domingo, octubre 14, 2007

José Agustín Ortiz Pinchetti

Contra el maquiavelismo

José Agustín Ortiz Pinchetti
jaop@prodigy.net.mx

Indicios

Estoy impactado por la experiencia de acompañar a Andrés Manuel López Obrador en un tramo de su gira en la Mixteca poblana. Vienen a mí las imágenes de la serranía calcárea poblada por matorrales verdes de dura espina. Pueblos y aldeas requemados por el sol. Multitudes indígenas de rasgos orientales absorbiendo el discurso de AMLO, sin perder palabra, como si contuvieran el aliento. Regresar a México es volver a una atmósfera climatizada y neutra. En los círculos de la capital en las sobremesas y mentideros, la Mixteca es más lejana que Júpiter y el fenómeno que desencadena López Obrador inexistente.

¿Se inicia un movimiento capaz de transformar la política mexicana? No quiero hacer una afirmación aventurada: las giras de Andrés Manuel por todo el país y en particular en los 16 estados donde aun con los números oficiales ganó por clara mayoría son indicios de un fenómeno extraordinario que puede o no cristalizar y convertirse en motor de un cambio profundo.

Ya lo he comentado: las giras son un esfuerzo sobrehumano. Entre 25 y 30 mítines en 4 días a la semana. AMLO va acompañado por un equipo de módulos que registran como representantes del gobierno legítimo a los asistentes a estas asambleas que quisieran hacerlo. Un millón 500 mil personas se han credencializado. Los tributarios mayores están en ocho estados donde el obradorismo tiene base fuerte, pero en todos los municipios del país, incluso los más pequeños y recónditos que ha recorrido López Obrador, siempre hay gente para recibirlo con entusiasmo. Muchos se credencializan como representantes del gobierno legítimo, es decir, como obradoristas.

Lo más interesante no son las capacidades de Andrés Manuel para viajar, hacer discursos y enfrentarse a ocho o nueve auditorios al día, sino la calidad de la participación de la gente. Su capacidad para resistir la campaña de propaganda que intentó anestesiar o enturbiar la conciencia pública y hacer creer que López Obrador y su movimiento habían sido borrados. Hoy nadie podría negarlo: millones siguen confiando en él. No sólo es un fenómeno de sobrevivencia política. Es la constatación de un cambio profundo. Aunque aún no es la mayoría, es una minoría poderosa que expresa en formas cívicas y pacíficas su inconformidad con la situación del país y su esperanza de una transformación a fondo. Grandes sectores de la clase media y de las clases populares en grandes ciudades o en multitud de municipios medianos y pequeños conforman sus auditorios y representan una conciencia que crece. Nunca antes se había producido en México algo semejante. Si este despertar se consolida a plenitud, estaríamos ante la emergencia de una nueva forma de hacer política y de organizarse. Un fenómeno social inédito de sicología colectiva, con enorme potencial para transformar a México.

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