lunes, octubre 16, 2006

Comunicadores católicos cenaron el viernes en Casa Puebla; evitan protestas
Martín Hernández Alcántara
Mario Marín optó por ausentarse de una cena que ofreció en Casa Puebla la noche del pasado jueves a responsables de comunicación social en la diócesis de todo México. En el convite, una de las invitadas pretendía hacer una protesta ante el mandatario, quien, al parecer, fue alertado por la alta jerarquía católica para que se abstuviera de asistir.
Jacqueline Campbell, titular de Comunicación Social en la arquidiócesis de Saltillo, que encabeza el obispo Samuel Vera López, llevaba puesta una playera con leyendas contra la pederastia que planeaba mostrarle al titular del Poder Ejecutivo poblano durante la velada, además de hacerle algunos cuestionamientos sobre su relación con Kamel Nacif Borge, protector del violador de niños confeso, Jean Succar Kuri.
La ciudad de Puebla fue la semana anterior sede de un encuentro nacional de jefes y directores de comunicación social de la pastoral católica, acto al que tradicionalmente acude la mayoría de los obispos del país, pero que esta vez estuvo desairada porque los prelados viajaron al Vaticano a fin de participar en la santificación de su difunto homólogo de Veracruz Rafael Guízar Valencia.
El miércoles por la noche, el ayuntamiento de Puebla invitó a los comunicadores religiosos a una cena en el Palacio Municipal. En representación del alcalde Enrique Doger Guerrero estuvo Pablo Fernández del Campo, regidor afiliado al Partido Revolucionario Institucional y uno de los responsables de la organización de los festejos por el 475 aniversario de la capital.
La noche siguiente, la del jueves 12 de octubre, el arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco, ofició una misa en la basílica catedral angelopolitana a la que acudieron los directores de Comunicación Social. Al filo de las 20:30 horas la liturgia culminó y el grupo de visitantes se encaminó hacia la 5 Oriente, entre la 16 de Septiembre y la 2 Sur, a un costado del principal templo católico de la entidad, y se subieron a tres autobuses de color naranja que los llevaron hacia Casa Puebla.
En su trayecto a los vehículos, de la sacristía hasta el atrio de la catedral, Jacqueline Campbell platicó brevemente con los reporteros de esta casa editorial y dijo que tenía informes de que la cena había sido improvisada porque Marín solicitó que los directores de comunicación social fueran a Casa Puebla, “porque antes un presidente municipal había invitado otra cena”. El redactor de estas líneas le comentó a la informante sobre el añejo pleito que tienen el gobernador y el acalde de Puebla.
En la sacristía Campbell manifestó su indignación: de entrada confesó que ella no tiene votos sino que es laica, pero insistió con vehemencia en al menos tres ocasiones que le parecía desvergonzado reunirse con un gobernante sobre el que había serias sospechas acerca de su vinculación con las redes de prostitución y pornografía infantil, y “¡hacer como que no pasa nada!”.
Entonces, la mujer que siempre se identificó como periodista se abrió el blazer gris oscuro que llevaba y dejó ver las leyendas de su playera negra que en letras púrpuras y blancas textualmente decían: “No + Corrupción No + Pederastas No + Impunidad”, y contó su plan de exhibirla ante Marín, además de cuestionarlo sobre su relación con un protector de ultrajadores de infantes.
Mientras Jacqueline Campbell hablaba con los informadores de La Jornada de Oriente a veces se acercaban algunos hombres con ánimos de guardar discreción, como pretendiendo escuchar dicho diálogo.
En el pasillo, camino al atrio, la comunicadora prosiguió la exposición de su enojo. Casi llegando a la puerta se le emparejó un sacerdote que parecía nervioso, entonces ella exclamó, dándole unas palmaditas en la espalda: “¿Así o hago más ruido?”, enseguida hizo una broma sobre el estruendo que causaban sus zapatos de tacón.
