miércoles, junio 06, 2007

Columnistas

El sonido y la furia
Gerardo Oviedo

gerovio@hotmail.com



SÓLO UN PASO


a Mario Alberto Mejía

Por fin el barco no hace tanta agua. Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación han enmendado parte de la plana a los diputados que aprobaron la ley televisa en 7 minutos y a los senadores usureros de aquel entonces como Diego Fernández de Cevallos y compañía que la defendieron a capa y espada y que aprobaron siguiendo los intereses de las dos grandes empresas televisivas. Además, y caso contrario a su historia política y judicial, la SCJN en voz de sus ministros han declarado algunos de los principales artículos de la ley de radio y televisión como inconstitucionales. Con una argumentación válida como la defensa de la soberanía nacional y que recae en el espectro radioeléctrico, estos ministros están tumbando una ley que por principio, por su origen y naturaleza jamás debió ser aprobada por los representares del pueblo en el Congreso de la Unión. Máxime que dejaba en el abandono toda pluralidad en medios electrónicos así como violentaban la libertad de prensa y el derecho a la información al privilegiar las concesiones a unos cuantos grandes capitales de esta aristocracia de notables, que de facto tienen un impacto real en las telecomunicaciones del país. Lo hecho hasta ahora por los ministros de la SCJN es un paso, pero sólo un paso hacia la restitución del estado de derecho en México. Falta que la memoria regrese y se vuelvan a revisar casos como el Fobaproa, que se juzgue conforme a derecho el caso Góber Precioso-Lydia Cacho, que la ley del ISSSTE sea revisada a fondo, y ya entrados en materia de agravios a la república, a la democracia y a la justicia, que se revise el fraude electoral del 2 de Julio de 2006, el caso de San Salvador Atenco, los asesinatos en Oaxaca y las insolencias del gobernador Ulises Ruiz Ortiz, el de la violación a la indígena Ernestina Asencio en Zongolica, el caso de los Mineros muertos en pasta de Conchos, Aguas Blancas, Acteal, el enriquecimiento ilícito de políticos como Arturo Montiel, Roberto Madrazo, las ligas de corrupción entre Felipe Calderón y su cuñado Hidelbrando, la venta de votos al mejor postor por parte de Elba Esther Gordillo y su caudillaje charro entre otros muchos que requieren atención inmediata. Un paso que ha dado la SCJN podría ser el principio de algo inédito en la vida política de México. Ahora sólo esperemos que la anécdota de esta historia no dé un giro inesperado y la vuelta de tuerca sea la soga para enterrar a México en algo que pudo ser y no fue.

TODA LA RABIA DEL MUNDO
"Para ser un revolucionario hay que ser pesimista."
Jorge Oteiza


PARTE 2
4.
Y es un hecho, nadie escoge la familia donde uno va a nacer. Pero que ideota de mi madre engendrarnos cuando mi padre siempre andaba borracho. Eso debió actuar para que tal vez saliera una falla en algún cromosoma de mis hermanas y yo. Imagino a mi padre con una botella en la mano haciendo el amor con mi madre y en vez de decirle te amo, tal vez le decía: ¡saluuuud! Creo que por eso son cada vez más frecuentes mis pensamientos sobre el fin del mundo y ese gran cataclismo que vendrá. Entonces me pregunto: ¿vale la pena hacer algo si todo tarde o temprano se va a acabar? Incluso al sol se le acabará el combustible en unos millones de años y todos acabaremos fritos. Digo todos porque me incluyo al final de la película cuando el sol se convierta en una supernova y explote dando al traste con la vida en este planeta, acabando en ese gran y a la vez espantoso final: La humanidad ha muerto. Fin de la película. Y para colmo sin los créditos de todos los seres humanos que hemos poblado la Tierra desde el principio de la historia. Pero esto sólo lo he pensado a últimas fechas cuando bebo alcohol y tengo pesadillas. Por otra parte el tiempo libre que me sobra lo ocupo en pensar otras barbaridades mucho más cercanas y tangibles como lo es mi vida y el impacto diario que tiene sobre los demás, porque soy limosnero y con garrote. Vivo en casa de mi madre y soy desempleado desde hace más de un año. Y como me dice Goliath, quien realmente cree que soy un verdadero parásito de mierda: ¿quién como tú? ¿Cómo le haces, eh? ¿Viviendo de a gratis? ¡Che lapa! Pero como les he intentado explicar desde hace tiempo a todos, yo no tengo la culpa de esto. Simple y sencillamente la vida me agarró en curva y ya no pude enderezar el camino para no estrellarme. Aunque mi madre me compre todos los libros de superación personal y me recite la misma cantaleta a todas las horas que me ve y que invariablemente comienza así: A ver si hoy buscas trabajo, güevón, que ahí echado nunca vas a hacer nada, güevón. Todo es inútil, esta apatía que me cargo la desarrollé en mi genética desde que Sofía se fue para siempre de mi vida y no hay modo de parar mi evolución hacia lo que próximamente será el primer huevo humano con dos patas y dos brazos. Y en esta maldita selección de las especies, estoy condenado a extinguirme y no me importa. Porque como me dijo Sofía la última vez que la vi: El amor es una chingadera que nos jode la vida para siempre. Y yo no entendí el mensaje.

