lunes, mayo 07, 2007

Calderon mal y de malas, segun este periodista

Columnistas

Tiempos de Nigromante
de Arturo Rueda

artrueda@laquintacolumna.com.mx


El saldo de la batalla

La presión del Ejército Mexicano consiguió lo que no alcanzó Mario Marín ni las veleidades de la política nacional: convencer a Felipe Calderón de presidir el desfile del 5 de mayo sólo en la parada militar. La tarde el viernes, después de un final feliz en el encuentro con la plana mayor del tricolor, el Presidente recibió un mensaje del secretario de la Defensa Nacional: el Ejército consideraría un desaire que después de tantos preparativos, sobre la hora Calderón cancelara su participación. Sobretodo en la semana en que la milicia había sufrido bajas por su mayor incorporación a la lucha-guerra contra el crimen organizado e incluso se había declarado “héroes” a las víctimas.

Por lógica, un presidente sostenido por la milicia no puede desairar a la milicia. Así se escribió la historia de la presencia de Felipe Calderón en el desfile del 5 de mayo.

El gobernador, como lo adelantamos el viernes pasado, ocupó su última oportunidad para reiterarle la invitación a Calderón para presidir el desfile. Al azar siempre juega su parte. A la buena fortuna de Marín concurrió el hecho que de la comida con la plana mayor priísta terminó bien. A la mera hora, los priístas le bajaron el tono a sus reclamos sobre la elección de Estado en Yucatán, no tocaron el tema de la desaparición de las delegaciones federales, y entonces el Presidente fingió demencia y se la llevo tranquila con Beatriz Paredes y los gobernadores.

¿Cuál es el saldo entonces de la batalla del 5 de mayo de 2007?

Por supuesto, Marín no obtuvo lo que quería, aunque al final obtuvo ganancias si comparamos su situación con la que vivió el año pasado. Aunque el hecho parece olvidado, el desfile del 5 de mayo del 2006 fue una auténtica pesadilla para el marinismo. La amenaza del Frente Cívico de manifestarse contra el gobernador provocó la movilización de un aparato de seguridad impresionante que nunca terminó con la incertidumbre de lo que podría ocurrir. Reyes Tamez, el representante presidencial, sólo acudió al acto oficial y Marín, solo y su alma, presidió el desfile flanqueado por dos supuestos indígenas zacapoaxtlas que en realidad eran agentes de seguridad dispuestos para la protección del gobernador.

En comparación, en el 2007 asistió el presidente Calderón, el secretario de la Defensa Nacional, el secretario del Trabajo, Manlio Fabio Beltrones y hasta el presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia. Incluso, por si fuera poco, la dirigente nacional del tricolor, Beatriz Paredes, vino a darle su respaldo a Marín.

Ya en la tribuna, fundamentalmente desapareció la sensación de incertidumbre alrededor del gobernador. Y aunque es cierto nunca llegó el trato afable del presidente a Marín, y ni siquiera pudieron entablar una conversación mínima, el gobernador obtuvo la tan ansiada foto del recuerdo.

La frialdad estuvo ahí y de ella fueron testigos los invitados a la tribuna principal. Calderón respondió con monosílabos a los intentos de conversación que Marín le hacía, hasta que de plano éste desistió y se resignó a pasar veinte minutos en completo silencio con el presidente.

Pero si hay un gran perdedor, se trata de Calderón, quien simplemente falló en su estrategia y al final quedó atrapado en su propia telaraña. Al principio dijo que sí venía, luego cambió su opinión, dio marcha atrás para regresar al punto original. Visto desde el final, la situación del Presidente fue desastrosa: los militares lo obligaron a presidir el desfile, tuvo que sentarse veinte minutos con Marín y de todos modos se fue con las manos vacías, porque hasta tuvo que cancelarse el discurso de su diputado favorito, Jorge Estefan.

Calderón, mal y de malas.

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