miércoles, febrero 14, 2007

EDITORIAL

IMPACTO BRUTAL CAUSÓ EL LYDIAGATE

La gravedad del llamado Lydiagate no radica solamente en que se puso al descubierto la relación entre el siniestro empresario Kamel Nacif y Mario Marín, así como el deterioro de las instituciones públicas, tal como lo apuntan algunos politólogos, o que este asunto dañó a toda la sociedad, según ha comentado el edil de Puebla, Enrique Doger; su mayor impacto radicó en que se mostró la falta de inteligencia del gobierno del estado para enfrentar una crisis política.

Esta carencia de inteligencia se observó en los primeros días y semanas en que estalló dicho conflicto, ya que el gobierno siempre optó por estrategias erradas, como negar que la voz en las grabaciones fuera de Mario Marín Torres o querer minimizar el malestar social que se provocó con el contenido de las conversaciones en cuestión.

Hasta la fecha se siguen tomando medidas equivocadas, como mantener en su puesto a la titular de la Procuraduría General de Justicia, Blanca Laura Villeda Martínez, o al consejero jurídico del gobierno, Ricardo Velásquez Cruz, quienes lo único que han hecho es complicar el tratamiento que el Poder Ejecutivo ha dado al caso de Lydia Cacho.

A un año de distancia de que estalló el Lydiagate se puede evaluar que su impacto ha sido brutal, ya que lo mismo dañó la estabilidad política, el flujo de inversiones privadas y el funcionamiento del gobierno en el estado, además de que generó consecuencias en el plano electoral, ya que el PRI perdió miles de votos en los últimos comicios y se vio obligado a pactar con el PAN para que este partido obtuviera triunfos holgados en distintas partes de la entidad a cambio de que se retrasaran los procesos legales en contra del mandatario poblano.

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