viernes, marzo 28, 2008

Al diablo con sus.................................

Destrucción de instituciones
Víctor Flores Olea
28 de marzo de 2008

En este tiempo de destrucción de institu-ciones no se ha olvidado a la UNAM. La coincidencia de una estancia de estudiantes en un campamento guerrillero masacrado en Ecuador por el Ejército colombiano ha sido pretexto para que, otra vez, se emprenda contra la UNAM llamándola “nido” de guerrilleros. Los argumentos vienen de quienes hace tiempo se empeñan en demoler la educación pública y las instituciones republicanas y liberales de México.

La institución no necesitaría de mi voz para reafirmar los valores que encierra, ni su carácter insustituible en la nación. Sin embargo, ante la necedad inmoral del Ejecutivo, que ha guardado ominoso silencio respecto a los ataques a la UNAM, no sobra añadir una voz en favor de ella. ¿O el silencio del gobierno se debe a su coincidencia esencial con quienes han procurado desprestigiar a la Universidad en estas semanas? ¿O es de los altos círculos de gobierno que viene la iniciativa destructora? En todo caso el lamentable silencio suscita estas preguntas.

No, la UNAM no es un nido de guerrilleros sino uno de inteligencia para el ejercicio de las libertades y la democracia. Desafortunadamente para los actuales gobernantes, confesionales y privados, no es fácil reconocer su importancia histórica y, en general, de las instituciones públicas y nacionales de educación superior. Para ellos es “natural” el repudio a todo lo público y nacional, y lo hacen desde lo alto del Estado.

Eso sí, habría una razón justificada de su congoja por la UNAM, ya que continúa siendo el espacio más importante de la formación crítica, del pensamiento libre, en el país. Y entonces no es tan sencillo que pasen desapercibidos los actos de gobierno confesionales, contrarios a nuestra historia laica y negadores de la dignidad nacional.

Por eso decimos que resultó lamentable la entrevista del secretario de Gobernación, quien negó ante Joaquín López Dóriga haber incurrido en falta al firmar contratos con Pemex en representación de una empresa que hacía precisamente negocios con Pemex, siendo él funcionario de la secretaría que tiene asignada a su competencia, formal y funcionalmente, a la empresa petrolera.

La exhibición se hizo risible. El funcionario resultó amnésico de los ilícitos en que incurrió: conflicto de intereses, tráfico de influencias, abuso de autoridad, uso indebido de funciones, coalición de servidores públicos. El fariseísmo de las “nobles” almas empresariales alcanza dimensiones insospechadas.

Eso sí, para el gobierno de Calderón y para su proyecto privatizador su secretario de Gobernación se convirtió en un trasto inservible. Sigue pues a la orden del día la destrucción de las instituciones nacionales, en este caso a través de un personaje que, para decir lo menos, devalúa la función y la institución en que (“con tanto sacrificio”) dice prestar sus servicios.

El temperamento de Calderón, unilateral y sin amplitud de miras, lo ha conducido a una grave parálisis del Ejecutivo que se traduce ya en desilusión o en franco rechazo a su función. Medianía, chasco y hasta desprecio por un presidente que, se repite, entregará al final del sexenio cuentas más lamentables aún que las de Fox.

Las instituciones nacionales parecen caer a pedazos, en lo que pone el ejemplo el Ejecutivo, y a lo cual cooperan sin inhibiciones el Poder Legislativo y el Judicial. En el primero, la escandalosa penetración de los intereses que compran y venden voluntades ha aislado a las cámaras de sus bases populares. Hasta el punto en que nadie piensa hoy que del Legislativo surgirá un cuerpo de decisiones salvadoras del país, que signifiquen pasos adelante en la vía de la igualdad, del beneficio de todos, de la vigencia del derecho. Por el Poder Judicial, el desaliento es también enorme, probado por increíbles decisiones torcidas o compradas (con dinero o privilegios).

Y, como si no fuera suficiente, la destrucción institucional llega hasta los partidos, como lo muestra el espectáculo que ofrece el PRD. Habría mucho que decir sobre esta destrucción, y acerca de la real situación de PRI y PAN, pero el hecho nos habla elocuentemente de nuestra destrucción institucional. Tema, naturalmente, al que volveremos en próximas entregas.

Escritor y analista político

Mensaje de sta semana