar por carretera en México resulta hasta tres veces más caro, en comparación con países desarrollados como Estados Unidos, Francia, España o Australia y permite a los concesionarios obtener ganancias superiores a los 15 mil millones de pesos. ¿Cómo ir a decirles a los maestros que voten por un partido que mantiene una perversa alianza con Elba Esther Gordillo para imponer la Alianza par la Calidad Educativa, que no sólo atenta contra los derechos profesionales de los profesores sino que, también, va contra las normas más elementales de la pedagogía? ¿Se podrá decirles a los mineros perseguidos que han visto acosado a su sindicato: voten por el partido que los quiere liquidar? ¿Y a los universitarios, quién habrá de pedirles un voto para el PAN cuyo gobierno ha reducido continuamente el subsidio a las universidades públicas, alienta la privatización de la educación superior y regatea los recursos para el desarrollo científico y tecnológico del país? ¿Perderán la vergüenza los perredistas para hacer campaña electoral a favor de un partido empeñado en acabar con el Estado laico y que aprobó, en complicidad con el PRI, la ley de familia que criminaliza el aborto y nos coloca en el pleno siglo XIX? ¿Podrá algún miembro del PRD solicitar un voto para el partido que ha privatizado buena parte de la industria petrolera y ahora va por la entrega al capital privado de la generación y distribución de la energía eléctrica?
Cuántos agravios habrán de olvidarse para concretar esa alianza absurda entre el PAN y un PRD incapaz de aprovechar el salvavidas que con su caudal de votos les ofreció Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México a quien hoy se pretende traicionar proponiendo una alianza con la reacción argumentando la necesidad, cierta, de terminar con el cacicazgo del PRI, encabezado “por una minoría rapaz de políticos y empresarios voraces que lucran con los recursos públicos”, soslayando que los panistas, como lo han demostrado (¿o no Hildebrando y Martha Sahagún?) son iguales o peores.
¿Por qué los perredistas no dirigen mejor sus esfuerzos a la construcción de una alianza de las izquierdas, que no sólo atienda las cuestiones sociales sino que se vincule y fortalezca al movimiento social? Si los perredistas carecen de memoria y han olvidado el error histórico del “voto útil” que contribuyó a hacer de Vicente Fox uno de los peores presidente de México y encumbró a la derecha yunquista en el aparato gubernamental y persisten en aliarse no sólo con su propio enemigo histórico sino con el enemigo de las principales gestas del pueblo mexicano (como la Independencia, la lucha contra la invasión francesa, la Reforma, la Revolución, la insurgencia cívica de 1988 y de 2006), otras fuerzas democráticas y de izquierda, sin prejuicios ni sectarismos, deberán impulsar una alianza que proponga una opción de poder popular para Puebla y se incorpore a la construcción del Proyecto Alternativo de Nación en cuyo esfuerzo participan miles de mexicanos con miras al futuro superando, así, la mezquindad del oportunismo corto placista
Entre inflación y ficción
SUSANA RAPPO
El presidente Felipe Calderón aseguró que 2010 será el año de recuperación, justificó las decisiones difíciles tomadas y los grandes sacrificios que realizan los mexicanos que permitirán alejar los peligros financieros, y sostuvo que ve de manera optimista el futuro por el temple de los mexicanos, a quienes “recomendó hacer a un lado las dudas y los temores si quieren escribir páginas de gloria”. Se declaró confiado en alcanzar dicha recuperación, porque se “ha logrado mantener una economía sana y bien manejada, con responsabilidad” (La Jornada, 7/01/2010). Es decir, la demagogia a todo esplendor, y realmente quisiera uno creerle, porque si 2008 y 2009 mostró la vulnerabilidad de la economía mexicana y las decisiones políticas y de política económica contribuyeron a incrementarla, mostrando la inoperancia gubernamental para alcanzar logros previamente fijados como la estabilidad y el empleo, este año, 2010, puede ser peor.
Inicia profundizando la crisis de los pobres, la crisis alimentaria, ya que son justamente los alimentos básicos los que primero han incrementado su precio, afectando a la población con menores ingresos, en un entorno recesivo.
Los aumentos en cascada, producto de la decisión gubernamental de incrementar el precio de los combustibles y los impuestos, generaron en los primeros días del año un ajuste generalizado de numerosos productos, pasando el aumento de precios a los consumidores.
Sin embargo, los consumidores dependen, en la mayoría de los casos, de ingresos fijos, cuando bien les va, ya que un sector muy grande de los trabajadores tiene salarios flexibles que no garantizan un ingreso estable.
La posibilidad de mantener el consumo ante el incremento de precios es que el salario se incrementará en una proporción similar a la inflación; de no ser así, la reducción del consumo de las familias es la consecuencia necesaria del incremento de precios, lo cual implica mayor restricción económica, ya que si el consumo se reduce, la base productiva debe ajustarse a la baja.
Lo anterior es un círculo en que la economía mexicana se ha movido en los últimos años, agravándose en los inmediatos, producto de la crisis global, pero que demuestra que los problemas estructurales no están resueltos y que el control de la inflación radica en mantener la actividad económica de manera restrictiva, afectando la generación de empleos.
La educación, atrapada