5.
Porque entender algunas cosas a veces me resulta bastante complicado. Sobre todo cuando me empecino en una idea y de ahí no hay nadie que pueda moverme. A veces me han dicho que soy un inocente absoluto y que no entiendo que las cosas se mueven por sí solas, con toda la relatividad de su entropía. Como por ejemplo el día en que discutía con Goliath sobre la importancia de la inmortalidad del cangrejo en la felicidad de las personas. Yo le decía que ese era el mejor momento de la vida del ser humano, cuando uno entra en contacto con la nada. Con la mente en blanco, mirando el vacío, uno se vuelve ingrávido, feliz, y le dije que el cangrejo era el sinónimo más cercano a Dios. Goliath me respondió que eso era una mamada y que la inmortalidad del cangrejo sólo sirve para hacer pendejas a las neuronas, y se echó a reír. Luego concluyó con una contundencia tal que yo pensé que se me iban a freír los sesos: Yo creo, mano, que tú tienes un tumor en el cerebro y debes aprender a vivir con eso. Y tú un hoyo en el culo, pendejo, le respondí enojado. Entonces Goliath me desarmó con su lasciva respuesta: Ojalá y tuviera dos, me cai, y se echó una carcajada más fuerte. Pinche Goliath tan cuzco. Quien lo viera enfundado en sus trajes sastres y llevando por debajo medias con ligueros y tangas. Aunque en su casa siempre anda vestido de loca, pero ser burócrata para un gay como Goliath en esta época es vestirse de zapatos y corbata y no de zapatillas y corpiño, aunque sé que Goliath anda promoviendo por debajo del agua que se legalice el uso de lápiz labial y rimel para los burócratas que quieran hacerlo. Incluso el año pasado se fue al carnaval de río con sus compañeros de oficina Joana y Brenda y regresó con un piercing en el ombligo y un montón de fotos de él bailando samba con unas pestañas tan largas y una faldita tan corta que de lejos sí daba el gatazo de ser una chica sensacional. Todo el mundo piensa que es metrosexual, y por eso tiene esa cinturita de lavadero y se depila todo el cuerpo y siempre anda oliendo rico, pero los que lo conocemos de toda la vida sabemos que es la mejor amiga que uno puede tener. Lástima que no fuma y no bebe alcohol si no tendría el doble o triple de enamorados. Porque siempre anda con su botella de agua pura, sus vitaminas y antioxidantes. Maldito Goliath, él sí va a estar sano cuando llegue a vieja.

6.
La casa donde vivo es la misma que cuando era niño. En aquellos años tenía recámaras y pasillos enormes. Un jardín que yo creía que era un bosque o una selva con toda la fauna imaginaria de mi niñez, pero con el paso de los años esa casa se ha ido encogiendo como las personas se encogen cuando llegan a ancianas. El gran bosque ahora es un montón de macetas mal acomodadas y con plantas sucias y feas. En mi cuarto, el mismo de siempre y que era mi territorio infranqueable, apenas cabe una cama, un escritorio, una silla y yo. El techo, que de niño me parecía altísimo, ahora, si me paro de puntas y estiro la mano puedo arañarlo. Sólo el color de las paredes es lo único que ha ido cambiando a lo largo de los años. Hoy son amarillas y grises. Hará un par de años eran blancas y cuando Clara jugaba conmigo a desnudarme y jugar con mis partes privadas “en mi territorio infranqueable”, las paredes eran azules con rayas anaranjadas. En el cuarto de junto dormía ella con Anaís y sus paredes eran rosas y lilas. La sala era azul claro y la cocina era blanca con pequeños rombos rojos. La recámara de mis padres era también azul pero con el techo blanco. Ahora esa habitación es color óxido y nadie sabe como llegó ese tinte a sus paredes. Es un enigma que se llevará mi madre a la tumba como mi padre se llevó a la tumba el secreto de si nos quería. Y, cuando Anaís andaba de viaje por su cerebro conociendo su mundo interior y escribiendo largos textos que nadie leía y Clara se había ido a Oaxaca para cumplir sus sueños eróticos (le perdimos la pista en la playa nudista de Zipolite desde dónde mandó su última postal con una sola frase: “Saludos. Yupiiii. No me esperen”) murió papá. Yo estaba comenzando mi primer año en la universidad. Clara no había querido seguir estudiando después de concluir la preparatoria. Argumentaba que no lo necesitaba y que ya tenía para toda la vida con los maestros. Además iba a ser rica y famosa porque estaba “bien buena”. Y esto era motivo suficiente para largarse en medio de la noche con Hugo o con Paco, o con Luis, nunca supimos con quién se fue. Pero esa noche tomó una maleta y se trepó a la oscuridad en una moto. Al día siguiente amaneció su cama vacía. Mi madre le preguntó a Anaís sobre Clara. Ella dijo que no había visto ni oído nada. Mi madre ya no podía pegarle como lo hacía cuando éramos niños, pero de todas maneras le pegó otro opercout. Además de aplicarle la ley del hielo durante un tiempo. Luego se fue al hospital donde mi padre estaba internado por problemas hepáticos. De ese tiempo es uno de los tantos poemas que escribió Anaís y que precisamente se llamaba “Cama vacía”. Yo lo leí, pero era tan malo que juzgué a su autora como una demente. Sólo recuerdo que comenzaba así: “Las lagartijas boxean con los ojos/y es como volver al principio del tiempo/mi madre deambula por la casa mordiendo las paredes/y se cuelga de la lámpara esperando encontrar luz...” Mi hermana Anaís tenía 16 años y aún no superaba su etapa de reptil.

(Continuará próximo miércoles)

Escucha de lunes a viernes de 11 a 1 pm, el programa: “El arte científico de la política”, con don Renato y tu servidor, a través de www.radioamlo.org y no se te olvide: Próximo viernes 8 de junio, en la galería del ayuntamiento presento el libro: “Bajo el peso de nuestro propio fuego” a las 6 de la tarde. No faltes. Ahí nos vemos.

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