jueves, enero 18, 2007

CARPETA

Y sin embargo...

Sergio Cortés Sánchez

No hay peor lucha que la que no se hace, y a pesar de los viejos y nuevos partidos políticos, de las ancestrales prácticas clientelares, corporativas y mesiánicas de la clase política, de la instrumentación de todas las institución que se les atraviesen, del nepotismo y corrupción que distingue tanto a funcionarios públicos como a dirigentes políticos; siempre hay la convicción, y la esperanza colectiva, de que ahora sí será diferente. Los pares se identifican, construyen consensos, jerarquizan prioridades, identifican adversarios y definen acciones: la necesidad de un mañana diferente supera las insatisfacción democrática.

En el municipio de Puebla, uno de cada tres ciudadanos valora negativamente a los partidos políticos, solamente sirven, en palabras textuales de los encuestados, “para nada, para robar, amolar, fastidiar, hundir, desperdiciar, malgastar, enriquecerse, engañar y pelearse”. Dos de cada tres ciudadanos asocia su rol a las tareas de gobernar y/o legislar, a la de proponer candidatos a puestos de elección popular, a defender y ayudar y a construir la democracia. En el último cuatrienio hay una pequeña disminución de las valoraciones negativas y un aumento de las positivas. La mayoría de los ciudadanos no milita en los partidos, les genera desconfianza: en el último trienio, dos de cada tres no confían en ellos, uno de cada tres, sí. Años antes (entre 1999 y 2003), cuatro de cada cinco ciudadanos afirmaban que los partidos no contribuían eficazmente a resolver los problemas propios de esa institución. La mitad de los ciudadanos confía en los dirigentes de su partido político preferido, la otra mitad, no; y respecto a los candidatos deslindados de los partidos, los autodenominados independientes, siete de cada 10 ciudadano no les cree.

Para conocer la valoración ciudadana hacia partidos específicos se formularon, en diferentes momentos, dos baterías de preguntas. En una de ellas se les mencionaba al ciudadano un partido y se registró la respuesta; en otro ejercicio se le mencionaba alternadamente atributos positivos (democracia, libertad, progreso, bienestar y cambio) y negativos (corrupción, autoritarismo, violencia, intolerancia y narcotráfico) y se registró el partido al cual asociaban la pregunta. Hubo consistencia en ambas respuestas: el PAN fue el mejor posicionado y el PRI, el peor. En los años 2005 y 2005 en que no hubo elecciones, las valoraciones negativas del PAN (autoritario, intolerante, corrupto, mentiroso, mafioso) fueron ligeramente superior a las positivas (bueno, cambio, progreso, trabaja, confianza, liderazgo), en 2003, 2004 , 2006 y, 2007, las valoraciones positivas fueron más altas que las negativas. En el caso del PRI, entre 2002 y 2007. las valoraciones negativas superan a las positivas, la menor diferencia se registró en el año en que se eligió al actual gobernador, la mayor, el año pasado, en que elegimos presidente de la República y si hiciera publicas las conversaciones entre Mario Marín y Kamel Nacif. Al PRD se le asocia con atributos negativos con mayor frecuencia que con atributos positivos; la menor distancia entre ambas valoraciones se registraron durante el desafuero y la elección presidencial (2005-2006), la diferencia más alta, en el año 2002.

En otra batería de preguntas se mencionó el atributo y se esperó la asociación con un partido político. El promedio de cinco atributos positivos favoreció al PAN a partir del año 1999, y la distancia con el segundo y tercer lugar (PRI y PRD) se acrecentó. En el año 1998, el PRI que estaba dos a uno en valoraciones positivas respecto al PRD, actualmente está empatado por un doble proceso: pérdida de credibilidad en ese partido y una mejor aceptación de los perredistas. El líder absoluto de asociaciones negativos fue el PRI y, actualmente, el PRD se le acerca; el PAN fue la institución de menor asociación con atributos negativos, su registro más alto al respecto fue durante el desafuero. No fue casual que Vicente Fox reculará de su intención de impedir el registro de Andrés Manuel López Obrador; fue más barato instrumentar el fraude patriótico y convalidarlo a través de un poder carente de autonomía, de principios y de dignidad.

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