Ya en el atrio se le preguntó a la informante si había más colegas suyos inconformes con la cena ofrecida por Marín, y ella respondió que la mayoría lo estaba, pero que optaba por callar. Mencionó a un sacerdote jesuita que la respaldaba, pero también dijo que había otros que la intentaban censurar.
“Trae picadillo”
Los camiones que llegaron a Casa Puebla realizaron una parada en el acceso ubicado sobre la Calzada de Los Fuertes para que descendieran los invitados. El fotoperiodista José Castañares logró colarse entre ellos y estuvo presente en la cena. Entre las pláticas de mesa y sobremesa escuchó que algunos comensales preguntaron por Mario Marín Torres.
Los automotores fueron estacionados en la glorieta localizada frente a la entrada de la residencia del gobernador y su familia.
En nombre del gobierno del estado dio la bienvenida un funcionario de Relaciones Públicas, quien repitió el discurso que por la mañana brindó el mandatario estatal –al entregar la traducción de la ley de cultos al náhuatl– y dijo que en Puebla había “bandera blanca” para profesar cualquier religión.
El fotoperiodista de esta casa editorial escuchó el diálogo entre dos sacerdotes que más o menos fue así:
–¿Y Marín?–No va a venir porque hay gente que no es de confianza... trae picadillo (sic).
El convite terminó alrededor de las 22:30 horas, cuando los camiones iniciaron la ruta hacia los lugares de hospedaje de los comunicadores católicos. La protesta planeada no se consumó.
A la una de la mañana del 13 de octubre, Campbell envió a este reportero un mensaje por teléfono celular que decía: “El secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal me dijo que soy una persona ‘non grata’ x denunciar algo al portar la kmiseta... pero bueno... a Amos lo corrieron y a Jesús lo condenaron” (sic).
Fuentes cercanas a los organizadores del encuentro de responsables de comunicación social dijeron que algunos integrantes de la alta jerarquía católica del país alertaron al gobierno del estado sobre la protesta que se planeaba.
Ayer este periódico intentó obtener una versión de la ausencia del gobernador en la Dirección de Comunicación Social del Poder Ejecutivo local, pero no hubo respuesta favorable.
Similitudes
Mario Marín Torres es protagonista de una severa crisis política desde el 14 de febrero pasado, cuando La Jornada puso al descubierto su confabulación con el empresario Kamel Nacif Borge para encarcelar y vejar a la periodista Lydia Cacho Ribeiro, autora del libro Los demonios del Edén, el poder que protege la pornografía infantil.
Desde ese momento hasta la fecha han aparecido pruebas periodísticas –principalmente grabaciones de conversaciones telefónicas– que vinculan estrechamente a Nacif Borge con Jean Succar Kuri, libanés que está siendo procesado por abusos a niños y que presuntamente es integrante de una sofisticada banda internacional de prostitución y pornografía de infantes.
Por el encarcelamiento de Cacho, la Suprema Corte de Justicia de la Nación emprendió, a petición del Congreso de la Unión, una investigación para determinar si hubo violaciones a las garantías individuales de la informadora. El dictamen de los magistrados Emma Meza Fonseca y Óscar Vázquez Marín determinó que sí hubo transgresiones y confabulación de poderes.
La mayoría de los integrantes del máximo tribunal del país votaron a favor de la ampliación de las pesquisas para saber, en primera instancia, si los ataques a Lydia Cacho Ribeiro fueron ordenados por Mario Marín Torres, y en segundo lugar si esas violaciones tuvieron la finalidad de escarmentarla por haberse atrevido a publicar un texto denunciando a la red de pederastas.
En las últimas semanas se supo además de un par de casos de curas católicos que ultrajaron a menores de edad. El más sonado ha sido el de Nicolás Aguilar Rivera, quien fue exonerado en México, pero demandado en Estados Unidos por haber violado al menos a 60 niños.
En una situación similar está el tonsurado Rafael Pérez Sánchez, quien oficiaba ritos de su fe en San Rafael Tlanalapan y está acusado de violación equiparada en agravio de un infante de nueve años.

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