sábado, marzo 03, 2007

¿Usar o no usar el celular?

¿El celular sirve para algo? ¿para comunicarnos? ¿para localizarnos? ¿nos acerca a la gente?

AURORA CUEVAS

Cuando me piden mi número de celular y les contestó que no uso, algunos me miran con cara de extrañeza “¿cómo?”, algunos más comienzan a hablar de las bondades de usarlo, también hay para quienes, el celular, es un artículo indispensable y otros más me interrogan el porqué no lo uso.Y bueno, los motivos por los que no uso celular parecieran que son ideológicos, como estar en contra de algo, pero más allá de eso creo que en el fondo existen más motivos. ¿El celular sirve para algo? ¿para comunicarnos? ¿para localizarnos? ¿nos acerca a la gente? He escuchado tantas cosas del celular que, a veces, creo que sirve para no sentirse sólo: es cómo no saber que hacer y decidir llamar a alguien y saber con certeza que ese alguien te contestará, sin importar que hace o donde esté. Al preguntarme para qué tendría un celular debo admitir que hay muchas respuestas, aunque la mayoría me remiten a ¿para qué quieren los demás que yo tenga un celular?

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Rumi, el místico del amor

La mística desafía la razón analítica. La sobrepasa, porque expresa la dimensión del espíritu.

LEONARDO BOFF *


En este año se celebra el 800 aniversario del nacimiento de Jalal ud-Din Rumi (1207-1273), el mayor de los místicos islámicos, y extraordinario poeta del amor. Nació en Afganistán, pasó por Irán y vivió y murió en Konia, Turquía. Era un erudito profesor de teología, celoso en sus ejercicios espirituales. Todo cambió en su vida cuando se encontró con la figura misteriosa y fascinante del monje errante Shams de Tabriz. Como se dice en la tradición sufí, fue «un encuentro entre dos océanos». Ese maestro misterioso inició a Rumi en la experiencia mística del amor. Su agradecimiento fue tan grande que le dedicó todo un libro de 3.230 versos, el Divan de Shams de Tabriz. «Divan» significa colección de poemas. La efusión del amor en Rumi es tan avasalladora que abraza todo el universo, la naturaleza, las personas y sobre todo a Dios.

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NÓMADAS

Navegando por el Nilo

ENRIQUE ATONAL , en Luxor, Egipto

Desde el avión nos asalta un sentimiento de asombro: al ilimitado color cobrizo del desierto le sigue el trazo de una serpentina verde con su centro obscuro: es el Nilo y su mítica franja de tierra fértil, cuna de civilizaciones, principio y culminación de muchos conocimientos de la humanidad. El contraste es grande entre la sequedad inmensa del resto de Egipto y ese vergel que bien podría representar el soñado paraíso, columna vertebral de ese país desde los albores de la vida del hombre. No estamos en la capital, El Cairo, con 17 millones de habitantes. Llegamos a Luxor, capital de faraones, que cuenta con las tumbas y templos más importantes de la civilización egipcia. Un prodigio que alimenta a sus modernos habitantes, ya que su principal tesoro es el turismo que visita esas maravillas. Luxor es el principio de una travesía a través del Nilo, para llegar a Asuán, conocida por la gran presa Nasser, el lago artificial más grande del mundo. Edificada en la margen derecha del río, en Luxor conviven la civilización faraónica con el Egipto musulmán de nuestros días, un contraste tan fuerte como los que evoca el Nilo.

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Las nuevas reglas del juego

MAURICIO MERINO

No todos los temas propuestos en la ley impulsada por Manlio Fabio Beltrones para reformar el Estado tienen la misma densidad ni la misma urgencia, ni mucho menos las mismas probabilidades de éxito. Sin embargo, de ser aprobada en sus términos por la Cámara de Diputados, con esa ley los legisladores habrán asumido un compromiso puntual para organizar un debate largamente aplazado, y habrán puesto a prueba su capacidad de llegar a acuerdos fundamentales. A diferencia de cualquier momento anterior, la ley aprobada ya por los senadores tiene la virtud de su origen: no surgió del Ejecutivo ni del partido dominante, sino del Legislativo y la oposición. Y tiene también la ventaja de apostar mucho más por un procedimiento inclusivo que por un listado puntual de asuntos a reformar. Es un doble acierto, porque las leyes no son solamente el producto de valores, ideas y argumentos en competencia, sino de procedimientos explícitos y aceptados de manera legítima.

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