Axel Didriksson
MÉXICO, D.F., 5 de enero.- El balance de la educación en los tres años del actual sexenio es alarmante. Sin una política definida, los distintos niveles del sistema educativo operan conforme a sus particulares criterios, con la recurrencia de visiones chatas, ridículas a menudo y siempre autoritarias por determinación de sus principales directivos.
Desde 2007 hasta la fecha se ha creído que con la sola realización de múltiples evaluaciones pueden superarse las magras condiciones educativas de la mayoría de la población, sin tomar las medidas necesarias para que los resultados de aquéllas se traduzcan en mecanismos de cambio o superación. En 2008, Felipe Calderón inclusive exigió a la entonces secretaria de Educación rendir cuentas “mes tras mes” de los avances logrados a partir de esas evaluaciones. Pero eso no ocurrió.         
Mientras tanto, los indicadores más conocidos revelan que tenemos uno de los peores sistemas educativos del mundo porque, aun cuando la mayoría de nuestros estudiantes de educación básica son capaces de identificar los conceptos mínimos requeridos –por ejemplo en lectura y matemáticas–, no pueden comprender ni analizar el contenido de lo que leen o procesan, como tampoco su significado literario, estético, subliminal o abstracto. Señalan igualmente que la educación de alto nivel –que en México cuenta con algunas de las mejores universidades públicas del mundo, al igual que con excelentes maestros e investigadores– sigue siendo para una minoría: el 17% del grupo de edad escolar correspondiente.
 Además, se sabe que durante estos tres años se ha mantenido la reducción de los recursos financieros destinados al sector; que los profesores no tienen ninguna perspectiva de mejoramiento de sus condiciones profesionales; que la infraestructura escolar está deteriorada; que el currículum es obsoleto y rígido, enciclopédico y memorístico; que se han propiciado la mercantilización educativa y el incremento de los precios de matriculación en escuelas privadas de baja calidad, con una oferta educativa que no cambia, y que se padece de una burocracia que vive a costa de mantener atrapado al sistema educativo, con aires de prepotencia y de autismo. ¿Qué se ha hecho para cambiar estos indicadores que son el resultado de todo tipo de evaluaciones? Nada.
Cuando se dio a conocer el Programa Sectorial 2007-2012 de la SEP, Pablo Latapí Sarre expresó: “El programa sectorial de este sexenio es una interminable exposición de propósitos sin diagnósticos, sin fundamentos conceptuales, sin articulaciones con el desarrollo histórico de cada problema (…) Parece que las autoridades privilegiaron cumplir con el cascarón técnico de la planeación y no tuvieron sensibilidad o tiempo para ofrecer  una fundamentación del sentido de sus decisiones (…) ello decepciona”. El propio balance de Latapí fue contundente: no tenemos un programa educativo que cuente con una mínima densidad argumentativa; no se definen actores responsables de las acciones propuestas ni se ofrece ningún elemento para juzgar sobre la viabilidad de las mismas, mientras los aspectos financieros casi no se abordan y quedan “sujetos a la disponibilidad de recursos” (enero de 2008).
Otros autores han calificado las iniciativas gubernamentales de “mediocres” e “incoherentes”, como ocurrió con la llamada reforma “integral” al bachillerato (copia del modelo europeo de competencias, de homologación de créditos y de movilidad estudiantil), que fue inmediatamente rechazada por la UNAM y por diversos órganos colegiados de científicos y humanistas. Al respecto, hasta ahora nadie sabe muy bien de qué manera se avanza ni con quién.
Asimismo, el tema de la investigación científica dio sus vuelcos… hacia abajo. En 2008, por ejemplo, se vieron las incapacidades de Pemex y de la Secretaría de Energía para modernizar sus componentes tecnológicos y desarrollar alternativas en los procesos de exploración profunda, o para impulsar fuentes de energía alternativas, porque en todo se pensó, menos en tomar acciones decididas para impulsar la ciencia mexicana en estos y otros ámbitos, como el de la influenza A/H1N1, pese a los reclamos de la comunidad científica en 2009.
Y es que la prioridad máxima del gobierno federal ha sido refrendar la alianza entre las dirigencias del SNTE y de la SEP, en un ambiente plagado de escándalos sucesivos: la rifa obligada de autos de lujo, las maniobras represivas para acallar el conflicto magisterial en Oaxaca, el desprecio a la muy larga huelga de académicos en la UAM, los constantes roces y conflictos entre la secretaria de Educación y la lideresa del sindicato por el control de la SEP, y los frecuentes disparates discursivos de ésta última.
Más graves aún que la frivolidad y el ridículo observados, han sido los resultados de todo lo anterior: que las tasas de desempleo más alarmantes se encuentren ahora entre los jóvenes y entre los egresados de la educación media superior y superior, y que se esté perdiendo el principal activo de una educación ciudadana amplia, de calidad, que propicie la producción y transferencia de conocimientos, ciencia y tecnología en beneficio de un desarrollo con bienestar. Esto, en medio de una crisis que no para y con los recursos más bajos para la educación en relación con años anteriores, que en 2010 alcanzarán apenas para que las escuelas y las instituciones puedan ir saliendo del paso mientras algunos recibirán dinero a manos llenas porque la educación se encuentra atrapada en su poder.

