jueves, febrero 01, 2007


Tregua en la guerra de los Enriques

Que los Enriques finalmente se reunieron, por más de tres horas, y acordaron sellar un pacto de civilidad política y no agresión (ojo, no de reconciliación, ni de borrón y cuenta nueva), es decir, parar su guerrita mediática antes de que el escándalo arruine los proyectos políticos de ambos.

Sin embargo, es importante aclarar que el encuentro no se realizó el fin de semana en el hotel Fiesta Americana, como le dijeron al columnista Jesús Ramos; tampoco con la asistencia de Jorge Ruiz y Javier Casique, por parte de Doger, y de Damián Hernández y Jaime Vázquez, por parte de Agüera, y menos a instancias del senador Melquiades Morales Flores.

No. La reunión se efectuó la noche del lunes, en una casa, lejos de los reflectores de la prensa y las miradas indiscretas, y sin más interlocutores que ellos mismos.

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Que el secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Javier García Ramírez, debe estar arrepentido de haber recomendado como secretario de Finanzas y Administración a Gerardo Pérez Salazar, pues ahora éste no sólo le roba cámara frente al gobernador en la recompuesta burbuja marinista, sino que se mete en terrenos donde antes sólo su chicharrón tronaba.

Gerardo Pérez le ha vendido al gobernador Mario Marín la idea de que sólo él puede contener a los empresarios de derecha, no sin ciertas concesiones, y que para tenerlos de su lado requiere participar en la asignación de la obra pública.

Y es ahí donde el secretario de Finanzas se hizo de los servicios del constructor Juan Carlos Estefanoni, al que le encarga no sólo los proyectos de obra a realizarse con los recursos del Impuesto Sobre Nómina, a través del Consejo de Desarrollo Industrial, Comercial y de Servicios, sino otros trabajos como la construcción del estacionamiento de la Secretaría de Finanzas.

El recelo de Javier García hacia su recomendado es que ahora éste quiere llevar mano en la asignación de las obras de la llamada Célula Fiscal o Puerto Seco, en la región de Oriental, y en las vinculadas con el rescate y desarrollo de la zona de Valsequillo.

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Que el reelecto presidente de la delegación Puebla de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), Armando Adame Sosa, es uno de los más personajes más cercanos al hombre fuerte del secretario de Finanzas del estado en materia de obras, Juan Carlos Estefanoni.

Ambos, por cierto, acaban de hacer un viaje a Brasil.

Adame Sosa regresó de ese viaje y se fue a Madrid, España, como invitado del gobierno marinista a la Feria Internacional de Turismo (Fitur), tras haberse amarrado por un año al frente de la CMIC Puebla, dejando en el camino a Claudio Valdés García Teruel y Alberto Ramírez y Ramírez.

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Que el padrón de socios activos y al corriente en el pago de sus cuotas de la Cámara de la Construcción no rebasa la media centena, y que de esos socios al menos 13 están también afiliados a la Asociación de Empresas de la Construcción (AECO) que preside Aristeo Reyes Hernández.

Esta asociación, en cambio, cerró el año pasado con 363 socios, de los cuales 53 ya hicieron su refrendo en los primeros 30 días del 2007.

Comentarios a los correos electrónicos: rruiz@e-consulta.com.mx y periodistasoy@hotmail.com



La guerra de los Enriques

Si la guerra de los Enriques va en serio, lo más seguro es que el estiércol que salga del análisis financiero y contable de la Benemérita y su desaparecida Promotora Universitaria salpique a uno y a otro, y eche por la borda el proyecto del ex rector de llegar a Casa Puebla, y del actual rector de reelegirse por otros cuatro años en septiembre de 2009.

Con qué cara Enrique Doger puede inducir a que su tocayo sea acusado de acumular una enorme fortuna, a costa de las arcas de la UAP, si él como rector incurrió en excesos y abusos quizá peores.

O para ser más claros: ¿Por qué Enrique Doger designó a Enrique Agüera Ibáñez como su sucesor en la UAP, si ya sabía —según lo mandó a publicar— que no era de fiar, que tenía una mansión en Valsequillo, que era propietario de escuelas particulares, afecto a los caballos de raza y a los viajes al extranjero en vuelos privados?

Enrique Doger no puede fingir demencia, pues él —y nadie más— impulsó a Enrique Agüera como vicerrector de Docencia, como secretario general y como rector interino, incluso a contracorriente del gobernador Melquiades Morales Flores, del entonces candidato a la gubernatura, Mario Marín Torres, y de la mayoría de los directores de unidad académica de la Benemérita.

¿Acaso Enrique Doger no conocía la casa-rancho de Enrique Agüera en Valsequillo y que éste posee mucho antes de que fuera rector?

¿A poco es tan flaca su memoria para no recordar los permisos que como rector de la UAP extendió a escuelas de educación media superior y superior, y en las cuales figuran o figuraban funcionarios de su administración universitaria, incluidos algunos hermanos de su hoy odiado tocayo?

De la afición de Enrique Agüera por los caballos de raza, el presidente municipal siempre estuvo enterado, pues cuando aquél fue derribado de uno de esos equinos con valor de varios miles de dólares, Enrique Doger no sólo fue uno de los primeros en saberlo, sino el más preocupado porque ese accidente y esas fracturas, en la cadera de su tocayo, no lo imposibilitaran para ser su sucesor en la UAP.

Sobre los supuestos viajes al extranjero de Enrique Agüera, en aviones particulares, para acudir a los juegos de la final del fútbol americano de los Estados Unidos, Enrique Doger quizás tenga más que contar, pues esa práctica, que él heredó de la gestión de José Doger Corte, adquirió carta de naturalidad durante su rectorado.

Y ya mejor ni hablar de los millonarios contratos por concepto de banquetes, viajes, publicidad, telefonía, impresiones, comidas y viáticos que se pagaron, sobre todo, en los últimos años de su trunca gestión rectoral.

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Cualquiera que sea el desenlace de la guerra de los Enriques, uno de los primeros damnificados será el tesorero municipal y ex director de la controvertida Promotora Universitaria, Jorge Alfonso Ruiz Romero, quien por lo pronto perderá su plaza de tiempo completo como profesor titular de la Benemérita.

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