DEL HECHO AL DICHO
Semana ¿santa?
Manuel de Santiago
El tema de la miss Cristera y su vestido, “típico” de la ignorancia, el fanatismo y la nula creatividad, vale un soberano cacahuate. Lo que yo creo que conviene tratar es acerca del significado de la semana santa para la gran mayoría de los mexicanos, esos sí... típicos.
Para la grey católica la semana santa es como el Ramadán para los musulmanes o el Yom Kipur de los judíos, todo esto guardando las proporciones. Se trata entonces del periodo sagrado más importante de la iglesia, ya que se hace un recordatorio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo y con ello los fieles tendrían que dedicar un tiempo a reflexionar acerca de la esencia misma del cristianismo.
Hoy día muy pocos cristianos observan estas fechas como días especiales –con su sentido original– como no sea una participación marginal en actividades litúrgicas que la inercia de las tradiciones culturales les marcado a los católicos nominales desde la infancia: la vigilia, la procesión del viernes santo, la visita de las siete casas y paréenle de contar, porque los ayunos, penitencias, misas y demás rituales que tienen significados precisos y conforman en su conjunto la celebración de los días santos, no son asumidos casi por nadie; bueno, ni por el devoto presidente de México que aprovechó estos días para viajar al sureste con toda su familia, ¡claro! a cargo de nuestros impuestos.
Lo que hace la mayoría de la gente en esos días, inhábiles en los calendarios oficiales de las instituciones públicas y además uno de los periodos vacacionales del año, es exactamente lo contrario. Las familias salen a divertirse, fuera de la ciudad o en los balnearios próximos; la gente descansa levantándose más tarde o mirando la televisión; estos días sirven para arreglar los pendientes domésticos; también para realizar fiestas donde corre el chupe y aun para quienes acuden a las celebraciones de la iglesia es día de pachanga, porque se van a los “antojitos” que se ofrecen por doquier y ya “encaminados”, reunidos con los compadritos siguen las libaciones de vino no consagrado, eso sí.
No se trata de una crítica a la manera en que cada quien vive o desatiende su religión, solamente consigno un hecho que sucede y que tendría que conducirnos a la reflexión acerca del respeto para quienes no tienen ninguna creencia esotérica, ya sea una religión constituida o alguna otra idea. Nuestra sociedad es un mosaico de diversidades étnicas, de orígenes sociales distintos, de edades, de formas culturales diferentes, de variadas creencias, de múltiples maneras de actuar, etcétera. Ni “pro vidas”, ni “misses cristeras” representan a la totalidad de los mexicanos, aunque lo pretendan neciamente. Es mejor entonces que cada quien tenga el derecho a decidir por si mismo sin perjudicar a los demás, pero sin que haya apoderados oficiosos que se arrogan el derecho de hablar por todos los demás, como don Norberto, nombre cuyo significado es: “La luz que llega del norte”, ¿serán los dólares de EU?