martes, marzo 18, 2008

El PRD: ¿reconocimiento o litigio?
Alberto Aziz Nassif
18 de marzo de 2008

El domingo pasado el PRD celebró elecciones para designar a sus dirigentes. Este proceso tuvo de todo, desde un amplio debate público entre las principales opciones, pasando por las múltiples denuncias de irregularidades antes y durante el día de los comicios, hasta lo que parece ser un resultado definido en base a dos encuestas de salida que dieron como triunfador a Alejandro Encinas. La singularidad de este proceso estuvo marcada no sólo porque el PRD es uno de los tres partidos gobernantes del país (tiene 127 diputados federales y 26 senadores, cinco gubernaturas y el Distrito Federal, cientos de municipios y diputados locales), sino porque ha optado no sólo por ser la oposición al gobierno panista, sino por desconocerlo, y esa decisión marcó los dos proyectos que se disputaron el gobierno interno del partido.

Después del conflictivo proceso de la pasada sucesión presidencial, el PRD quedó a sólo medio punto porcentual del ganador oficial, pero decidió desconocer los resultados y con ello abrió un amplio espacio al PRI, que desde el tercer lugar se ha vuelto un factor estratégico en la toma de decisiones. Así, un partido que perdió todos los estados en la elección presidencial del 2006, ha ocupado el lugar del partido que quedó en segundo lugar. La polarización y el conflicto electoral del 2006 nos dejaron un cuadro en donde se formó un eje de negociación y alianzas que desplazó al PRD hacia el lugar de una oposición radicalizada, en contra de un panismo aliado al PRI, que han definido la mayor parte de los proyectos de reforma. El dilema entre ser un partido con responsabilidad de gobierno y, al mismo tiempo, llevar el eje de la negociación a una posición radical, ha tensionado de manera central al partido del sol azteca. De tal forma ha crecido el conflicto interno, que las principales piezas del proceso de renovación de su dirigencia obedecieron a esa lógica política.

Sin duda, el eje de la definición interna del partido del sol azteca fue el conjunto de decisiones que se tomaron a partir del conflicto electoral del 2006, en donde gravitó de forma importante la figura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Los dos principales contendientes, Alejandro Encinas y Jesús Ortega, representaron el dilema de cómo ubicarse políticamente ante la decisión de no reconocer al gobierno de Calderón. Este dilema ha llevado a la creación de una especie de caricatura entre dos proyectos, uno moderado (el de Ortega) y otro supuestamente radical (el de Encinas). El dilema, falso o real, se tradujo en las principales ofertas de los candidatos: Encinas ofreció unificar en un solo mecanismo al PRD y al gobierno legítimo de AMLO; en cambio, Ortega se presentó como cabeza de un proyecto más pragmático para sacar adelante la agenda perredista a través de una presencia negociadora.

Los números de las dos encuestas de salida coincidieron en el resultado: Consulta Mitofsky estableció que Encinas ganó con 49.4% frente a 44.6% de Ortega y el Instituto de Mercadotecnia y Opinión (IMO) estableció 50.7% para Encinas y 42.3% para Ortega. Ante estos resultados, Jesús Ortega se dijo sorprendido y pidió esperar a los resultados oficiales que se tendrán entre el día de mañana y el próximo domingo. La primera conclusión de estos comicios confirma la importante presencia que mantiene AMLO dentro del partido, quien apoyó de forma abierta a Encinas.

La elección del PRD mostró una vez más las complicaciones para organizar elecciones en México. La insistencia de este partido en mantener procesos abiertos y concurrentes le ha generado conflictos desde la década pasada, en donde se han tenido que reponer procesos y se ha llegado a tener dirigentes interinos. Esta vez no fue la excepción, simplemente que hubo un proceso de mayor complejidad por el creciente tamaño del partido.

Las elecciones del partido del sol azteca son una expresión cercana a lo que han sido las elecciones mexicanas: antes del proceso se denunciaron los apoyos supuestamente irregulares de algunos gobiernos perredistas con algún candidato; también hubo fuertes problemas por el padrón, que tuvo denuncias por haber sido inflado de forma irregular; un instrumento poco confiable. El día 16 de marzo se instalaron la mayoría de las casillas, 4 mil 600 de un total de 4 mil 966; hubo casillas hasta en cinco estados de nuestro vecino del norte (California, Texas, Illinois, Washington y Nueva York); se imprimieron más de 29 millones de boletas y se esperaba una alta participación de más de un millón de militantes. Lo cierto es que se necesita un enorme aparato electoral para conducir un proceso de estas dimensiones. De nuevo en esta elección hubo todo tipo de prácticas irregulares: durante la jornada electoral no faltó el acarreo y el clientelismo, la violencia en algunas casillas y la desorganización. Los primeros reportes señalan que en Oaxaca, Veracruz, Chiapas y el estado de México es donde mayores incidentes se registraron.

Todavía es temprano para saber cómo transitará el PRD la siguiente fase de su proceso electoral si se confirman los datos de las encuestas de salida. Se pueden establecer al menos dos factores que jugarán, por una parte, el proceso de reconocimiento de los que perdieron, el cual puede llevar a legitimar el triunfo de Encinas o a impugnarlo mediante un complicado litigio interno; y por otra parte, estará propiamente el proceso político vinculado al resultado oficial, en donde puede haber una operación de acercamiento e inclusión (cicatrización), como el mejor escenario, o pueden darse luchas polarizadas y actitudes excluyentes, que puedan complicar de forma importante las próximas semanas en la vida interna de ese partido. Este será el dilema inmediato del PRD. Por lo pronto, veremos qué sucede en los próximos días…

Investigador del CIESAS

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