viernes, abril 20, 2007

Columnistas

Duelo de Espadas
Edmundo Dantés

condemontec@hotmail.com


Benedicto, Norberto y compañía, con licencia para matar

Es curioso que un ex nazi y un supuesto sacerdote protector de pederastas sean las cabezas de la campaña de odio y muerte que – con pretexto de la despenalización del aborto- el gobierno federal, el PAN, la cúpula empresarial, la ultraderecha y la jerarquía católica y de otras religiones han emprendido contra la Asamblea Legislativa y la administración central del Distrito Federal, por “atreverse” a ejercer sus funciones y acabar con la simulación en que se encuentra la situación legal de aborto en la actualidad.


Queda claro que Benedicto XVI, Norberto Rivera y compañía se creen con “licencia para matar” y, por ello, han decidido soltar los demonios contra los asambleístas y funcionarios capitalinos ordenando a sus hordas fanáticas que, como a las Brujas de Salem, los quemen en leña verde.


La actitud de la ultraderecha es injustificable y refleja la histórica intolerancia que los jerarcas de la iglesia católica (y de casi cualquier religión) muestran contra quienes no piensan como ellos. Lo malo del asunto es que en esta ocasión tienen el aval, el apoyo del gobierno federal y de muchos medios deformativos, como Televisa, Azteca, Imagen, Radio Fórmula, pese a lo irracional de la campaña.


Me explico: en los hechos, la despenalización del aborto no hará que quienes se oponen a él lo practiquen, ni impedirá que alguien se haga cargo de un hijo producto de una violación, con malformaciones congénitas, que haga peligrar la vida de la madre o que sea no deseado. Tampoco obligará a los médicos o clínicas particulares a hacer legrados.


Al contrario, en la realidad, lo único que se conseguirá con esta reforma es evitar en el DF la muerte o daños a muchas mujeres pobres que se someten a legrados en condiciones insalubres o con verdaderos matasanos, obligadas a la clandestinidad por una ley que emite un severo tufo confesional y que no impide los abortos, solamente los hace ilegales y, con ello, obliga a que su buena concreción sea privilegio de ricas.


La despenalización es, precisamente, eso e implica que las féminas que necesiten practicarse un legrado y que los médicos que lo hagan no estarán cometiendo un delito y, por ende, no tendrán por qué hacerlo en condiciones insalubres, inseguras o peligrosas.


Es importante subrayar que, según estudios oficiales, en los países donde el aborto es legal no se ha incrementado su número, sino que las tasas de mortandad por su práctica son tres veces menores a las de las naciones que lo penalizan.


En pocas palabras, la reforma no fomentará, forzará u obligará a nadie a someterse a un legrado, tampoco multiplicará el número de casos. Como en la actualidad, quienes decidan no abortar no lo harán y la única diferencia de fondo es que quienes necesiten someterse a esta práctica no pondrán en riesgo su vida, si lo hacen en el DF, porque en el resto del país, incluyendo Puebla, predominan el conservadurismo y la doble moral.


Ante esta realidad, ¿por qué la virulencia de los sectores conservadores?, ¿a qué se deben sus llamados a una nueva cruzada?, ¿por qué intentan reactivar la guerra cristera, la “santa” inquisición y emprenden esta cacería de “brujas”?.


Ante lo difícil que es encontrar las razones de la sinrazón y del dogmatismo confesional, he llegado a la conclusión de que la molestia de Joseph Ratzinger, Norberto Rivera Carrera y Rosendo Huesca Pacheco, entre otros, se debe a dos razones principales.


La jerarquía católica, la ultraderecha, el PAN y los sectores confesionales están molestos, porque la reforma aprobada por la ALDF y el gobierno defeño les demostró que, contrario a lo que pensaban, todavía no tienen el control total del país, donde aún existen sectores sociales y gubernamentales pensantes, sensibles y capaces de oponerse a sus radicalismos e imposiciones.


Es casi seguro que, después del 2 de julio, el “cura” protector de pederastas y la ultraderecha hayan pensado que era tiempo de continuar imponiendo su “imperio de Díos en la Tierra”, sobre todo por el entreguismo y la genuflexión de los gobernadores priístas y perredistas, quienes no dudaron un segundo en aceptar un empinamiento de facto ante la imposición de Felipe Calderón.


Por ello, la “insubordinación” capitalina les irrita…y mucho. También es posible que les haya molestado el hecho de comprobar que, pese a todo, incluso pese al mismo perredismo, la izquierda vive y da algunas señales claras de recuperación y de saber asumir cuál debe ser su rol social y político en el nuevo orden que prevalece en el país. Aparte de las consecuencias positivas para las mujeres en materia de salud y de derechos femeninos, esta reforma deja muy en claro que se puede gobernar de manera muy diferente a como lo hace el PRIANAL, lo que es peligroso para quienes intentan imponer “por los siglos de los siglos amén” una dictadura confesional y neoliberal a favor de los grupos sociales y económicos privilegiados, mediante el control de las estructuras electorales, los medios de comunicación electrónicos y los recursos públicos.


Otro posible motivo de la molestia de Ratzinger y Norberto Rivera es que sienten que la reforma le quita a la iglesia católica el “derecho” de decidir sobre la sexualidad y natalidad de los mexicanos (y, sobre todo, mexicanas), ya que durante décadas el sistema priísta y hoy el panismo han sido excesivamente permisivos con los inmorales privilegios de que gozan muchos curas, como Nicolás Aguilar, Marcial Maciel y muchos más.


En esta nueva “cruzada”, es obvio que - como en la guerra cristera - la jerarquía católica mexicana se aprovecha del fanatismo e ignorancia de millones de mexicanos, para manipularlos e inducirlos a usar la violencia contra quienes no piensan como ellos.


Es obvio que, si la sangre llega al río, los prelados se deslindarán de la violencia que ellos mismos incitaron y dejarán solos a sus feligreses, porque la cobardía también es una de sus características.

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