lunes, mayo 28, 2007

Las violaciones a los derechos humanos en el país, una constante: Rosario Ibarra

(Yadira Llaven)

Con las huellas del tiempo sobre su rostro, pero no en el ímpetu de seguir luchando por los más desprotegidos, la senadora Rosario Ibarra de Piedra aseguró que la violación a los derechos humanos en el país “sigue siendo una constante”, y una muestra de ello son las condiciones políticas de los activistas sociales, quienes “siguen ocupando las cámaras de torturas desde loa tiempos la guerra sucia con el consentimiento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)”.

“Debería venir –a la universidad– a hablar de cosas bonitas, de la literatura, pero prefiero hablarles de lo que sigue pasando en el país”, señaló.

En este sentido, la fundadora del Comité Eureka arengó que las recientes recomendaciones emitidas por la CNDH al gobernador de Oaxaca y a los secretarios de la Defensa, Marina, Seguridad Pública, Gobernación y Educación por las graves violaciones a las garantías individuales de los oaxaqueños en 2006 “no sirven para nada” porque están fuera de tiempo, pues debido a la negligencia y torpeza de este organismo que encabeza José Luis Soberanes hay una treintena de desparecidos.

Durante su visita a la Angelópolis para participar en el Foro Regional Derechos Humanos y Movimientos Sociales –en la que también estuvieron integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)– organizado por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Alfonso Vélez Pliego de la Universidad Autónoma de Puebla, Ibarra de Piedra comparó a la administración de Felipe Calderón con las de los regímenes priistas de Gustavo Díaz Ordaz y de Luis Echeverría, en cuanto a su decepcionante y nula voluntad para la defensa de los derechos humanos.

Lo anterior, agregó la luchadora social, “no exenta a los gobiernos de izquierda”.

En su intervención habló directo, sencillo, ante un auditorio repleto de académicos, estudiantes y simpatizantes de la Convención Nacional Democrática que aplaudieron en repetidas ocasiones las intervenciones de la perredista, quien fuera la primera mujer candidata a la presidencia de México por el desaparecido Partido Revolucionario de los Trabajadores.

En su discurso trajo a su memoria los recuerdos de la construcción de su vida, donde hubo pilares fundamentales, como su padre, su abuela materna, su esposo y la desaparición de su hijo Jesús, acusado el 18 de abril de 1975 de pertenecer a una guerrilla.

Rememoró: “Ya no supe de él; hice todo lo que pude en las instancias regiomontanas –donde vivía–, pero no me dieron respuesta; me trasladé al DF el 5 de mayo de ese mismo año. Supuestamente venía por 20 días, porque pensaba que aquí funcionaría la justicia, pero en vez de eso me encontré con otras mujeres, madres, esposas, hermanas, que andaban en los mismos trámites que yo, y así, al correr del tiempo, nos juntamos y formamos nuestro comité, que se llamaba Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México, un nombre que todo el mundo olvidaba y nadie escribía bien. Le cambiamos a Eureka, a medida que encontrábamos desaparecidos, porque a lo largo de la lucha hemos encontrado a 148”.

Pese a que Jesús ahora tenga más de 50 años, la activista dejó claro que nunca concluirá su búsqueda.

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