viernes, febrero 23, 2007

Comentarios sobre Apocalypto

Comentarios sobre APOCALYPTO

María del Carmen Valverde Valdés
carmenvalverde@hotmail.com
Coordinadora del Centro de Estudios Mayas, UNAM

En el tiempo que tengo como investigadora, no recuerdo ningún otro momento
en el que se haya recibido en el Centro de Estudios Mayas de la UNAM tal
cantidad de llamadas para pedir la opinión de especialistas sobre un tema
específico; en ocasiones no nos ha dado tiempo para responder a todas las
solicitudes de entrevistas para programas de radio, televisión, periódicos o
revistas. De igual forma, se recibieron incontables correos electrónicos
tanto de colegas nuestros -mexicanos, guatemaltecos, norteamericanos y de
muchos otros países- como del público en general, la mayor parte de ellos
mostrando su indignación ante la más reciente película de Mel Gibson en
torno a los mayas. ¿Qué decir entonces que no se haya ya señalado? ¿Será
necesario volver a insistir en las graves, y por momentos inconcebibles,
imprecisiones históricas de las que está plagado el filme, que dan como
resultado una visión plana de una cultura diversa y rica, ignorando 3 mil
años de historia prehispánica, y donde lo que prevalece es una mezcla sin
sentido de épocas, ciudades y espacios geográficos? Parecería entonces que
está de más señalar, por lo reiterativo del tema, que lo que se ofrece al
espectador es una visión totalmente errónea, un panorama absolutamente
irreal, de la cultura maya.

Aún más ¿vale la pena seguir haciendo señalamientos desde la academia
sobre una cinta que se enuncia como de ficción? En este sentido coincidimos
esencialmente con la Dra. Elin Danien, investigadora de la Universidad de
Pennsylvania quien, al ver la película, escribió con ironía: "Preguntarle a
un mayista sobre la autenticidad de la película de Mel Gibson es como
preguntarle a un paleontólogo sobre la autenticidad de los huesos de
Godzilla."

Esto es básicamente cierto, con la única salvedad de que en el caso del
paleontólogo, en efecto Godzilla es una ficción, pero en cuanto a los mayas,
éstos no sólo existieron, sino más aún: existen, o más precisamente,
subsisten. Pero como quiera que sea, siguen ahí 500 años después,
manteniéndose y manteniendo su identidad como cultura contra viento y marea,
enfrentándose a la lucha de su propia sobrevivencia, muchas veces más
sangrienta que la película misma, pero desafortunadamente digna de menos
reflectores y menos atención por parte de los medios y del público en
general. Es cierto que la producción del australiano, al presentar esta
visión de los "mayas sanguinarios", no les hace justicia a los mayas
prehispánicos, a los grandes astrónomos constructores de imponentes
ciudades, con su complejo sistema calendárico y su asombrosa escritura, su
avanzado sistema matemático con valor posicional de los signos y el uso del
cero, en fin, con sus incuestionables aportaciones a la cultura universal,
pero más injusto aún es para los mayas de hoy, para esas 28 etnias que se
reinventan día a día para no perecer, que le apuestan al cambio para
permanecer, y cuyo mayor logro, finalmente, ha sido seguir ahí. Y siguen ahí
hablando cada una de ellas, su lengua: quiché, cakchiquel, tzutujil, mopán,
tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol, chontal, maya yucateco. sólo por
mencionar algunas de las 28 con las que se entienden hoy en día entre 6 y 7
millones de seres humanos. Y hay que decir en este punto que ninguno de
ellos podría entender la película, ya que la cinta, rodada en la selva de
los Tuxtlas, en Veracruz (donde no hay mayas), y que está supuestamente
hablada en maya yucateco, carece de la entonación y la pronunciación
adecuada, en la medida que los actores, que no son mayas, seguramente
tuvieron que aprenderse las líneas del guión sin conocer el idioma; el
resultado es que a los maya yucatecos, los diálogos no les dicen nada.

Creo entonces que la reflexión no debe ir encaminada a criticar el hecho
de que en una misma escena aparezcan estilos arquitectónicos, imágenes de
ciudades y atavíos de personajes que corresponderían a distintos y distantes
periodos y entornos donde floreció esta civilización, borrando de un plumazo
la historia misma; creo que si nos tomáramos la molestia de señalar cada una
de estas "imprecisiones" podría resultar otra película con la misma
duración. Considero pues que esta labor sería un tanto ociosa, sobre todo si
pensamos que Gibson lo pudo haber hecho con el único propósito de conseguir
un mayor impacto visual y apelando a su "libertad creativa" como director.
Pienso entonces que lo que verdaderamente nos debería llevar a reflexionar
es el impacto que la cinta ha conseguido, y el porqué se ha dado este
fenómeno. Porque una cosa es cierta: Mel Gibson ha logrado atraer la
atención de muchos, cosa que desde nuestra propia área de estudio estamos
muy lejos de lograr. Este interés que quisiéramos para nuestros diplomados,
congresos, cursos o cualquier otro tipo de evento académico, seguramente
también lo hubieran querido las comunidades mayas de Guatemala cuando hace
apenas unos años, al final de la década de los 70s y principios de los 80s
eran masacradas por el ejército y pueblos enteros eran exterminados, y en
esas ocasiones los agresores no eran precisamente otros pueblos mayas
sedientos de sangre. Dicho sea de paso, las únicas evidencias históricas de
"fosas comunes" atestadas de cadáveres de indios mayas, como la que aparece
en la película, proviene precisamente de la época guerra civil guatemalteca
y no del periodo prehispánico. Entonces sí que hubieran sido necesarias las
luminarias que ahora merece una pésima cinta; hay que señalar que a pesar de
que muchas voces se alzaron entonces para denunciar los hechos de violencia,
nunca recibimos la cantidad de llamadas que ahora hemos tenido para
preguntarnos qué estaba pasando con los mayas de Guatemala.

Es cierto que Mel Gibson se ha entrometido con la historia y la imagen
de una de las culturas más trascendentes de Mesoamérica y de toda la
antigüedad y por supuesto que esto debe tocar fibras sensibles no sólo entre
sus descendientes sino también entre el público en general que intuye que lo
que se está narrando no corresponde a la realidad. Pero el hecho debería
servirnos no sólo para reflexionar sobre nuestra gloriosa herencia
prehispánica, sino también para voltear nuestra mirada hacia los indios de
hoy, más vivos y más presentes que nunca.

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