Tiempos de Nigromante
de Arturo Rueda
artrueda@laquintacolumna.com.mx
La alianza inútil con el PRD
Vista desde la ignorancia supina, una alianza PRD-PRI en los comicios intermedios de noviembre parece ser buena idea. Vista desde la realidad, concretar dicha alianza parecer ser un suicidio para los tricolores, quienes no contentos con cargar el desprestigio propio ahora pretenden echarse a la espalda el desprestigio ajeno de las locuras lópezobradoristas. Y es que, de acuerdo con las últimas encuestas, uno de cada tres poblanos declara que nunca votaría por el sol azteca. En pocas palabras, después de todos los desaguisados que el año pasado protagonizó López Obrador y su nave de los locos, el PRD se convirtió en el partido más desprestigiado del entorno político. La alianza, en lugar de sumar votos al priísmo, podría terminar restándoselos.
Los estrategas de la locuacidad piensan en términos puramente aritméticos: la suma de los porcentajes de intención de voto –unos 25 puntos del PRI y otros 10 puntos del PRD- dotan de competitividad al candidato de la coalición, frente al 35 por ciento del que hoy goza el panismo. Los promotores de la idea hablan entonces de un empate técnico virtual y posibilidades de triunfo para una elección que se supone perdida en el municipio de Puebla.
Sin embargo, cualquier estudioso de la Ciencia Política sabe que en las coaliciones electorales la transferencia de votos no se da en automático, sino que deben tomarse en consideración otra serie de variables. La principal es qué opinarían los electores de cada partido ante una nueva amalgama ideológica.
Y aunque si bien es cierto que los priístas duros y los perredistas comparten un código genético común derivado de su origen común, no ocurre lo mismo con los votantes que simpatizan con el tricolor pero no se encuentran dentro de su voto duro. Me refiero, por supuesto, a los llamados electores switchers que dependiendo del candidato, indistintamente han votado por el PRI o el PAN y son los verdaderos causantes de la alternancia en el gobierno municipal.
¿Qué pensarían los votantes switchers de una coalición PRI-PRD para las elecciones de noviembre? No tenemos una encuesta que aclare el panorama, así que tomaré como referencia el último sondeo de Opina, publicado en este diario hace dos semanas. De acuerdo con la consultora de Rigoberto Benítez, el panismo, con 37 por ciento de intención, aventaja en la capital por 11 puntos al priísmo que cuenta con 26 por ciento de las simpatías. Muy al fondo, el PRD obtiene 10 puntos porcentuales.
Sin embargo, el dato importante no se encuentra en la suma, sino en el crecimiento de las opiniones negativas de los partidos político. EL PRD se encuentra a la cabeza, con un rechazo de 32.5 por ciento. Le sigue el PRI con 26 por ciento y al último el PAN con 16 por ciento de las menciones en el rubro “partido por el que nunca votaría”. Visto desde esta perspectiva, una coalición sumaría 68 por ciento de rechazo. Es decir, 2 de cada 3 poblanos nunca votaría por el híbrido “revolucionario”. Así, indirectamente la posición de los panistas se vería fortalecida ante una alianza sin pies ni cabeza.
Culminando: el PRD muestra un rechazo histórico que nace después del 2 de julio, cuando López Obrador se negó a aceptar los resultados de la elección presidencial y que encuentra su punto culminante en su autoproclamación como presidente “legítimo”. Por el contrario, el rechazo al tricolor muestra una tendencia de descenso consistente. Sin embargo, con la coalición PRD-PRI, el tricolor podría resultar el pagano de todas las locuras de López Obrador. Indirectamente fortalecería la idea de votar por el panismo en los comicios de noviembre. ¿A quién se le ocurrió la idea?
*** ¿La carta apócrifa de Bartlett? Un correo electrónico enviado a medios nacionales de comunicación, proveniente de un lector anónimo, pone en duda la autenticidad de la carta aclaratoria publicad el martes pasado, en la que Manuel Bartlett refuta la información de una ruptura con Mario Marín publicada en este espacio el 25 de enero.
El lector compara la firma de la carta aclaratoria con la firma del ex gobernador plasmada en un documento oficial. A partir de la divergencia, el lector anónimo concluye que su autoría no proviene del ex gobernador y la atribuye directamente a Mario Marín
Al respecto me gustaría acotar que, en efecto, desde que fue recibida en las oficinas de Cambio dudé de la autenticidad del documento en virtud de que ni siquiera venía impresa en una hoja simple, sin membrete. La firma también me pareció dudosa. Busqué autentificar la carta y por ello no se publicó el lunes 30 de enero.
Sin embargo, el mismo lunes, Mario Alberto Mejía recibió una llamada del ex gobernador para instarlo a publicar la carta, reconociendo su autoría. Fui testigo de la conversación y reconocí su voz. Por tanto, la aclaratoria se publicó el martes 31 de enero.
Al luz de las nuevas evidencias –la falta de concordancia de las firmas-, que el lector juzgue.