martes, junio 05, 2007

Alberto Aziz Nassif




La derecha panista
Alberto Aziz Nassif
5 de junio de 2007


Cuando Vicente Fox ganó la elección presidencial en el año 2000 se pensó que México había llegado por fin a un régimen democrático. La alternancia en el Poder Ejecutivo era una prueba contundente. Sin embargo, antes de la siguiente elección presidencial, ese gobierno -que llegó bajo el signo democrático- mostró su incompetencia para construir los cambios institucionales que se necesitaban.

El panismo foxista no sólo navegó en las aguas de la parálisis y la complacencia de los intereses de los poderes fácticos, sino que regresó al país a la etapa del conflicto electoral. Fox puso en peligro la elección de 2006, como lo señaló el Tribunal Electoral. Lo que no se había terminado de perfilar con claridad es que con la alternancia panista también llegó al poder una nueva derecha, que ahora con Calderón intentará cerrar el círculo de un proyecto conservador de país.

La llegada del panismo al poder tuvo dos momentos. En 2006 se hizo realidad lo que antes era una especie de broma: cuando en el año 2000 les preguntaban a connotados panistas qué harían en el año 2006, confesaban con ironía que tratarían de ganar la Presidencia. Para una parte importante del panismo la etapa foxista fue como un propedéutico, pero su llegada al poder fue con Calderón, que es el segundo momento. Desde otro punto de vista, Fox puso las bases para la llegada del panismo. ¿Qué representa esta nueva fase? Sin duda, ha significado que una parte muy importante de las banderas democráticas han desaparecido del escenario.

Mucho se ha debatido que Calderón no es la derecha extrema que representa Espino, pero a la menor oportunidad se lanzó contra la reforma progresista sobre la despenalización del aborto que aprobó la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que hoy se encuentra sometida a un juicio de inconstitucionalidad. Así que en términos de políticas públicas parece que no existe gran diferencia entre la derecha y la extrema derecha. Incluso, todavía con Fox, el entonces secretario de Salud, Julio Frenk, estableció la "píldora del día siguiente" como parte del cuadro de medicamentos, a pesar del rechazo del PAN.

Una vez que se han terminado los incentivos de la transición democrática, sobre todo el factor del cambio político y social para una gobernabilidad democrática, lo que ha quedado en el escenario político es una nueva derecha pragmática y controladora.

El PAN se ha convertido muy rápido en un nuevo partido gobernante que no envidia nada a los peores rasgos del pasado priísta: alianzas con las facciones más conservadoras y corporativas del sindicalismo magisterial; alianza con los poderes fácticos, representados en los intereses poderosos de las televisoras; alianza con los sectores más reaccionarios de la Iglesia católica; alianza con las Fuerzas Armadas. Con esos apoyos se ha construido el gobierno de Calderón. El PAN ha dejado de ser el partido de oposición que luchaba por la democratización del país y se ha convertido en una derecha gobernante con tres características: empresarial, conservadora y clerical.

El mundo del panismo se ha poblado de nuevas generaciones de políticos jóvenes, que con mucha ambición y poco talento han llegado a imponer sus condiciones al gobierno federal. Se ha formado un gobierno de partido, algo que Fox no logró por tener una relación menos doctrinaria y orgánica con su partido. Las huellas del foxismo, vistas como una imposición externa, y la composición de un gobierno más plural, dieron por resultado una administración con menos controles políticos e ideológicos.

En cambio, Calderón ha resultado ser inversamente proporcional: control partidista como medida estratégica. No sólo por el fuerte cuestionamiento de legitimidad en su llegada, sino por tratarse de un panismo más tradicional y doctrinario. El sello del gobierno de Calderón ha sido un gobierno de partido obsesionado por el control político. Una de las piezas que le faltaba en este proceso era controlar a su propio partido, porque, por rivalidades secundarias entre grupos internos, la relación entre Calderón y el presidente de su partido ha tenido muchos estrujones y conflictos.

La renovación del Consejo Nacional panista el pasado 2 de junio ha representado un paso importante para el control calderonista de su partido. El abucheo a Espino en la asamblea representa el anuncio de un retiro del actual dirigente panista y de su grupo, que incluye a una parte del foxismo. Con todo y el celo panista por la independencia del partido respecto al gobierno, como expresión de una pesada cultura política de oposición, las inercias del poder imponen sus objetivos.

El PAN es el partido gobernante y tendrá que actuar en consecuencia, como lo solicitó Calderón en la Asamblea Nacional. El dato de que el secretario particular de Calderón, César Nava, haya sido el panista más votado del nuevo consejo lo perfila como un fuerte sucesor de Espino para 2008. La derrota de muchos aspirantes del grupo de Espino es la contraparte para que en los primeros balances se hable ya de que Calderón fue el triunfador de esa elección interna del panismo: se calcula que ganó entre 60% y 70% de las candidaturas.

El ajuste para los panistas no será fácil. Ver que el gobierno panista se parece mucho al viejo priísmo resulta un bocado duro de tragar. El juego del poder ha desfigurado las imágenes y la ideología del panismo tradicional. Igual se hacen alianzas que antes eran denunciadas, que se conceden privilegios a los poderes fácticos, en las luchas internas igual se llega al expediente del fraude y a la manipulación de la política social, que se dan los intercambios de políticos que llegan al PAN nada más por un puesto.

Hay gobiernos locales que han sido exactamente iguales o peores a los que había con el PRI, partido que ahora se ha vuelto su aliado estratégico. Esos juegos de poder los pueden entender fácilmente los que se han beneficiado del poder, pero será difícil que la militancia lo asimile. Resultará difícil tapar el pragmatismo del poder panista con una ideología cada vez más lejana. La derecha panista en el poder ha extraviado sus banderas de cambio democrático y se ha convertido sólo en el nuevo partido gobernante que reproduce un sistema de privilegios.

Investigador del CIESAS

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