Columna Asimetrías. Razones de Estado Perversas



06 enero 2010
“La renuncia de Calderón no resolverá nada, los problemas de México fueron causados no por Felipe Calderón y el PAN, sino por De la Madrid, Salinas, Zedillo y el PRI”.

Francisco Reyes Morales

I

Por supuesto: el Presidente de Facto –considerado ilegítimo por millones de sus connacionales— no es el causante de la debacle, ciertamente muy peligrosa, en la que vivimos en México, pero sí el atizador sexenal extremo de ésta.


Y ese extremismo es percibido por no pocos mexicanos –por lo menos los conscientes de la brutal realidad-- como deliberado, lo cual sugiere que las políticas francamente antisociales del poder político panista/priísta del Estado no devienen de ineptitud.


¡Quiá! ¡No, de ninguna manera! Reitérese; no deviene esa hecatombe actual de la actuación inepta, desinformada, torpe y, ergo, socialmente inviable, de don Felipe, sino lo opuesto: son intencionadas, aviesas, perversas, alevosas, ventajosas. Son a propósito.

Ello nos describe que éste mandatario espurio, conocido en ciertos círculos de la oposición ideológica y política como El Breve, es un monstruo, motivado por una consigna –que ahora se nos descubre insoslayable— de golpear la economía familiar.

¿Y cuáles serían –son, al parecer— las razones que se nos muestran como de Estado de tan brutales tácticas? ¿Qué mueve a don Felipe a esas prácticas tan de espeluzno y terror que atentan contra el interés de la sociedad y, dicho sin tapujos, contra México?

II

Esas políticas contrarias a los intereses del país mismo y, no sin dramatismo, a los de los mexicanos, tienen identidad: son acciones de Estado no sólo porque los panistas en el poder político las aplican, sino porque tienen la cómplice anuencia de los priístas.


Tal es un hecho vero, factual, documentado. La vertiente priísta del poder político del Estado, representada en mayorías legislativas federal y locales y de gobernadores y alcaldes, no han movido un dedo para detener esta masacre moral de los mexicanos.

Ello equivale a premeditación alevosa: los legisladores tienen a su alcance potestades y mecanismos constitucionales para detener esa damnificación de los mexicanos causada por las políticas, diseñadas en Estados Unidos, que aplica el señor Calderón.

La parálisis legislativa es intencionada. Por ello, la vertiente priísta del poder político del Estado convierte las razones de la vertiente panista de dicho poder político en políticas de Estado. Estamos presenciando una descomunal modalidad criminal.


El poder, pues, versus el pueblo. Éste yace somnoliento, inconsciente, ajeno a su propio drama, víctima de su idiosincrasia conformada por vectores históricos devenidos de la Conquista: la religión organizada con fines de poder y riqueza habida del saqueo.

III

Nos induce ello a ignorar a la mismísima experiencia histórica, la de que la liberación de los pueblos no es decisión divina, deísta, providencial, milagrosa, sino humana. Dios no hace revoluciones ni resuelve opresiones sociales; las solapa.

¿Cuáles son los motivos de esa parálisis cómplice de la vertiente priísta del poder político ante las depredaciones causadas por la vertiente panista? Una razón puede ser, objetivamente discernida, afinidad ideológica y polílica y traición a la patria.

Dicha masacre se emblematiza en violencia económica con el propósito de agudizar la desigualdad y la injusticia, en un contexto de ejercicio inicuo del poder del dinero –consorcios trasnacionales y oligarquías locales-- y del político del Estado.


Esa desigualdad socioeconómica e injusticia social tiene secuelas espectacularmente trágicas: alto costo de la vida, desempleo rampante y progresivo, pobreza galopante y miseria sin esperanza, inseguridad societal, incertidumbre y profundo daño colectivo.

Esas tácticas responden a una estrategia trasnacional cuyo operador sexenal formal es el señor Calderón, sucesor de quienes –priístas-- hace 27 años instauraron mediante fiat el modelo económico neoliberal, que nos ha llevado al desastre ruinoso de hoy.

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