jueves, diciembre 07, 2006


Contracorriente
Carlos Figueroa Ibarra[1]
Nos viene la represión calderonista.
Hace algunos años escribí un libro que pretendió analizar el Estado y el Terror en Guatemala (El Recurso del miedo. Ensayo sobre estado y terror en Guatemala, Educa, Costa Rica 1991). Al analizar la diferencia que había entre los 17 meses de la más cruenta represión que haya vivido dicho país (el período de Efraín Ríos Montt entre 1982 y 1983) y las dictaduras militares anteriores, usé una metáfora de Maquiavelo. El Príncipe nos dijo Maquiavelo, debía ser como el centauro, mitad bestia y mitad humano. Debía saber usar las armas de la razón y la fuerza de la violencia. Esto era lo que sucedía con Ríos Montt y era lo que lo diferenciaba de los anteriores dictadores guatemaltecos: al mismo tiempo que llevaba hasta las últimas consecuencias la política de tierra arrasada con cientos de masacres en las aldeas indígenas, se presentaba como un reformador y se distanciaba de la gran burguesía guatemalteca.
¿Acaso estamos observando lo mismo en estos tiempos en México? Obviamente la represión estatal que estamos observando no llega al genocidio. Tampoco estamos todavía ante una política sistemática de violación masiva y selectiva de los derechos humanos. Y la verborrea demagógica de Calderón no llega al extremo de distanciarse del gran capital, todo lo contrario. Pero al igual que lo que sucedía en la Guatemala de fines de los setenta y principios de los ochenta del siglo XX, el Estado enfrenta en México una creciente rebelión que tiene varias vertientes: al menos el lópezobradorismo, la APPO, el zapatismo. El país vive un indudable proceso de polarización política al mismo tiempo que se observa una presencia cada vez más amenazante del crimen organizado. Un cuarto de siglo de aplicación de medidas neoliberales han creado ya un vasto descontento social que se expresa a través de movimientos políticos y sociales. El gobierno flamante de Calderón enfrenta una crisis de legitimidad, como no se había observado en gobierno alguno desde hace casi dos décadas. Existen amplios sectores, básicamente una buena parte del voto panista, que están exigiendo mano dura no solo contra el crimen organizado y la delincuencia común, sino también contra las protestas populares que obstaculizan el tránsito en la capital y han tenido a la ciudad de Oaxaca virtualmente paralizada. Una parte importante de los medios de comunicación de manera explícita o implícitamente están urgiendo al Estado mano dura contra los “revoltosos”. Recién acabo de escuchar el programa radiofónico de José Cárdenas, convertido desde hace algún tiempo en vulgar propagandista de la derecha. Junto con un analista reaccionario, de nombre Leo Zuckerman, han celebrado la captura del “mercenario Flavio Sosa”. Con gran alegría celebra Zuckerman que “ahora Oaxaca está en paz”
La derecha en México esta pidiendo represión al gobierno calderonista. El gran capital, los partidos derechistas, los grandes medios de comunicación, la iglesia católica, de manera vergonzante o abierta la exigen. Una parte de las clases medias también lo pide. Están dadas las condiciones para el inicio de un plan represivo que buscaría reestabilizar políticamente al país.
Pero al igual que el centauro de Maquiavelo, Calderón no puede aplicar unilateralmente la represión. El gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, también lo entiende así. A la misma hora en que Flavio Sosa estaba siendo arrestado por integrantes de la Policía Federal Preventiva, Ruiz daba un discurso en Oaxaca acerca de su proyecto de “Reforma del Estado” y del “dialogo con todos los sectores”. A la represión a los mineros de SITCARSA, a los habitantes de Atenco, Calderón le ha dado continuidad con el nombramiento del bestial Francisco Ramírez Acuña como secretario de gobernación, con la represión del 25 de noviembre en Oaxaca, con la captura de 141 habitantes de Oaxaca e integrantes de la APPO, con la ubicación de todos ellos en el penal de Nayarit, con la captura de Erick Sosa y ahora de Flavio y Horacio Sosa y otros dirigentes de la APPO y su traslado al penal de alta seguridad antaño llamado La Palma. Todos ellos son signos de que el gobierno encabezado por Calderón esta haciendo uso del terror para lograr la estabilidad política que necesita. Pero al mismo tiempo en su discurso en el Auditorio Nacional, al igual que su hasta ahora protegido Ulises Ruiz, presenta una imagen conciliadora y abierta al diálogo. Ha anunciado un seguro médico para los niños que nazcan durante su sexenio, ha reducido en 10% el sueldo de la alta burocracia, pretende incrementan en un 7% el gasto social para 2007. La mitad bestia mitad hombre, reprime y al mismo tiempo busca la construcción de un consenso. Actúa según la receta de Maquiavelo y busca darle al Estado un refuerzo, como Antonio Gramsci lo dijera, a través de la coerción y el consenso.
¿Triunfará Calderón en su empresa? Ello dependerá de la fuerza que tengan los movimientos social y político que hemos presenciado en los últimos tiempos. Si el terror se impone como al parecer de manera momentánea lo ha hecho en Oaxaca, si una parte de la resistencia civil no resiste a los cantos de sirena que se están haciendo desde el Estado, si no hay una decidida protesta contra los designios represivos, entonces Calderón puede convertirse en un émulo del presidente Uribe en Colombia. Si esto no sucede, entonces tendremos a alguien tan débil como en su momento lo fue el usurpador Victoriano Huerta.

[1] Sociólogo. Profesor Investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP. 5 de diciembre de 2006.
Carlos Figueroa Ibarra 2 Oriente 410 Col. Centro Histórico Puebla, Puebla, C.P. 72000 Tel/FAX (222) 2 29 55 00 ext.5707

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