A un año de que se publicaron las conversaciones, la suerte del gobernador continúa en suspenso
Martín Hernández Alcántara
La mañana de aquel martes 14 de febrero de 2006 se destapó la conversación en la que el gobernador y Kamel Nacif Borge festejaban el en-carcelamiento de Lydia Cacho Ribeiro / Foto: José Castañares / Archi-vo La Jornada de Oriente
Hace un año, buena parte de la opinión pública y de la atención oficial poblanas estaban todavía centradas en las actividades de la otra campaña, concretamente en los discursos del subcomandante insurgente Marcos, quien días antes había iniciado una gira por el territorio estatal y estaba a punto de encabezar un mitin en el zócalo de la Angelópolis. Entrada la mañana de aquel martes 14 de febrero de 2006, pocos poblanos estaban al tanto de la conversación en la que el gobernador Mario Marín Torres y el apostador Kamel Nacif Borge festejaban el encarcelamiento de Lydia Cacho Ribeiro.
Antes de las 9 horas, la mayoría de los ejemplares de La Jornada ya habían sido comprados en la Angelópolis. La adquisición “de pánico” fue obra, según se supo después, de personal del gobierno del estado. Aunque en la emisión matutina del noticiario radiofónico Hoy por Hoy, la periodista Carmen Aristegui hizo públicas las grabaciones telefónicas que el diario defeño llevaba como información principal, el impacto de la noticia comenzó a avanzar lentamente a lo largo del día y llegó a su punto máximo hasta la noche.
Pasadas las 20 horas, la plaza de armas de la capital poblana estaba colmada de simpatizantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y periodistas. Se trataba de un público crítico y casi siempre bien informado que, para ese momento, estaba a la espera de dos cosas: la primera, el discurso de Marcos, quien seguramente enderezaría sobre el mandatario estatal una severa reprimenda, sobre todo si se tomaba en cuenta que el domingo anterior, en Altepexi, el jefe rebelde había exigido la cárcel para Marín y el maquilero Lucio Gil Zárate, por haberse confabulado para encarcelar injustamente a Martín Amaru Barrios Hernández, presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán, quien se atrevió a denunciar los abusos que en sus empresas cometía Gil, socio de Kamel Nacif Borge.
La segunda expectativa era todavía mayor y rayaba en la zozobra. La gente estaba al pendiente de si Joaquín López Dóriga iba o no a divulgar las conversaciones en el noticiario estelar de Televisa, pues la aparición del caso en el principal horario de dicha empresa suponía un golpe casi mortal para la carrera política de quien desde entonces y hasta ahora es conocido dentro y fuera de México como el góber precioso, pues el espacio informativo es el más influyente en el circulo de ciudadanos que no leen periódicos ni acostumbran escuchar noticiarios radiofónicos críticos.
Activistas locales de la otra campaña, que venían con Marcos desde Cuetzalan, intentaron conseguir por todos los medios un ejemplar de La Jornada, pero sus esfuerzos fueron vanos por la razón descrita líneas arriba. Tuvieron que conformarse con un dossier hecho a partir de impresiones y copias simples de la versión digital del periódico, que le entregaron a Marcos a penas arribó a la ciudad de Puebla.
Con la información en mano, el Sub condenó la agresión contra la autora de Los Demonios del Edén, el poder que protege la pornografía infantil. Casi simultáneamente, López Dóriga daba a conocer en cadena nacional la plática entre Marín y Kamel y entre éste y sus secuaces. Se inició así una de las mayores crisis políticas que haya vivido la entidad.
“No es mi voz”
En los días ulteriores, Mario Marín Torres y sus principales colaboradores, con Valentín Meneses Rojas, su hombre más cercano, a la cabeza, intentaron detener el alud de críticas, repudios y recriminaciones que se les vinieron encima, pero su estrategia entonces y ahora, a la luz del tiempo, a muchos les ha parecido un desatino.
Obligados por la cobertura brindada al caso por medios de toda la República Mexicana y extranjeros, las empresas periodísticas locales, habitualmente tímidas a la hora de someter a escrutinio a cualquier titular del Poder Ejecutivo, tuvieron que sumarse a la cargada mediática.
El miércoles 15 de febrero, Marín se apersonó en El Noticiario de López Dóriga, quien no le dio tregua en la entrevista y prácticamente lo regañó ante millones de televidentes. Fue en esa ocasión en la que el gobernador cayó en una contradicción que, a la fecha, sigue siendo motivo de burla. El periodista le preguntó si era suya la voz que se escuchaba en la grabación, a lo que el mandatario respondió, palabras más, palabras menos: “sí es mi voz, pero no es mi voz”.
Pese a la gravedad del revés que le propinó la entrevista con López Dóriga, Marín se presentó al día siguiente en el informativo que conduce Carlos Loret de Mola, también para Televisa. El conductor le dijo al góber precioso que no le creía que no hubiera atentado contra Lydia Cacho.
–¡Perfecto!, ¡yo tampoco te creo, fíjate! –intentó defenderse Marín.
–¿Y yo que le he dicho de todo esto? –reviró Loret de Mola, a lo que el gobernador ya no supo qué decir.
La avalancha mediática acrecentó porque el viernes 17 de febrero, el PRI y el gobierno organizaron una marcha de desagravio a favor de Marín –en la que participaron de 10 mil a 50 mil personas, según la óptica de detractores y simpatizantes– que fue respondida con un desfile ciudadano que superó ampliamente al contingente promarinista y que ha sido considerada la parada civil más importante.
En adelante, el tema fue decreciendo paulatinamente en los medios de comunicación. Sólo algunos continúan dándole puntual seguimiento a las causas iniciadas contra él en los tres Poderes de la Unión, y a los hechos y las declaraciones que se han suscitado en torno al caso.
La indignación por la permanencia de Marín en la gubernatura ha ido tomando la forma de resignación ciudadana a medida en que el tiempo ha transcurrido sin que la justicia ni las instituciones se decidan a castigar al gobernador o a exonerarlo por completo.