MEDIEROS
Gobernador, ¿cree que alguien le cree?
Ana Lidya Flores
Es inevitable en esta fecha evocar la manera en cómo se transformó el contenido cursi, comercial y telegénico del Día de San Valentín. A partir de 2006, en el imaginario de los poblanos y de todos aquéllos que se informan a través de la televisión, el día de los rubicundos y gordinflones angelitos que flechan corazones quedó sustituido por la imagen siniestra de un hombre que perdió su nombre para convertirse, simple y llanamente, en el góber precioso.No todo Puebla es territorio Telcel
Por azares del destino, el 14 de febrero no escuché a Carmen Aristegui, no leí edición impresa de La Jornada y no revisé la versión electrónica de ningún otro medio. No fue por falta de gusto. Estaba, literalmente, entre las nubes de la Sierra Nororiental de Puebla. Cuestiones de trabajo. De tal modo, que mientras las Jornadas literalmente volaban de los puestos de periódicos del centro de la ciudad de Puebla, yo andaba junto con otro grupo de compañeros en la punta de un cerro.
Hago esta remembranza porque mi núcleo duro de amigos comunicólogos padece infoadicción. Es decir, estamos hiperinformados: en cuanto ocurre algún evento de esta naturaleza, de inmediato activamos nuestro sistema de monitoreo, y todos estamos al tanto de todo. En esta ocasión, simple y sencillamente, yo no aparecía. Y es que, como ya he dicho, estaba en la punta de un cerro. Hasta allá no llegó el influjo de los mensajes de doble vía, ni los correos electrónicos, que ya, en el curso de la mañana, documentaban el caso de la filtración de las llamadas telefónicas entre el gobernador de Puebla y el “rey de la mezclilla”.
Los correos de voz empezaron a timbrar en los teléfonos de mis compañeros de aventura por la sierra hacia las 19 horas. A esas alturas, ya habíamos bajado de la sinuosa orografía poblana y entrábamos, por fin, al territorio Telcel...
Ejemplar de colección
La edición impresa de La Jornada del 14 de febrero de 2006 es ya de colección. Según me informaron quienes quisieron comprar este ejemplar, se agotó. Hubo quien quiso arrancárselo de las manos a una amiga mía a quien le encargué hacer un seguimiento de medios.
Por la noche de ese día, los colegas periodistas me contaron, de viva voz, que la edición fue retirada de los puestos por personajes anónimos, en camionetas anónimas. Llamó la atención de los vendedores, pues nuestro país y nuestro estado no se caracterizan por la voracidad de los lectores que se mueren de angustia si no tienen el ejemplar de un diario. Menos aun si hablamos de 10 o más números de un mismo periódico.
Para el miércoles 15, yo estaba en la ciudad de Puebla, y pude constatar que no había ejemplares de La Jornada en los puestos de periódicos. Un joven vendedor me dijo: “¡Se los llevaron a Casa Aguayo!”
Adicta como soy al papel periódico, guardo entre los más preciados de mi colección los diarios de aquellos días. Pero al tiempo, vale la pena reflexionar que estamos en un mundo donde los medios impresos cuentan con versiones electrónicas. ¿De qué sirvió recoger los periódicos si hay ediciones electrónicas? A saber qué pensaría el estratega de esa maniobra digna de los años 70.
Primero... regaños
A las 7:15 horas del jueves 16 febrero, Carlos Loret preguntó enfático a Mario Marín: “Gobernador, ¿cree que alguien le cree?” Y el gobernador dijo que sí. Que en Puebla sí se le cree.
La noche anterior, Joaquín López Dóriga había regañado por vía telefónica a Marín. Ni siquiera lo recibió en el estudio. En la mañana del jueves, Loret lo calificó como un gobernador desinformado, ya que no estaba al tanto de lo que la opinión publicada y emitida en la mayoría de los medios del país estaba diciendo en su nombre.
A un año de distancia, ríos de tinta han corrido, y cientos de horas de radio y televisión acumulan la patética historia que se resume en la categoría góber precioso.
Estas líneas son un recordatorio al conjunto de despropósitos que en los últimos 365 días han puesto el nombre de Puebla en el lodo.
En los últimos veinte años, ningún personaje político del estado había ocupado con tal frecuencia los cartones políticos de la prensa diaria y semanal. Nunca antes habíamos escuchado una grabación telefónica convertida en tono de teléfono portátil. Creo que ningún gobernador de Puebla había sido inspirador del título para un blog, en el contexto de los nuevos usos del periodismo electrónico. A un año de distancia, ¿seguirá creyendo Mario Marín que alguien le cree?
Observatorio
“Favor de no transmitir este programa”... Siempre sí
Roberto Alonso
Siete días duró la ratificación de la censura y no pudo postergarse más, las intenciones eran realmente aciagas. Juan Pablo Becerra–Acosta, columnista del diario Milenio, da en el clavo: “Si le estaban midiendo la temperatura al agua, qué bochornosa quemada...”Desde diciembre pasado, la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) de la Secretaría de Gobernación (SG) –presidida por Eduardo Garzón– solicitó a las estaciones radiofónicas del país, al margen del debido pronunciamiento del Consejo General del Instituto Federal Electoral, suspender el programa que transmitía la toma de protesta del “presidente legítimo” Andrés Manuel López Obrador, el cual comenzaría a difundirse en el marco de los tiempos oficiales asignados a los partidos políticos.
Todavía a inicios de la semana anterior, la SG aducía de manera infantil rechazar el spot por perturbar el orden y la paz públicos. Sin embargo, en medio de un exhorto del Consejo General del IFE para no censurar previamente los contenidos correspondientes a las prerrogativas de los partidos, serias críticas en la opinión pública y el amago de una demanda penal del PRD por presunto abuso de autoridad y usurpación de funciones, la dependencia a cargo de la política interna del país reculó en su arcaico cometido, aunque sin aceptar su error, dando lugar a la difusión del promocional.
El caso no es de minimizar, RTC está facultada para recibir los programas de radio y televisión de los tiempos oficiales estipulados en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, clasificarlos y distribuirlos a los concesionarios pero no para censurarlos. El artículo 58 de la Ley Federal de Radio y Televisión es muy claro. “El derecho de información, de expresión y de recepción, mediante la radio y la televisión, es libre y consecuentemente no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa ni de limitación alguna ni censura previa, y se ejercerá en los términos de la Constitución y de las leyes.”
La falta es grave, la ley no otorga el derecho de censurar ningún material de radio o televisión previo a su divulgación, en todo caso, las sanciones vienen después.
Por lo pronto, la rectificación, si bien no es satisfactoria, echa abajo ese instrumento tan codiciado por los regímenes conservadores en menoscabo de la libertad de expresión.