Ese es el preceso de las televisoras
Nueva ilusión y la misma historia Es una historia ya conocida, a la que la afición mexicana en Estados Unidos se ha acostumbrado, pero no por eso deja de dolerle. Eso explica el impresionante silencio que atrapó a las tribunas y explanada del estadio de la Universidad de Phoenix. Una vez más, las playeras verdes y anchos sombreros fueron opacados por las barras, estrellas y los gorros del Tío Sam... Una vez más, los miles de mexicanos que acudieron al estadio se fueron a casa con la boca amarga, con los ojos llenos de lágrimas. Ni la estela de Hugo Sánchez logró iluminar la noche Tricolor. Era la noche del Pentapichichi, en la que cumplió uno de sus más grandes anhelos, aunque también fue incapaz de despojarse del yugo al que el acérrimo rival ha sometido a México durante los últimos cuatro años. Nadie quería perderse el debut del máximo ídolo de nuestro futbol al frente del conjunto nacional, pero la historia no cambió ni un solo capítulo, a pesar de los buenos deseos que se mostraron en las horas previas al cotejo. "Con Hugo sí se puede, vamos México", decía una manta que cuatro orgullosos aficionados pasearon por toda la explanada del moderno inmueble y que al final, terminó dentro de un bote de basura; como todos los sueños de la afición tricolor. "Siempre hemos apoyado a la Selección, pero tener a Hugo como entrenador es algo incomparable", aseguró Ramón Torres, mientras hacía fila para pintarse el rostro con los colores verde, blanco y rojo. Porque las barras y estrellas apenas aparecieron en algunas zonas del estadio, de forma tímida, pues ante México jamás serán locales. Y su propio público lo demostró al moverse de sus lugares cuando faltaban cinco minutos antes del silbatazo final del canadiense Mauricio Navarro. A la afición estadounidense aún le cuesta trabajo acostumbrarse a un deporte que no tiene interrupciones, cuyo reloj no deja de correr durante 45 minutos. Además de que ganarle a México es un éxito que empieza a dejar de tener un sabor especial. Las imágenes son las mismas, ahora con Hugo como protagonista, impávido en su banca, sin respuestas y con la preocupación a flor de piel, sabedor de que las críticas aparecerán. Porque sufrir ante ellos dentro y fuera de la cancha cada vez duele más, aunque es una historia que parece no tener fin.
Daniel Blumrosen Juárez
El Universal
Jueves 08 de febrero de 2007
PHOENIX.- Y la fiesta volvió a finalizar con un contundente balde de agua fría.