EDITORIAL
IMPACTO BRUTAL CAUSÓ EL LYDIAGATE
La gravedad del llamado Lydiagate no radica solamente en que se puso al descubierto la relación entre el siniestro empresario Kamel Nacif y Mario Marín, así como el deterioro de las instituciones públicas, tal como lo apuntan algunos politólogos, o que este asunto dañó a toda la sociedad, según ha comentado el edil de Puebla, Enrique Doger; su mayor impacto radicó en que se mostró la falta de inteligencia del gobierno del estado para enfrentar una crisis política.
Esta carencia de inteligencia se observó en los primeros días y semanas en que estalló dicho conflicto, ya que el gobierno siempre optó por estrategias erradas, como negar que la voz en las grabaciones fuera de Mario Marín Torres o querer minimizar el malestar social que se provocó con el contenido de las conversaciones en cuestión.
Hasta la fecha se siguen tomando medidas equivocadas, como mantener en su puesto a la titular de la Procuraduría General de Justicia, Blanca Laura Villeda Martínez, o al consejero jurídico del gobierno, Ricardo Velásquez Cruz, quienes lo único que han hecho es complicar el tratamiento que el Poder Ejecutivo ha dado al caso de Lydia Cacho.
A un año de distancia de que estalló el Lydiagate se puede evaluar que su impacto ha sido brutal, ya que lo mismo dañó la estabilidad política, el flujo de inversiones privadas y el funcionamiento del gobierno en el estado, además de que generó consecuencias en el plano electoral, ya que el PRI perdió miles de votos en los últimos comicios y se vio obligado a pactar con el PAN para que este partido obtuviera triunfos holgados en distintas partes de la entidad a cambio de que se retrasaran los procesos legales en contra del mandatario poblano.