martes, septiembre 05, 2006

Día 36
Gerardo Oviedo


El campamento de Puebla, como si estuviera reponiéndose de una gran fiesta, de una enorme “borrachera triunfadora”, amaneció con toda la calma que puede preverse después de este fin de semana histórico. Algunos todavía sostienen bajo la nariz una sonrisa explicable; la gente se ha vuelto más acomedida: “¿Le sirvo?”, “pásele usted”, “¿en qué le puedo ayudar?” Más sencilla: “Nomás se sienta Andrés Manuel en palacio y yo me regreso, porque allá dejé a la familia, ¿me entiende? Porque yo vine aquí no buscando un hueso político, yo vine porque creo que es bueno para todos, para México”.
Y entonces una pregunta por todas partes: ¿le tiene usted miedo a que venga el Ejército a quitar los campamentos instalados aquí en el zócalo?: “Qué le voy a tener miedo. Para nada; además, Andrés Manuel no dejará que eso pase. Eso no puede pasar de nuevo. Lo dijo: que la institución armada no se meta a reprimir. Porque caería otra vez en el desprestigio, como allá en el 68. Como en el 71 o 72, no me acuerdo bien. Hoy el Ejército debe ser para protegernos a nosotros, el pueblo, no (a) esa camarilla de ladrones, de privilegiados que nada más nos chupan la sangre y nos dejan que nos muéramos de hambre”.
Porque Andrés Manuel López Obrador fue contundente en lo referente a la postura que debiera tomar el Ejército, recordando para ello épocas “aciagas”, como la de Gustavo Díaz Ordaz y su “fascismo cabrón”, como señalara el señor Joel García, que estuvo con el movimiento estudiantil y la matanza del 2 de octubre de 1968, pero al él no le tocó “por suerte”, y otro más se acuerda: “qué me dice del halconazo ése de Echeverría... ese hijo de puta que no tiene vergüenza y que aún está libre por todos esos crímenes de... de... ¿cómo se dice...? Ah, sí, de lesa humanidad”.
Pero de pronto Alfonso, de Atizapán, estado de México, mesura: “Esto es bueno, es histórico, pero no hay que olvidar que aún estamos muy lejos de decir ya ganamos, aún falta lo de hoy, o mañana, o pasado, lo del Tribunal, porque aquí, bueno, el primero (de septiembre) se hizo leña de un árbol podrido, como es ese Fox. Pero no hay que olvidar que todavía falta, a lo mejor éstos (los panistas) entienden, y por una vez actúan bien y dejan de chingar... pero yo creo que no, que van a seguir por el mismo camino y van a querer imponer a Fecal en la silla cuésteles lo que les cueste, así sea la vida”.
Y una calma vuelve a dibujar el contorno de los convocados en el zócalo capitalino. Unos han marchado hacia la ciudad de Puebla y otros han llegado.
“¿Es cierto eso de que no están repartiendo La Jornada allá en Puebla?”, pregunta uno. “Pues según se dice el gobierno está comprando todo el periódico”. “¿Y para qué?” Pregunta el primero: “Pues pa’ que no se lea”, contesta el último, echando una carcajada por su ocurrencia.
Y sucede que alguno de los que vinieron el “mero viernes para estar aquí apoyando, porque salimos dos camiones completos, llenos de gente que quería participar, que quería estar apoyando lo que esto significa”, dice: “Parece que es porque ya se va a resolver lo de Lydia Cacho y la Suprema Corte y el góber precioso se está alistando para que nadie se entere de sus porquerías”.
“Quiere defender a Fox, por eso hizo una transa con él, pa’ que lo protegiera y así que no lo sacara del poder, del gobierno estatal. Lo de los votos... que votaran por senadores y diputados por el PRI y por presidente por Fecal. ¿No ves que ya hasta se vino a tomar la foto con el precioso?” Pero todo queda en el rumor: “Que si La Jornada no se está vendiendo”, “que si la están comprando los del gobierno”. Que “se va a poner la cosa color de hormiga”. Pero la gente del campamento de Puebla no se mueve, porque ésta es “una lucha histórica, y nadie la va a parar”. Y “pase lo que pase, nada ni nadie nos va a detener”. Entonces la tarde transita en el zócalo capitalino al compás de música norteña y corridos, que reflejan, como dijera uno de los espectadores: “¡En la revolución también se cantaban corridos!”
Y todo parece indicar que el sonido que viene arrastrando el movimiento de resistencia civil pacífica convocado en el zócalo capitalino se parece al histórico tintineo de los cascos de Madero, Zapata y Villa al entrar a la ciudad de México hace casi 100 años, con la sola diferencia de que “hoy la coalición no tiene caudillos, sino que tiene un presidente legítimo y es Andrés Manuel López Obrador”.
Y la gente vuelve a hablar sobre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: “Fox ya es cadáver, ahora quedan los del tribunal y al último Fecal, pero uno a uno los vamos a ir derrotando. Antier cayó uno”.
Entonces la Convención Nacional Democrática se transforma en “el parteaguas de este nuevo siglo”. Porque México será otro después de la CND. “Mejor, más justo y, sobre todo, democrático”.
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