viernes, mayo 18, 2007

TENDAJÓN MIXTO

La derecha

Jaime Ornelas Delgado

Los escritores y periodistas de derecha, quienes jamás se asumen como parte de esa corriente político porque detestan definir una posición ideológica que los comprometa con algo o alguien, han encontrado con lo sucedido en Francia, donde Ségol�ne Royal aceptó su derrota electoral frente al derechista –y racista– Nicolás Sarkozy, un pretexto más para insistirnos a los ciudadanos de este país que ya olvidemos la resistencia a la usurpación y que aceptemos la realidad impuesta por la “normalidad que establece la cotidianidad”, abonada por la televisión.

Pero México no es Francia, allá seguramente los empresarios no aportaron, al contrario de sus congéneres de por acá, videos que fueron “un granito de arena que se sumó a lo que finalmente tuvo el desenlace final el 2 de julio del año pasado”; tampoco el gobierno de Jacques Chirac actuó, utilizando recursos gubernamentales de manera facciosa para favorecer a su candidato; mucho menos el partido de Sarkozy emprendió una perversa campaña de terror y linchamiento en contra de Ségol�ne; y la televisión no se puso al servicio del candidato de la derecha descubriéndole virtudes que no tiene y talentos de los que carece.

En cambio, en México los empresarios financiaron una sucia campaña contra Andrés Manuel López Obrador; el propio Vicente Fox puso al servicio del candidato de su partido recursos públicos para tomar venganza de López Obrador, y los medios jugaron un ruin papel en la campaña emprendida contra quien calificaron “peligro para México”. Por esas razones, entre muchas otras más, los ciudadanos de este país emprendimos y sostenemos la resistencia civil pacífica, que no ha roto “ni siquiera un vidrio”; la decisión de resistir la usurpación se ha mantenido ejerciendo los ciudadanos, simplemente, derechos consagrados en la Constitución Política, y reiteramos que mientras se encuentre establecidos esos derechos los seguiremos ejerciendo porque hacerlo es parte de la lucha ciudadana por preservarlos.

Y, por supuesto, para quien no lo cree, sostenemos, hoy más que nunca, que “el triunfo de la derecha es moralmente imposible”, pues precisamente lo que sucedió el dos de julio hace evidente que dado el carácter fraudulento y la inmoralidad de la campaña electoral del año pasado, la derecha no ganó las elecciones, aunque a muchos no les guste que sigamos diciendo esto.

También llegan a decir esos periodistas y escritores, que el fortalecimiento y ciudadanización (sic) de instituciones como el Instituto Federal Electoral de infausta conducta, “sufrieron un brusco frenazo, acaso un retroceso”, con la decisión de Andrés Manuel López Obrador de “confundir la inequidad y las irregularidades con un fraude electoral.” ¿Así que el desprestigio del IFE y otras “instituciones ciudadanizadas” no resulta de su actuación facciosa en el proceso electoral? ¿Así es que esas “instituciones ciudadanizadas” lo hicieron muy bien y la única razón de la desconfianza y el desprecio que muchos ciudadanos tienen hacia ellas se debe a que López Obrador no supo aceptar las irregularidades que cometieron los funcionarios de esas instituciones, que terminaron dando el triunfo a quien no ganó en las urnas y rechazaron contar “voto por voto, casilla por casilla”? En todo caso, ¿son infalibles las “instituciones ciudadanizadas”?

El argumento de esos escritores y periodistas, que parecen de derecha, pero que ellos dicen no serlo, resulta por lo menos ridículo, pero lo más grave es que se ubica en la línea de la propaganda que sataniza a quien fue víctima de la actuación de los funcionarios de las “instituciones ciudadanizadas” tan apreciadas (por ellos y por Elba Esther y su camarilla calderonista), y pretende insistir en que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México, pues ellos, esos periodistas y escritores que se creen por encima de la pasión producto de asumir una definición política que comprometa, creen que México son ellos –de ellos que escriben citando a cualquier autor con tan que escriba o haya escrito en un idioma diferente al español, faltaba más– y de los ciudadanos que no protestan, sino que se comportan sumisos y respetuosos de las instituciones –y más si están “ciudadanizadas”– y de sus decisiones así desvirtoen la voluntad ciudadana expresada en las urnas, ciudadanos tal y como son los estadounidense que ni si quiera se enteraron del fraude mediante el cual se mantuvo George Bush en la Casa Blanca. Esos si son ciudadanos bien portados, así los quiere la derecha.

Qué pena da esa derecha neoliberal panista que, ahora en el poder, sigue profundizado una de las herencias que le dejó el PRI: la descomposición política de la sociedad mexicana, situación que se evidencia en las elecciones de Yucatán, o la creciente presencia del Ejército en actividades que no le competen, en la criminalización de los movimientos sociales y en las ejecuciones cotidianas en todo el país.


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